Sacerdotes de la diócesis hablan sobre cómo en sus comunidades reciben y acompañan a personas con atracción por el mismo sexo, y homosexuales que aceptan una guía para reorientar sus vidas… También un servidor en este caso, nos comparte su testimonio…
Diana Adriano/ Ana Ibarra
“José” se ha declarado a sí mismo como “un gay perpetuamente soltero”. Es un hombre de mediana edad que desde hace varios años pertenece al Movimiento de la Renovación en la diócesis local, y además es servidor en una capilla, donde se ha sentido acogido por la comunidad y nunca discriminado.
Al compartir su testimonio sobre cómo es vivir la “atracción por el mismo sexo” en el entorno católico, “José” prefirió permanecer en el anonimato, aunque vive su condición conforme a la voluntad de Dios.
En entrevista con Presencia, este hombre aseguró que el trato que ha recibido en la Iglesia ha sido siempre digno y respetuoso, y compartió que algunos sacerdotes y compañeros de servicio le han brindado el apoyo y acompañamiento con los que ha podido encontrar un equilibrio en su vida.
Una familia disfuncional
“Nací en el seno de una familia muy conflictiva, mis padres estaban ausentes la mayoría del tiempo y mis hermanos estaban en sus cosas, muy ocupados como para encargarse de mí”, dijo.
José es el menor de sus hermanos y ante el desinterés de su familia, durante un tiempo fue abusado sexualmente por un conocido de la familia.
“Atado por el miedo y al pensar que no les interesaba a mis padres, guardé silencio», reconoció.
Siendo ya un adolescente, comenzó a experimentar atracción por personas de su mismo sexo.
“Siempre sospeché que era resultado de lo que me había sucedido, pensé que dentro de unos años pasaría y que me comenzarían a gustar las niñas», dijo.
Pero pasó el tiempo y esa atracción no se iba, así que cuando cumplió 20 años, decidió tener su primera relación de pareja con una persona de su mismo sexo. Era un hombre tres años mayor, que le pidió ocultar su relación.
«Yo quería demasiado a ese chavo, pero él no quería que nadie supiera que éramos pareja y fue cuando entré en depresión».
“Duramos así durante unos cuatro años, pero era algo que no me llenaba completamente, sólo me sentía bien cuando estaba con él y el resto del tiempo me sentía vacío. Sentía que si él se iba, me convertiría en nada», relató.
Su encuentro con Dios
En ese tiempo, una amiga invitó a “José” a vivir un retiro de sanación de la Renovación Carismática y fue ahí donde su vida tomó otro rumbo.
«No miento: me dio miedo asistir porque eran otros tiempos. Pero me trataron muy bien y eso me sorprendió. Me dispuse a vivir este encuentro con Dios y viví una sanación profunda”, dijo para luego agregar ya entre lágrimas: “Es algo que no me puedo explicar: descubrí el inmenso amor que tiene Dios por mí».
Explicó que fue todo un proceso de sanación y conversión en el que tuvo que aprender a perdonar, pero con ayuda de la comunidad pudo lograrlo.
«Nunca me hicieron una mala cara y no hicieron un comentario fuera de lugar, al contrario, encontré una familia donde descubrí el verdadero amor», expresó el entrevistado.
Y aunque no ha podido lograr sentirse atraído por mujeres, “José” vive hoy su castidad y sirve con alegría a Cristo y a la Iglesia, como “una persona perpetuamente soltera”.
“Mi comunión con Dios es más importante que cualquier otra cosa”, puntualizó.
Educar en el amor
En su servicio ministerial, el padre Efrén Navarro, párroco del Sagrado Corazón de Jesús, ha conocido abundantes casos como el de “José”, y ha acompañado cercanamente a personas homosexuales.
«La Iglesia nos invita a aborrecer todo lo que es pecado, pues todo pecado va en contra del amor a Dios, pero uno tiene que ayudar al pueblo de Dios a aprender a amar «, expresó el sacerdote.
Recordó el caso de una familia en una de sus comunidades, en la que los tres hijos tenían atracción por el mismo sexo, debido a que, como descubrieron con el tiempo, la madre inculcó en ellos la idea de que el matrimonio es horrible y con muchos peligros».
“A estas personas siempre les he dado la absolución, no tengo por qué negársela a quienes han cometido una falta por algún acercamiento indebido con personas de su mismo sexo”, dijo el sacerdote, quien también ha permitido a estas personas participar en la pastoral “porque Dios es misericordioso con todos los pecadores y tenemos que buscar educarlos. Ellos pueden aprender a amar y servir a la comunidad en otros campos de la vida”, explicó.
El sacerdote relató otra experiencia:
«En una comunidad tuve a muchos feligreses homosexuales, y mientras se acogieran a la misericordia de Dios, eran bienvenidos. Pero a la gente esto le molestaba, entonces yo les dije que no pensaba correrlos, sino recibirlos con amor», compartió.
Por su parte, el padre Hugo Muñoz, párroco de santa Inés, recordó que la Iglesia invita a las personas homosexuales a acercarse a la comunidad para crecer en la fe y recibir el apoyo que se necesite.
