Mons. Launay Saturné/ Arzobispo del CapHaïtien Presidente de la Conferencia Episcopal de Haití
Por medio de estas breves reflexiones la Conferencia Episcopal de Haití (CEH) desea compartir su modesta contribución a las numerosas reflexiones que esta encíclica ha venido estimulando en el seno de las Conferencias Episcopales.
Digamos, antes que nada, que la CEH ha acogido calurosamente esta “encíclica social” que el Santo Padre ha querido escribir “para que, frente a diversas y actuales formas de eliminar o de ignorar a otros, seamos capaces de reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y de amistad social que no se quede en las palabras” (FT 6).
Mirando específicamente a nuestra realidad latinoamericana y caribeña, estamos gratamente sorprendidos por la pertinencia actual de las reflexiones del papa Francisco en Fratelli tutti y, sobre todo, por la urgente llamada que él dirige a las religiones —cristianas y no cristianas— a estar sinceramente al servicio de la paz, la justicia, la fraternidad, el amor fraternal y la amistad social. En efecto, nuestra realidad latinoamericana y caribeña se caracteriza precisamente por esta sed —y, por lo tanto, de la falta o ausencia— de paz, justicia, fraternidad, amor fraternal y amistad social.
Sin pretender proceder a hacer un análisis exhaustivo ni a tomar en consideración todos los aspectos de la realidad que viven los pueblos latinoamericanos y caribeños, quisiéramos resaltar lo mucho que el octavo capítulo de Fratelli tutti nos lleva —o debe llevarnos— a fijar nuestra atención sobre todas las tendencias sociales, culturales y religiosas de esta realidad, que favorecen la promoción de la paz, la justicia, la fraternidad, el amor fraternal y la amistad social; pero también sobre las tendencias que la obstaculizan.
Recordando, desde el comienzo, que “las distintas religiones, a partir de la valoración de cada persona humana como criatura llamada a ser hijo o hija de Dios, ofrecen un aporte valioso para la construcción de la fraternidad y para la defensa de la justicia en la sociedad” (FT 271), el papa Francisco sutilmente invita en cierta manera a las religiones —cristianas y no cristianas— a un verdadero trabajo de autocrítica, preguntándose en qué medida contribuyen verdaderamente a la construcción de la fraternidad y a la defensa de la justicia en las sociedades latinoamericanas y caribeñas.
A la luz del octavo capítulo de Fratelli tutti, los miembros de las diferentes religiones están invitados a un verdadero examen de conciencia preguntándose, con toda sinceridad, si son realmente capaces de llevar a cabo ese diálogo al que se refiere el Santo Padre, diálogo que “no se hace meramente por diplomacia, amabilidad o tolerancia. Como enseñaron los Obispos de India, «el objetivo del diálogo es establecer amistad, paz, armonía y compartir valores y experiencias morales y espirituales en un espíritu de verdad y amor»” (FT 271).
Compartimos la profunda convicción del papa Francisco, que “entre las religiones es posible un camino de paz” (FT 281) y que los creyentes, sin importar cuál sea su religión, “necesitamos encontrar espacios para conversar y para actuar juntos por el bien común y la promoción de los más pobres” (FT 282). Frente a la proliferación de religiones y sectas religiosas fundamentalistas, el gran desafío para los pueblos latinoamericanos y caribeños es el de volver a nuestras fuentes para concentrarnos en lo esencial: la adoración a Dios y el amor al prójimo, de manera que algunos aspectos de nuestras doctrinas, fuera de su contexto, no terminen alimentando formas de desprecio, odio, xenofobia, negación del otro. La verdad es que la violencia no encuentra fundamento en las convicciones religiosas fundamentales, sino en sus deformaciones (FT 282).
Como lo recuerda tan oportunamente el papa Francisco, no se trata de imponer doctrinas, sino de comunicar el amor de Dios (cf. FT 4). En nuestra realidad latinoamericana y caribeña, se hace urgente y prioritario que las religiones expresen “lo esencial de una fraternidad abierta, que permite reconocer, valorar y amar a cada persona más allá de la cercanía física, más allá del lugar del universo donde haya nacido o donde habite” (FT 1).