Ing. Oscar Ibáñez/ Catedrático Universitario
Cuando uno observa la determinación con la que juega un deportista y se “entrega” al equipo, a la afición, y al buen juego nos admiramos; ese atleta brilla, sin quejarse del esfuerzo, de las faltas o de los errores de sus compañeros, al contrario, motiva a través de su actitud y su disposición incansable a los demás miembros del equipo y a los aficionados que apoyan a su equipo.
Lo mismo se puede decir de un sacerdote que se entrega a plenitud a su ministerio, pareciera que una fuerza sobrenatural le impulsa a moverse, a servir, a abrazar y mostrar cariño y ternura a quienes lo rodean, sin titubear ni cambiar el semblante iluminado por la alegría que se derrama y comunica a los demás.
Otras veces se puede ver la dedicación de una mujer que dedica su vida a cuidar niños abandonados en una casa de voluntarios, donde los pequeños reciben constantemente el abrazo acogedor de la madre, frente a la impotencia de su invalidez que los tiene ahí como seres casi inanimados, pero aun así listos a responder al estímulo del abrazo maternal.
Todos podemos entregarnos a distintas causas, y eso se nos nota, por supuesto también hay quienes se entregan a asuntos de mayor énfasis personal, ya sea a través de un trabajo denodado o una ambición que parece no tener límites, se vuelven incansables, incluso despiadados para amasar fortuna, sin importar a quién o a quienes han de sacrificar.
Existen también quienes han decidido entregarse al placer, al disfrute, a la conquista de objetivos sin más razón que la satisfacción personal y el ir siempre por mayores placeres, estímulos y experiencias, a través de otras personas sin importar su condición de familia, edad, o sexo; o a través de drogas, alcohol o cualquier tipo de estimulante que permita prolongar o potenciar el placer.
También hay líderes que se entregan con dedicación a servir a los demás, políticos, servidores públicos, jueces y legisladores; y así podríamos hablar de personas ejemplares por su entrega en cualquier ámbito de la vida: empresarios, maestros, médicos, ingenieros, profesionistas y trabajadores que con su actitud van transformando día a día su entorno y el mundo entero.
La realidad es que también observamos personas que se entregan a la corrupción, al abuso, a la injusticia, al beneficio personal, a satisfacer sus deseos, a la venganza, al odio, a la crítica, a la murmuración, a destruir, a la insensibilidad frente a las necesidades de los demás, o a quejarse.
Stephen R. Covey en su famoso libro Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva explica la lógica del círculo de interés y el círculo de influencia que cada quién podemos definir, en el primero ubicamos todo lo que nos interesa, sin embargo en el segundo sólo ubicamos las cosas sobre las que podemos hacer algo al respecto.
Una vez definidos ambos círculos podemos decidir entregarnos a trabajar en las cosas que están a nuestro alcance, lo que necesariamente nos llevará poco a poco a ampliar ese círculo de influencia y actuar en otras cosas que nos interesan, éste puede ser un buen método para definir a qué queremos entregarnos, unos lo harán a tareas constructivas y otros a tareas destructivas.
Hay una entrega que es de la mayor importancia en toda comunidad porque de ella depende que exista o no la sociedad, y a pesar de eso no se valora ni promueve. La entrega que más impacto tiene en el mundo es la que se da entre los esposos y que termina manifestándose también en amor a los hijos en la familia. Ésta entrega se convierte en un motor para darse a los demás a través del trabajo, el servicio y los compromisos sociales y políticos.
Esta semana el Papa Francisco terminará su viaje a Cuba y Estados Unidos en Filadelfia, donde participará en el Congreso Mundial de las Familias, poniendo el acento en la importancia que la célula básica de la sociedad tiene para enfrentar los graves problemas de violencia, pobreza e injusticia en todo el mundo. Recordemos que las reflexiones y los discursos serán solo eso, sin personas que decidan hacer su entrega total, diaria, concreta y entusiasta en cada familia.