En entrevista con periódico Presencia, el doctor Rodrigo Guerra López, recientemente nombrado por el Papa Francisco para formar parte de una de las más importantes Academias Pontificias, la de Ciencias Sociales, habla sobre la misión de la Iglesia en este rubro y los desafíos actuales de la humanidad.
Blanca Alicia Martínez
El filósofo mexicano Rodrigo Guerra López, cuyo trabajo en la Iglesia Católica ha desembocado en valiosos frutos, fue designado para formar parte de un cuerpo colegiado que incluye a importantes científicos del mundo, entre ellos premios Nobel.
Nacido la Ciudad de México, pero por tiempo avecindado en Querétaro, el doctor Guerra es fundador del Centro de Investigación Social Avanzada CISAV (Querétaro), que enseña el aparato humano y social contemporáneo para “transformar la cultura y la sociedad a favor de la dignidad de la persona, con rigor científico y perspectiva cristiana”.
Su impresionante currículum incluye un doctorado en Filosofía “Summa cum Laude” por la Academia Internacional de Filosofía en el Principado de Liechtenstein así como otros títulos en universidades católicas, pero también abundantes trabajos de investigación, y publicaciones, algunas de ellas prologadas nada menos que por el Papa Francisco.
Y con todos los cargos y encargos importantes que ha realizado y realiza para el bien de la Iglesia Universal, no deja de hacer un tiempo para responder, paciente, a las preguntas de Periódico Presencia, enviadas y recibidas vía correo electrónico.
Aquí las respuestas que ofreció amablemente a este semanario, para poder entender la importancia y valor de su nombramiento.
¿Qué ha significado para usted este nombramiento como miembro de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales?
RG: Ha sido un honor inmerecido. Es un cuerpo colegiado pequeño, con solo 25 miembros, premios Nobel y en general académicos de muy alto nivel. Espero poder ser de utilidad aportando una mirada latinoamericana a los desafíos sociales, políticos y culturales de nuestro tiempo.
¿Por qué la Iglesia cuenta con una Academia para las Ciencias Sociales, a qué se dedica este órgano de la Iglesia?
RG: La Academia científica más antigua del mundo es la Academia Pontificia de las Ciencias, de la que se han derivado las diversas Academias especializadas del Vaticano. Desde hace muchos siglos la Iglesia ha apostado por mantener una alianza fuerte entre razón y fe. En particular la Academia Pontificia de las Ciencias Sociales se dedica a aportar conocimiento experto que permita a la Iglesia, en especial al Santo Padre, comprender los grandes desafíos sociales de nuestro tiempo y a promover la maduración de la Doctrina social cristiana.
¿Cómo será su colaboración/ participación en esta Academia? Y si es el caso, ¿Cómo se involucrará a la Iglesia de México?
RG: Mi contribución en la Academia es estrictamente científica. Lo importante es acercar el estado del arte en economía, política, derecho y filosofía a la consideración de la Iglesia. La Iglesia en México es mi hogar. En esta comunidad de fe se ha educado mi corazón. Espero que lo que he aprendido colaborando en múltiples tareas con la Conferencia Episcopal y con diversos grupos y movimientos pueda ser vehiculado a través de mi Investigación. Le debo mucho a algunos obispos como Sergio Obeso, Carlos Talavera, Jacinto Guerrero, Carlos Aguiar, Rogelio Cabrera. Muy especialmente me siento filialmente endeudado con Mons. Mario de Gasperín. Gracias a su paternidad y a la ayuda de Dios que ha pasado a través de él, he podido sobrevivir a diversos pruebas a lo largo de la vida.
Usted ha colaborado también en otros organismos de la Iglesia: CELAM, Academia Pro Vida y Dicasterio para el desarrollo humano, en el Sínodo de la familia…¿Qué opina de la intervención y aportes de la Iglesia a la sociedad, al mundo, en estos ámbitos en los que ha colaborado?
RG: El cristianismo si es fiel a su origen, está llamado a ser buena noticia en todo espacio y ambiente, aún en aquellos aparentemente más alejados como son los de la política, la ciencia y la cultura contemporánea. En el fondo, la pretensión cristiana consiste en anunciar una simpatía profunda por todo lo humano ya que Jesucristo, nuestro Dios, asumió la condición humana con radicalidad y sin censura. Lo que anunciamos los cristianos es que las puras fuerzas humanas son insuficientes para la salvación personal y comunitaria. El corazón humano siempre anhela “algo más”. Una mayor justicia, una más grande verdad, un más profunda belleza. Esto es lo que ha venido a traer Jesús dentro de la Historia.
En 2017 nos compartió en una entrevista su visión sobre los grandes desafíos de la humanidad. Mencionó cinco: realidad del matrimonio y familia, pobreza e inequidad en América Latina, falta de respeto a los derechos humanos, respeto a la libertad religiosa, crisis democrática. ¿Cómo han cambiado estos desafíos a raíz de la pandemia de Covid19?
