Continuamos esta serie de reflexiones sobre las virtudes cardinales, en las que se construyen las relaciones humanas y el orden social.
Pbro. Juan Carlos López/ teólogo moral
1.Introducción
Este domingo vamos a reflexionar sobre la virtud de la justicia. Se suele representar esta virtud con los ojos vendados y sosteniendo una balanza en la mano o empuñando una espada. Con ello se trata de indicar la imparcialidad de la justicia y la demanda de sus exigencias. Es el sueño de una sociedad que no se rige por los privilegios de una raza, de una clase social, de un sexo o de una profesión.
- Definición y sentido de la justicia
Los autores clásicos dedicaron una larga reflexión a la virtud de la justicia. A modo de ejemplo citemos algo de lo escrito por Aristóteles y Cicerón.
Algo que resalta en Aristóteles es la claridad que tiene sobre la multiplicidad de sentidos que podemos encontrar contenidos en la palabra “justicia”. De tal manera que la llegó a considerar como resumen y clave de toda bondad ética. En su obra “Ética a Nicómaco” apunta que la justicia como virtud específica tiene por objeto la distribución de honores, dinero o cualquier otra cosa compartida entre los miembros de una comunidad o bien la regulación de los tratos entre los individuos.
Cicerón, por su parte, dice que la justicia es un sentimiento que nos lleva a atribuir a cada uno lo suyo y que tutela con equidad y generosidad los vínculos de la sociabilidad humana. En este autor es también interesante anotar la observación que hace, en la que afirma que esta virtud afecta la totalidad de las relaciones humanas. Así cuando la justicia se dirige a Dios, recibe el nombre de religión. Cuando se orienta hacia los padres, se identifica con la piedad. Y cuando es respecto a las cosas que nos han sido confiadas, se llama fidelidad.
Dando un enorme salto en el tiempo, podemos ahora apuntar la definición de justicia en San Agustín: “es la virtud que manda dar a cada uno lo suyo”. Para este santo esta virtud es absolutamente necesaria en el hombre de buena voluntad. Esta última idea del obispo de Hipona la retoma san Juan Pablo II en una de sus audiencias generales de 1978 cuando dice que: “la justicia es principio fundamental de la existencia y la coexistencia de los hombres, como también de las comunidades humanas, de las sociedades y de los pueblos”.
Recordados estos autores podemos decir, de manera general, que la justicia es la que regula las relaciones entre los ciudadanos, así como los deberes y derechos de éstos ante los demás, ante la sociedad y los que la dirigen.
III. Teología de la justicia
Dice Flecha Andrés que las referencias de los Santos Padres a la justicia son innumerables. La ensalzan, explican sus relaciones con la caridad, pero también con el poder. Denuncian todo lo que se opone a la justicia como es la usura, los atropellos a los pobres, la dureza de los ricos, los fraudes en los tratos y el despilfarro de los bienes.
Saltando hasta la edad media, nos encontramos con santo Tomás de Aquino. Quien en el marco de su Suma Teológica, estudia la virtud de la justicia. A la que define como “la perpetua y constante voluntad de dar a cada uno su derecho”. Esta virtud rectifica las operaciones humanas con relación a los demás. Sim embargo hay que tener claro que la justicia no se reduce a una simple distribución de los bienes materiales.
Como vicio opuesto, santo Tomás estudia la injusticia, y la concibe de dos maneras: la injusticia ilegal, se opone al bien común que desprecia. Y otra que entraña cierta desigualdad con respecto a otro individual; esto es: la avaricia. Respecto a este segundo tipo de injusticia, me gustaría citar el “Sermón 60” de san León Magno: “Miren, amadísimos, y consideren prudentemente qué raíces y frutos nacen de la estirpe de la avaricia, la cual la definió acertadamente el apóstol como la raíz de todos los males (1 Tm 6, 10), porque ningún pecado se comete sin deseo desordenado, y todo apetito ilícito es enfermedad de esta codicia… No hay ningún vestigio de justicia en aquel corazón donde habita la avaricia.
A lo largo de los últimos cien años, los continuos pronunciamientos papales, que formar el cuerpo de la Doctrina Social de la Iglesia han insistido en numerosas ocasiones en la importancia de la justicia, entendida como actitud y virtud o bien como estilo de una sociedad humana.
En el Concilio Vaticano II la justicia es evocada con mucha frecuencia. Los textos conciliares se refieren a ella, entendiéndola bien como la santidad que Dios concede a los hombres y espera de ellos o bien como una nota indispensable del Reino de Dios: un reino de verdad y de vida, un reino de santidad y de gracia, un reino de justicia, de amor y de paz (Cfr. LG 36).
- Justicia y responsabilidad moral
La vivencia de la justicia está llamada a constituirse en una verdadera profecía que tiene siempre la doble dimensión del anuncio y de la denuncia.
La justicia es siempre un anuncio de la dignidad del ser humano creado a imagen y semejanza de Dios. Esta virtud profesa la grandeza del ser humano, con independencia de sus cualidades circunstanciales (sexo, edad, raza, posición social, afiliación política y credo religioso). Anuncia que el ser humano no se puede reducir al tener de los hombres y mujeres.
Por último, una moral que tome en serio la justicia habrá de denunciar los muchos atentados que se perpetran cada día contra los mas desfavorecidos e inocentes, contra los pueblos indígenas y contra los refugiados, conta los niños -nacidos y no nacidos – y contra los adultos mayores. La fe no es verdadera si no produce frutos de justicia, tanto en la actuación individual de los creyentes, como en las estructuras sociales a las que pertenece.
En frase…
La fe no es verdadera si no produce frutos de justicia…