El pasado 10 de julio el padre José Solís Aguilera celebró sus 50 años de sacerdocio. La diócesis le agradece su entregado servicio a lo largo de medio siglo…
Ana María Ibarra
Agradecido con Dios por cada una de las experiencias vividas en su sacerdocio, el padre José Solís Aguilera no se considera un sacerdote extraordinario, sino que simplemente ha vivido confiando en Dios y descubriendo el camino que le va marcando.
Sacerdote por gracia de Dios
Como la mayoría de las vocaciones, la inquietud por el sacerdocio nació en el padre Solís siendo un niño común y corriente, que gustaba de jugar con sus amigos en los charcos que se hacían tras la lluvia en su natal Villa Ahumada, hoy Ciudad Ahumada.
“Me ilusionaba por la celebración de la misa y me sabía todo muy bien en latín. Eso me movía para el futuro”, compartió el padre, quien fue monaguillo en su ciudad natal.
Iba a cumplir 13 años cuando ingresó al Seminario de Chihuahua, en 1959. Entraría a primero de secundaria, como era el estilo en aquel entonces, cuando se cursaba el Seminario menor con tres años de secundaria y dos de prepa.
“Mi mamá y papá nunca se opusieron, tuvieron un pensamiento muy cristiano, ellos me llevaron a Chihuahua”, dijo.
Después de eso continuó con sus estudios superiores en Montezuma, Nuevo México.
“Se llamaba Seminario Pontificio porque el papa se lo encargó a los Jesuitas para la formación de sacerdotes. Ahí solíamos ir muchos de toda la República Mexicana, porque así era el plan en la Diócesis de Ciudad Juárez”.
El padre Solís tuvo su formación en el Seminario Pontificio de Montezuma de 1964 a 1971.
Una política de don Manuel Talamás Camandari, recordó el padre Solís, era que cada candidato al sacerdocio fuera ordenado en su lugar de origen, por lo que el día de su ordenación fue una gran alegría no sólo para su familia, sino para el pueblo entero.
“Me conocían bien. Todos estábamos muy contentos por la ordenación. Hubo un sacerdote jesuita, Rubén Cabello, que también salió de Villa Ahumada y fue mi maestro en el Seminario de Nuevo México”.
El padre Solís fue ordenado diácono transitorio el 4 de julio y una semana después, el 10 de julio, sacerdote. Esto por una petición especial que hizo a don Manuel pues en esas fechas sería enviado a una misión y deseaba ir como sacerdote para poder impartir el sacramento de la Confesión.
50 años de bendiciones
Hoy, a cincuenta años de distancia, el padre Solís reconoce que este tiempo ejerciendo su ministerio sacerdotal ha estado lleno de bendiciones de Dios.
“Como dice el Salmo: no sé cómo pagar las maravillas de Dios nuestro Señor. Difícil de resumir en un ratito toda una vida entregada al servicio de la Iglesia con todas las aventuras que implican las predicaciones, la misión, el servicio. Puedo decirlo, siempre he sentido la presencia de Dios que me lleva por los caminos”, aseguró.
El padre Solís fue formador en el Seminario Regional del Norte, en Chihuahua y maestro en la sección de teología que se encontraba en Chihuahua
“Fueron siete años de servicio al Seminario y me llenó mucho de alegría”, dijo el sacerdote, para quien nada, dentro de su ministerio, ha sido difícil.
“Todo ha sido llevado con la ayuda de Dios. Todo es cuestión de que uno no se haga víctima de la vida”, afirmó.
Por tanto, compartió, siempre pensó en llegar a este momento y continuar.
“Pienso durar más. Es el deseo de vivir en mi oficio como sacerdote, al servicio de Cristo en la Iglesia Católica”.
Nunca he pensado en renunciar
Así pues, aunque ya cuenta con la edad para la renuncia -cumplió 75 años el pasado 19 de marzo-, no está en sus planes retirarse.
“En este momento me siento con muchas ganas de seguir adelante, nunca he pensado renunciar a los oficios, sino morir como los árboles, de pie en la entrega y el servicio”.
El padre José dijo que se encuentra disponible para continuar en los destinos que el obispo le defina.
“Toda la vida sacerdotal me llena: los proyectos de evangelización, los apostolados, los grupos”.
Experto en Tierra Santa
Un deseo que el padre Solís tuvo desde su infancia al adentrarse a la vida de Jesús fue conocer Tierra Santa, lo cual ha cumplido y gracias a eso no ha dejado el estudio de la Biblia.
“Siempre vi a Jesús en el pueblo judío, en el pueblo hebreo, por eso tenía la ilusión de conocer la Tierra Santa en Israel. Bendito sea Dios se me ha concedido muchas veces y la conozco muy bien. Eso me llevó a estudiar más la Biblia en su contexto hebreo, en su contexto histórico y eso me ha ayudado mucho para crecer en mi fe. Somos una fe judeocristiana”.
Es así como el padre Solís se ha sentido muy unido a Jesús y ha corroborado su fe.
Su invitación
“Una enseñanza muy fuerte para seguir viviendo mi fe cristiana como sacerdote son las enseñanzas del Concilio Vaticano II y las enseñanzas de los papas. Me han tocado papas muy santos que nos han conducido por el camino de Dios y el Reino de Dios y para este tiempo”.
A toda la comunidad cristiana, el padre Solís invitó a seguir creciendo en la fe.
“No nos rajemos en el proyecto que nos va tocando, somos parte de un solo Cuerpo como dice san Pablo, diferentes ministerios, diferentes oficios y carismas, pero vamos construyendo el Reino de Dios en la Iglesia”.