“Me ha tocado acompañar a dos personas, uno de ellos, tras orientarse, lleva una vida de mucha alegría. El otro caso ha resultado más difícil ya que recae, pues no ha querido llevar un proceso continuo”, compartió.
Para el sacerdote, debe hablarse de homosexualidad abiertamente, y desde la fe, pero teniendo en cuenta que “no fácilmente en todos hay apertura a entender la visión actual de la Iglesia”.
Experiencia de acompañamiento
El padre Jesús Manríquez, formador del Seminario que actualmente toma un diplomado en psicología,
compartió su testimonio de servicio acompañando a personas homosexuales.
“Una de estas personas dejó su condición homosexual. Él se sentía homosexual, pero en el acompañamiento descubrió que su tendencia era fruto de un cierto odio a la figura masculina, que nació en una problemática que había tenido su mamá y su papá”, dijo.
“Él tenía una mamá muy dominante y un papá ausente. Tenía una idea muy inculcada por parte de la mamá, de que los hombres eran lo peor. Fue creciendo con un odio hacia los hombres”, explicó el padre Manríquez tras acotar que esta persona se dedicó luego a seducir hombres como una especie de venganza.
El padre Jesús recordó que el Catecismo de la Iglesia Católica resalta la dignidad de las personas homosexuales, y pide evitar cualquier discriminación a estas personas, así como llama a acogerlas “en este sentido del sufrimiento de la condición».
Igualmente compartió dos consejos que pueden ayudar a las personas homosexuales en su proceso de conversión al amor de Dios: 1) ser muy sinceros con su condición de atracción por el mismo sexo y 2) atreverse a un proceso espiritual y de conversión.
“Abrirse a Dios y a la posibilidad de escucha, les haría ver que en la Iglesia pueden encontrar a una madre que acoge espiritualmente a todos sus hijos y les ayudaría a llevar su vida con una mayor conciencia espiritual”, finalizó el sacerdote.
No hay discriminación, sino acogida
Consciente del dolor que sufren las personas homosexuales y decidido a transmitirles la compasión de Cristo, el padre Eduardo Hayen, párroco de la Catedral de Nuestra Señora de Guadalupe, ofrece acompañamiento espiritual a quienes acuden a él en busca de consuelo y comprensión.
Lo primero que el padre Eduardo hace cuando una persona homosexual llega a su parroquia, principalmente buscando Confesión, es escuchar.
“Sus historias son muy dramáticas por lo que han vivido y hay que aprender a escuchar. Otros llegan en situaciones de más conflicto”, dijo.
Agregó que en las primeras charlas busca dejarles claro que no deben catalogarse como homosexuales, pues su primera identidad es ser hijos de Dios.
«Nada de definirse como homosexual o bisexual, lesbiana. Les recalco que pueden vivir con ello, pero no ejercerlo, porque se hacen daño. Es necesario que sepan que pueden tener otra opción”, aclaró.
Frutos concretos
El sacerdote compartió que la persona homosexual debe tener claro que puede emprender un camino hacia su verdadera masculinidad o feminidad.
“Dios nunca rechaza a la persona, al contrario, son inmensamente amados por Dios porque han sufrido bastante. Por eso es importante dejarles claro que el pecado son los actos homosexuales, que siempre serán actos vacíos porque no encuentran la complementariedad”, señaló.
Compartió que este acompañamiento da frutos concretos: personas que quieren dejar ese estilo de vida, están arrepentidos y buscan un camino de castidad.
“En este caso hay que darles todo el apoyo posible. Algunas personas han dejado a sus parejas, algunas rechazan otra posibilidad para su vida, sienten que Dios los rechaza, que no tienen remedio, pero es cuestión de hacerles saber que no es así. Mientras uno tenga vida, siempre puede cambiar el rumbo y mejorar en todos sus aspectos”.
Pero depende de cada persona si desea llevar esa cruz o hacer un cambio.
“Como sacerdote mi misión es escucharlos en confesión, acompañarlos, alentarlos para que ellos puedan vivir una vida casta”, dijo.
La Iglesia los acoge
El padre Hayen destacó que estas personas saben que la doctrina de la Iglesia reprueba los actos homosexuales, y existe el prejuicio de que en ella se les rechaza “sin embargo, no es así”, aseguró.
“La Iglesia es un gimnasio de pecadores que estamos en camino de la santidad, nos recibe como somos. Cristo me acepta y me recibe como soy, pero no me quiere dejar como soy. El Señor tiene una propuesta, tiene un cambio para todos”, aclaró.
Para el sacerdote, los tiempos actuales exigen la creatividad y sensibilidad de la Iglesia en el acompañamiento de las personas homosexuales.
“Es necesario que estas personas se sientan bien recibidas en la Iglesia, en un camino hacia su sanación y su recuperación. La Iglesia tiene que poner los medios para hacerlo, y ya lo está haciendo. Hay iniciativas muy buenas”, dijo al recordar el movimiento Courage Latino, creado por un sacerdote para acompañar a estas personas y que ya está presente en México.
“Con acompañamiento espiritual y con una espiritualidad profunda y sólida, las personas pueden salir adelante”, finalizó.