Reflexionamos en esta Cuaresma 2024 sobre temas que debemos comprender para llegar a una auténtica conversión…
Diana Adriano
El pasado 14 de febrero marcó el inicio del Tiempo de Cuaresma para la Iglesia Católica, un período de cuarenta días destinado a la reflexión, el perdón, el ayuno y la penitencia.
Durante esta temporada, los fieles son llamados a examinar sus vidas, reconocer sus pecados y buscar la reconciliación con Dios a través del sacramento de la Reconciliación, también conocido como Confesión, así como a tener un encuentro más profundo con Cristo en la Eucaristía.
El término de «conciencia del pecado» cobra especial relevancia en este tiempo litúrgico. Por ello, el padre Felipe Ramos, párroco de Nuestra Señora del Rosario, reflexiona sobre la importancia de comprender este concepto con claridad.
Qué es el pecado
La conciencia moral es una capacidad inherente a todo individuo, que le permite discernir entre el bien y el mal, con el fin de actuar en conformidad con lo bueno y evitar lo malo, explicó el padre Felipe.
“Cuando hablamos de la conciencia, nos referimos a esa facultad de juicio que todos poseemos”, dijo.
“Es la capacidad de diferenciar lo correcto de lo incorrecto, lo justo de lo injusto, en aras de cumplir con la voluntad de Dios”, abundó.
El sacerdote subrayó que la conciencia de pecado implica una clara percepción de cuando una acción realizada o planeada va en contra de los preceptos divinos.
«En este contexto, el pecado se define como todo aquello que contradice la voluntad de Dios, sus mandamientos y los principios morales inherentes a la naturaleza humana», afirmó.
Destacó que tanto la ley moral natural como los mandamientos divinos son guías claras para distinguir entre el bien y el mal, entre lo que se debe hacer y lo que se debe evitar.
«El pecado, en su esencia, representa todo aquello que contradice la ley moral natural, la voluntad de Dios y los mandamientos transmitidos a través de la Escritura y la Tradición de la Iglesia», enfatizó el padre Ramos.
«Es importante comprender que la conciencia, por otro lado, es esa capacidad de discernir y reflexionar sobre nuestras acciones, para determinar si están en armonía con la voluntad de Dios o si son contrarias a ella».
Qué es la conciencia
El sacerdote explicó que la conciencia de pecado implica una clara comprensión y reconocimiento de las acciones que van en contra de la voluntad divina. «Es tener la claridad de que lo que estamos haciendo no solo es moralmente incorrecto, sino que también está en oposición directa a la voluntad de Dios», añadió.
En palabras más sencillas, el padre Felipe describió la conciencia de pecado como la capacidad de reconocer, comprender y discernir las propias acciones en relación con la voluntad divina.
“Es un acto de claridad y comprensión sobre lo que estamos haciendo en el momento presente. Es un llamado a la reflexión y al arrepentimiento, para enmendar nuestras acciones y alinearnos con la voluntad de Dios», puntualizó.
Ateísmo práctico
El sacerdote abordó la concepción del pecado a lo largo de la historia.
«La concepción del pecado se ha basado principalmente en la revelación divina, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento, así como en la Tradición de la Iglesia», dijo.
Explicó que en todas las experiencias religiosas de la humanidad existe el concepto de pecado, como aquello que está en contra de la voluntad divina.
«El pecado implica una decisión consciente de hacer lo malo y no hacer lo bueno, lo cual resulta en desobedecer a Dios y apartarlo de la vida del hombre», explicó.
Por ello, destacó que este va más allá de simplemente transgredir los mandamientos de la ley de Dios o la ley moral natural. Para él, el pecado implica ante todo vivir una vida como si Dios no existiera, un fenómeno que describe como «ateísmo práctico».
Según el sacerdote, entender el pecado implica comprenderlo como un distanciamiento de Dios, un cierre del corazón hacia Él y un intento de eliminarlo de todas las estructuras de la vida humana.
“El pecado, sobre todo, consiste en apartarse de la presencia y la voluntad de Dios», afirmó.
El pecado, en la actualidad
Por otra parte, el padre Felipe abordó la influencia de la psicología en la percepción del pecado, destacando cómo en la sociedad contemporánea un enfoque psicologicista ha llevado a una trivialización del concepto de pecado.
