Mons. José Guadalupe Torres Campos/ Obispo de Ciudad Juárez
Les saludo nuevamente con cariño. Al seguir comentando las palabras del papa Francisco, hoy tocamos un tema de mucha importancia, una virtud que todos estamos llamados a vivir, a cultivar: la sencillez.
Jesús se distinguió por su sencillez, por su humildad, por sus buenos sentimientos, por su buen trato a los demás. La sencillez nos hace ser naturales y espontáneos, transparentes; eso implica quitarnos máscaras para aparentar lo que no somos, tanto que nos sentimos frescos como la brisa. La sencillez nos debe de liberar de falsedades o engaños y sobre todo, positivamente hablando, nos hace ser respetuosos de los demás.
Vivimos tiempos dificiles donde cada quien, entre comillas, trabaja para sí mismo, donde nada más importo yo y despues yo y no miramos hacia los demás.
El cristiano, a ejemplo de Cristo, tenemos que trabajar mucho y ser sencillos, ser humildes. Él nos decía: sean mansos y humildes de corazón.
Una persona sencilla, dice el papa Francisco, sabe quién es… el arrogante, el soberbio no sabe quién es y por eso actúa con esa máscara, con esa falsedad. El sencillo sabe quién es, reconoce sus cualidades, sus talentos, sus debilidades y entonces con su sencillez trabaja para desarrollarse y ayudar a que el otro se desarrolle, a que el otro crezca. El sencillo pone su persona, con todo lo que implica, al servicio de los demás.
Hay algunas frases muy puntuales del papa en ese sentido que vamos a comentar: en primer lugar, dice el papa, la sencillez de un corazón humilde. Sencillez y humildad van de la mano, dice el papa. Aunque nos gusta que se digan cosas bonitas de nosotros, hay que tener cuidado. ¡Despójate de toda pretension e ilusión efímera y ve a lo esencial, a lo que te promete vida, a lo que te da dignidad!, ¡no le tengas miedo a la humildad!
Efectivamente a veces tendemos a la prepotencia, a lo efímero, a lo transitorio y no a lo que perdura. No tener miedo a la humildad. El que es humilde ante Dios y ante los hombres, es grande. El que quiera ser grande, que sea el servidor, que sea el último, que esté al servicio de los demás.
Sigue diciendo el papa en palabras muy puntuales: adelántate a tus hermanos en el amor, no esperes ser amado, ama primero, da el primer paso. Esto, en contraposición a lo que el mundo nos reta, “quiero ser el primero en tener más, el primero en tener tal posición, quiero ser el primero en comprar esto, y ese tipo de metas de ser los primeros en aparecer. Y dice el papa: si quieres ser el primero, distínguete en el amor. Que tú seas el primero en amar, da el primer paso. El verdadero cristiano, discípulo de Cristo, es el que da el primer paso como Cristo, que se abajó, se hizo humilde, se hizo pobre y se acercó a nosotros.
Nosotros como cristianos: el obispo, el sacerdote, el laico comprometido, los invito de veras a dar el primer paso a la humildad, a la sencillez, y en ese primer paso nos lleva al amor de los demás.
El papa sigue diciendo: que haya corazones que se conmuevan con la vida, que sepan abrazar la vida y decirle a nuestra vida quién es Jesús, es decir, la humildad, la sencillez tiene que ser un vehículo, valga la expression, a través del cual el cristiano muestra a Jesús. Si eres sencillo, humilde, con tu sonrisa, bondad, con tus manos, tu mirada, con tus palabras muestras a Jesús. Tal parece que a veces actuamos al contrario: quiero aparecer yo, quiero mostrarme yo, mucho ‘yo’. Pero muestra a Jesús, transmite a Jesús siendo sencillo y siendo humilde.
Por eso concluyo con estas frases del papa Francisco: Hoy se nos dice que cuanto más alta tienes la nariz, más importante eres. No. Hoy se nos dice que cuanto más vanidoso aparezcas, vas a tener más fuerza. No. No va por ahí la cosa. Sé modesto, escucha, convive, reconoce tu dignidad y la de los demás. Ama y déjate amar.
Estamos en la víspera de celebrar al diácono san Lorenzo este próximo lunes 10 de agosto. El diácono es el que sirve, por lo tanto, el diácono es el sencilol, el humilde. Que a ejemplo de san Lorenzo, diácono mártir, todos nosotros seamos servidores. Todos: el obispo, los sacerdotes, los consagrados, los laicos, todos los hombres estamos llamados a vivir una constante diaconía, si no sacramental, sí por la fe. Por lo tanto me despido con esto: sirve, con la humildad y la sencillez, sirve a tus hermanos con alegría y con gozo.
Dios los bendiga. Un abrazo a todos.