RG: La pandemia, como si fuera un lente de aumento, ha amplificado nuestra conciencia sobre los problemas no resueltos, sobre las heridas no sanadas. Hoy más que nunca es visible la crisis de nuestra economía, de nuestra paz social, de nuestra política. El Papa Francisco recientemente nos ha regalado un método para la reconstrucción social y la promoción auténtica del bien común: la Encíclica “Fratelli tutti”. Este documento no es un mero compartir conceptos, es principalmente indicar un camino de transformación personal y social para que un mundo diverso pueda vivir sin aniquilarse. Pensemos, por ejemplo, en los neopopulismos de derecha y de izquierda por igual: su lógica autoritaria divide a las sociedades y radicaliza las posturas. El neopopulismo es una perversión de los mejores anhelos democráticos de los pueblos. Es preciso combatirlo con una propuesta que reconozca con gran sensibilidad el dolor de nuestro pueblo pero sin engañarlo, sin manipularlo, sin intoxicarlo con ideología. Desde este punto de vista, tan dañinos son los populistas que asumen un discurso de izquierdas como aquellos que parecen “conservadores” pero que resultan ser igualmente autoritarios. Lo que necesitamos es una nueva generación de hombres y mujeres que amen la democracia, los derechos humanos y, por supuesto, que se abran de corazón a la trascendencia.
Su currículum es impresionante, ha coordinado y participado en publicaciones prologadas por el Papa Francisco, ¿Cómo ha sido su relación con él?
RG: Conocí a Mons. Jorge Mario Bergoglio en 2007 durante la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en la Ciudad de Aparecida, Brasil. El había publicado poco antes uno de mis libros intitulado “Católicos y políticos» y le había escrito un bello y profundo prólogo. Lo dejé de ver por largo tiempo. El 13 de marzo de 2013 quedé estupefacto cuando escuché que se anunciaba que el nuevo Papa era el “Cardenal Bergoglio”. Inmediatamente sentí que Dios había escogido a «uno de los nuestros”, a un “hermano latinoamericano”. Ha sido uno de los días más felices de mi vida. Con el tiempo he podido saludarlo y conversar con él en algunas ocasiones. Es un hombre lleno de paz. Su paternidad nos corrige y nos educa a todos.
¿Qué le ha parecido su pontificado hasta hoy?…Como católicos de-a-pie ¿Cómo le podemos seguir apoyando en su ministerio petrino?
RG: Dios regala al Papa adecuado para cada momento de la Historia. Francisco es un gran reformador. Ha asumido el evangelio y el Concilio Vaticano II con gran sencillez y profundidad como herramientas para la purificación de la Iglesia y para abrir las vías hacia un testimonio más profético al interior del mundo contemporáneo. Tengo la impresión que este Pontificado será recordado como un momento de renovación profunda, luego de que al interior de la Iglesia se habían tolerado vicios y torpezas por largo tiempo. Curiosamente, las resistencias más importantes al pontificado de Francisco provienen de sectores ultra-conservadores que han quedado atorados por la vieja herejía gnóstica. Revestidos de una falsa ortodoxia, de un falso ardor guerrero, de teorías de la conspiración, de pseudo-ciencia y desinformación quisieran regresar a una Iglesia imaginaria que ellos mismos se han fabricado. La verdadera Iglesia de Jesucristo no es así. Jesucristo es radical en la ternura, no en la violencia verbal y mucho menos física. Jesucristo tampoco es un conservador o un liberal. Conservadurismo y liberalismo son ideologías perversas que distorsionan lo esencial cristiano. Jesucristo es Dios y Hombre verdadero. Por ello, Jesucristo es el más grande innovador y simultáneamente es Quien mejor nos enraíza en la verdad perenne.
Algo más que desee agregar:
RG: México y América Latina merecen recuperar más plenamente la conciencia sobre su identidad comunitaria. No pueden existir auténticos proyectos de futuro sin fidelidad a los orígenes. Origen es destino. Y nuestro origen como pueblos latinoamericanos es el milagro acontecido en 1531. A partir de esa fecha, los pueblos heridos y enemistados comenzaron un proceso de reconciliación y mestizaje sociológicamente detectable y sociológicamente inexplicable. 1531 es la fecha del acontecimiento guadalupano. En 2031 se cumplirán 500 años de este hecho. Quiera Dios que todos celebremos este V Centenario con frutos de evangelización e integración regional. Sólo una América Latina más unida y solidaria podrá lograr enfrentar los retos del presente y del futuro. Quiera Dios que la Virgen de Guadalupe haga nuevamente el milagro que tanto necesitamos en nuestro país y en toda la región.
Frase…
El neopopulismo es una perversión de los mejores anhelos democráticos de los pueblos. Es preciso combatirlo con una propuesta que reconozca con gran sensibilidad el dolor de nuestro pueblo pero sin engañarlo, sin manipularlo, sin intoxicarlo con ideología.