El pasado jueves 17 de octubre, en la ciudad de Culiacán fue detenido Ovidio Guzmán López, hijo del narcotraficante Chapo Guzmán (purga cadena perpetua en Estados Unidos), a quien las autoridades debieron liberar para controlar los focos de violencia desatados por miembros del crimen organizado.
Muchas fueron las reacciones a esta acción, así como muy polarizadas por el hecho inédito de que un Gobierno federal tomara esta decisión. Mientras unos aplaudieron la decision del presidente, otros lo consideraron un error y signo de Estado Fallido. Por ello la pregunta de esta semana es:
¿Cómo debemos asumir la acción del gobierno en Culiacán?
¿Recuerdan este pasaje bíblico: “¿O qué rey, cuando sale al encuentro de otro rey para la batalla, no se sienta primero y delibera si con 10 mil hombres es bastante fuerte para enfrentarse al que viene contra él con 20 mil?”? (Lc. 14, 31)
Tanto lo acontecido en Sinaloa, como lo ocurrido en Michoacán semanas atrás, debe en primera instancia motivar a la reflexión y el cuestionamiento, porque ambos sucesos son prueba de una crisis del Estado de Derecho que vivimos.
El Estado de Derecho, es la forma en cómo se ejerce el poder bajo el mandato del orden jurídico (es decir, las leyes, los reglamentos, la V=Constitución) y una de las características del Estado de Derecho es el “Imperio de la Ley”.
Bajo esa característica, ninguna persona se encuentra por encima de la ley. Es decir, no se crean voluntades particulares que se impongan sobre lo que ordena ley, por eso la relevancia del Poder Judicial y Legislativo. La ley es expresión de la voluntad de un pueblo soberano, generado por la participación ciudadana y por sus representantes.
Los hechos citados bajo la premisa planteada refieren que estamos en condiciones de un Estado fallido. Es necesario que en actos que impliquen el uso de la fuerza pública, el poder ejecutivo vaya acompañado de un análisis claro y decidido, pero además de una estrategia política y social para resolver con determinación los problemas que situaciones tan dramáticas como la que genera lo acontecido.
Mtra. Yadira Lozano, politóloga
Los hechos ocurridos en la ciudad de Culiacán el jueves 17 de octubre son muy conocidos por la sociedad. Personalmente coincido con las lecturas o análisis que hablan de un operativo oficial improvisado, descoordinado y por consiguiente fallido; Y que la reacción del crimen organizado, en ese Estado y en esa circunstancia, doblegando a las fuerzas militares, manifestó su capacidad de fuerza, de fuego, de comunicación y de organización.
En ese contexto la decisión del Gobierno federal de liberar al ya detenido Ovidio Guzman Lopez, hijo de Chapo Guzman, me parece acertada y muy responsable. Fue una opción ética, a favor de la vida, por el riesgo real en que se encontraban cercados y amenazados de muerte los familiares de los militares, un grupo de militares del operativo, y si se desataba la violencia o el enfrentamiento, un número incontable de ciudadanos indefensos e inocentes habrían sido víctimas. Era previsible una masacre que posteriormente lamentaría todo el país.
Ciertamente no se respetó una norma jurídica al liberar a un delincuente, pero se optó por la vida,. Y la vida prevalece sobre las normas jurídicas. Me parece que a la luz del Evangelio son decisiones plenamente justificadas. El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado. (Mc.2,27).
Pbro. Oscar Enríquez, Centro de Derechos Humanos Paso del Norte
La acción de combatir al narcotraficante Ovidio Guzmán López, hijo del Chapo, por parte de las autoridades estatales y federales que participaron en el operativo para su detención; evidenció la debida falta de coordinación, preparación y evaluación del daño colateral que ocasionaría. En el sexenio de Felipe Calderón pudimos darnos cuenta de la terrible realidad sobre la corrupción entre los mandos de la Policía Federal y del Ejército Mexicano, que contribuyeron a favor de la delincuencia organizada. Miles de víctimas inocentes murieron dejando en la orfandad a miles de niñas y niños que hoy son jóvenes y algunos adultos. El gobierno federal nunca reparó el daño colateral que ocasionó, ni disminuyó el narcotráfico, ni las operaciones de lavado de dinero dejaron de practicarse.
Ésta vez, el Presidente Andrés Manuel López Obrador, dio la orden de liberar al hijo del Chapo Guzmán, ante la amenaza de un nuevo enfrentamiento que causaría la muerte de víctimas inocentes, incluyendo a las familias de los militares que residen en Culiacán Sinaloa, cuya emboscada estaba prácticamente lista para efectuarse. Lo cuestionable en mi opinión es la falta de previsión e inteligencia de las autoridades encargadas de la seguridad pública, que se evidenciaron con cierta debilidad, ante los criminales que portaban armas de alto poder, incluso similares o más potentes que las de los soldados. El Presidente de México, ha definido su política pacífica para lograr la estabilidad y la paz. Se ha comprometido a combatir a la corrupción que durante décadas ha mantenido al país hundido en la miseria, protegiendo la economía de los que menos tienen.
Creo acertada la decisión del Presidente. Dijo que “no se puede apagar el fuego con fuego” y que “La captura de un criminal no puede valer más que la vida de las personas”. Los tiempos de guerra nunca han cesado por la soberbia de los que ostentan el poder. Hubo errores en el operativo, pero es mejor reconocer y retomar con madurez la estrategia para enfrentar el problema, que derramar sangre inocente.
Lic. Héctor Ramón Molinar Apodaca/ Abogado mediador
Hace unos días se reportó en los medios de comunicación la captura del hijo del Chapo, Ovidio, el cual es acusado por su involucramiento en actividades del narcotráfico relacionado con el Cartel de Sinaloa. La ventaja de la tecnología a la cual tenemos acceso hoy en día es que no sólo podemos conocer del hecho por los medios de noticias sino también por las redes sociales, en las cuales pudimos ver cómo la gente tenía pánico y corría para protegerse. Se veía cómo el Ejército y la gente del cártel peleaba por las calles como si la ciudad fuera un campo de guerra. Dos son los pensamientos que me vienen. El primero es que el acontecimiento refleja una falta de estrategia clara por parte del gobierno estatal y federal ya que este tipo de capturas deben de ser planificadas de manera que se prevengan este tipo de riesgos tan lamentables y peligrosos para la población de Culiacán. El Ejército se vio superado por número de elementos y armas por parte del cártel, de tal manera que de no haber soltado a Ovidio, es probable que hubiera habido muchas muertes. La planeación debió haber sido con más elementos presentes para que hubieran podido controlar la situación. Mi segundo pensamiento es que, a pesar de la mala planeación de la captura, el proteger a la sociedad, el cancelar la captura para prevenir muertes civiles, es algo que hubiera deseado hubiera pasado pronto en Ciudad Juárez. Por muchos años, Ciudad Juárez fue víctima de este tipo de violencia, y el gobierno nunca modificó su estrategia, llegando a tener un aproximado de 10 mil muertes en unos cuantos años, pareciendo que al gobierno no le importaba la población de nuestra ciudad. Juárez fue un campo de guerra del cual la única estrategia fue la de violencia y esto trajo una serie de consecuencias fuertes y negativas personales y sociales. No sé cual será la estrategia nacional del nuevo gobierno, pero me da gusto que no se siga el mismo camino por el que pasó Juárez hace 10 años, el cual sólo trajo muerte y violencia.
Ma. de la Asunción Gutiérrez/ Empresaria