“La psicología es innegablemente parte integral de nuestra condición humana y tiene mucho que ofrecer en términos de comprensión y ayuda para los seres humanos. Sin embargo, una de las consecuencias del psicologicismo, tanto dentro, como fuera de la Iglesia, es la pérdida del sentido del pecado”, dijo.
Explicó que el psicologicismo es una reducción de toda la realidad humana, incluída la espiritual, al hecho puramente psicológico, de tal manera que ‘todos los problemas espirituales se intentan abordar y resolver desde recursos que ofrece la psicología – conocimiento de procesos psico-emocionales y mentales, la terapia, etcétera’-.
En este sentido, lo que anteriormente se reconocía como pecado, desobediencia a Dios o renuncia a Él, hoy se interpreta simplemente como una falla psicológica atribuible a traumas, estructuras familiares, o problemas emocionales, como la depresión.
Y aunque la psicología tiene cosas positivas qué ofrecer, para el padre Felipe, la vida espiritual no puede reducirse, explicarse y mucho menos resolverse desde un aspecto meramente psicológico.
“Esta es una crítica que yo sostengo, que dentro y fuera de la Iglesia se está dando este fenómeno del psicologicismo. Y no se promueve o cultiva una auténtica espiritualidad, que no es otra cosa que la relación cercana con Cristo”, puntualizó.
Formación espiritual
El padre Felipe destacó la crucial importancia de la formación espiritual, tanto cristiana como humana, en el desarrollo de la conciencia de pecado desde una edad temprana, principalmente dentro del ámbito familiar.
“La conciencia humana, como capacidad de discernimiento entre el bien y el mal, necesita ser cultivada y educada adecuadamente, al igual que los músculos del cuerpo requieren ejercicio y nutrición para su correcto desarrollo», explicó
“Los padres, en casa, desempeñan un papel fundamental en esta formación, enseñando a sus hijos no solo qué es bueno y qué es malo, sino también por qué lo es, en el contexto de una educación cristiana”, abundó.
En este sentido dijo que la conciencia cristiana necesita una formación más profunda, que va más allá de simplemente señalar lo correcto y lo incorrecto.
“Es necesario explicar el por qué de las acciones, cómo afectan a nuestra relación con Dios y por qué los mandamientos son relevantes en la vida cristiana», añadió.
Resaltó el papel de la comunidad cristiana -incluidos los catequistas, la comunidad y los sacerdotes-, en el proceso de maduración y crecimiento de la conciencia cristiana.
“La Confesión, en particular, ofrece una oportunidad preciosa para la formación de conciencias, donde los sacerdotes pueden guiar con delicadeza y compasión a las personas hacia una mayor comprensión de lo que es bueno y lo que es malo en la vida cristiana”, afirmó el entrevistado.
Cómo combatir el pecado: un consejo
El padre Felipe Ramos ofreció un valioso consejo sobre cómo enfrentar el pecado: acercarse cada vez más intensamente e íntimamente a Jesucristo.
Para él, esta es la mejor manera de combatirlo de manera efectiva.
“Si bien existen diversos elementos humanos, psicológicos y sociales que pueden contribuir a alejarnos del mal y fortalecernos en el bien, la clave fundamental radica en mantener una relación existencial vital profunda con el Señor Jesús”, enfatizó el sacerdote.
“No se trata simplemente de una relación intelectual o doctrinal, sino de una conexión vital y personal con Jesús”.
Para ello, se debe entender a Jesucristo como una persona viva, con quien es necesario interactuar diariamente.
“Es fundamental hablar con Él, verlo, pasar tiempo a su lado, mientras Él también nos ve, nos habla, nos escucha y pasa tiempo con nosotros”, añadió.
Para el sacerdote, la esencia de combatir el pecado y vivir una vida cristiana coherente radica en la mística, entendida como la experiencia continua de Dios en lo cotidiano, que surge de una relación profunda con Jesús.
Citando al teólogo Karl Rahner, el padre Felipe destacó que “el cristiano del futuro será, o bien místico, o no será cristiano en absoluto”.