¿Hay una manera feliz de vivir la soledad?…la psicóloga Victoria Nettel de Robles responde en esta entrevista…
Es en la soledad en donde sucede lo trascendente del ser humano y por ello es importante aprender a vivir en el encuentro con Dios en la soledad.
Así lo explicó la psicóloga católica Victoria Nettel de Robles, para quien la soledad es parte de la vida humana.
“El hombre sólo se descubre a sí mismo en el encuentro con el otro, pero en los momentos decisivos siempre estará solo” dijo al abordar el tema en una entrevista que presentamos a continuación.
1.- ¿Qué es la soledad?, ¿Cómo debe asumirla el ser humano?
Pienso que la soledad no es la condición ideal del hombre. Nacimos de una relación entre dos personas. Casi siempre como fruto de una relación basada en el amor, pero aunque no sea así, los seres humanos somos concebidos en una interacción entre un hombre y una mujer. Ya desde la concepción se requiere de dos células diferentes para formar un nuevo ser.
Fuimos creados a imagen de Dios y Dios se nos ha revelado como comunidad. La Santísima Trinidad es la unidad de tres personas distintas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y al nacer somos totalmente dependientes de nuestros padres, no podemos sobrevivir sin el amor y los cuidados que nos brindan.
Pero al mismo tiempo, somos un individuo independiente, que vivirá su existencia en la búsqueda de su identidad personal y es ahí donde nos encontramos con esa realidad misteriosa que llamamos soledad: el sentimiento de estar abandonado a las propias fuerzas, de no ser incluido en el grupo humano donde vives, sentir desamparo, y desolación.
2.-¿Cómo se debe vivir cristianamente la soledad?
La misma pregunta encierra la respuesta, la soledad vivida cristianamente es vivir la vida en clave de Cristo, y esto solo puede darse con base en un encuentro personal profundo que nos cambie los esquemas, los criterios, los valores del mundo por los que el Señor nos ofrece en su Evangelio.
Vivida así la soledad no es un estado de angustia, sino un espacio para encontrarnos con Dios, para abrir nuestra mente y corazón a su acción liberadora, para transformarnos en sus amigos, en sus discípulos, en hijos de un Padre que nos ama gratuita y eternamente. Y así descubriremos que no estamos solos porque Dios siempre está con nosotros, y se superan la angustia, el miedo y la tristeza, porque la vida se puebla de Dios y te lanza a buscar a los hermanos, a llevarles la buena noticia del amor y la misericordia y la paz que se ha encontrado en Él.
3.- ¿Cómo la soledad puede volverse enfermiza?
El ser humano, para llegar a la plenitud, necesita descubrir el sentido de su vida, darle un significado a la existencia. En esta búsqueda se va a encontrar con más preguntas que respuestas, lo que le ocasiona la llamada “angustia existencial”.
Esta experiencia puede llevarnos a crecer y madurar emocional y espiritualmente, o a perdernos en la enajenación materialista y consumista que nos ofrece la cultura actual.
Cuando la búsqueda se centra en obtener dinero, poder, bienes y satisfacción a necesidades que son creadas artificialmente, esa angustia existencial no se resolverá, sino que queda sepultada por esos bienes que realmente deben ser considerados como medios.
Pero llegan momentos en la vida que nos confrontan con nuestra propia indigencia personal: la enfermedad, la muerte de una persona amada, el fracaso, un descalabro económico, la pérdida del prestigio enfrentan a la persona con un vacío interior que le ocasiona el sentimiento de soledad, tristeza, impotencia y miedo y puede llegar a la desesperación, que es la más terrible de las experiencias: perder la esperanza.
La soledad sin embargo es una realidad que no necesariamente nos tiene que llevar a ese estado tan trágico y doloroso, también puede ser una oportunidad de corregir el rumbo y de buscar lo que realmente puede darle sentido a la vida.
4.- ¿Cómo vivió Jesús la soledad?
Jesús es el mejor maestro para cualquier circunstancia de la vida, porque vivió abierto al Padre y vuelto hacia el hombre en todo momento. Él no rehuyó ninguna experiencia humana, fue leal al hombre viviendo todo el espectro de la experiencia humana en el amor y el dolor. Vivió el abandono de sus discípulos, la traición, la persecución, el hostigamiento social, el desprestigio y toda su actividad apostólica terminó en el fracaso de la cruz, en una tarde gris donde experimentó la más terrible soledad: el silencio de Dios.
Esto lo pudo superar porque en su vida construyó una fortaleza inexpugnable; siempre buscó el encuentro con su Padre en el silencio y la soledad; se retiraba a lugares apartados para estar a solas y en silencio con su Padre, ahí está la fuente de su fortaleza y energía, en escuchar la voz del Padre y en hacer su voluntad.
Esto se resuelve primero en Getsemaní, cuando después de llorar, clamar, suplicar, sudar sangre, termina diciendo “Pero que no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieras Tú” y al final en la Cruz cuando se entrega en las manos de su Padre.
5.- ¿Qué nos dice la Biblia sobre la soledad?
En la Biblia se puede ver que la soledad tiene dos significados: el de abandono y sufrimiento pero también el de oportunidad de ser trabajado por Dios.
En el Antiguo Testamento vemos cómo los grande hombres como Abraham, Elías, Moisés se forjaron en el desierto; cómo el Pueblo de Dios, al salir de Egipto, Dios lo conduce en un largo recorrido por el Sinaí para purificarlo y llevarlo a la tierra prometida, porque la distancia entre los dos puntos del trayecto no era tanta, pero el proyecto de Dios para forjar a su Pueblo si requería de mucho tiempo.
En el Nuevo Testamento vemos a Jesús buscar el silencio y la soledad continuamente, y estas son las característica del desierto. En diferente ocasiones en los Evangelios se menciona “Jesús, como era su costumbre, se retiró a un lugar apartado para orar”. Ahora estamos viviendo la Cuaresma, como recuerdo de los 40 días que el Señor se retiró al Desierto antes de iniciar su misión, y ahí sufrió física y espiritualmente, pero se llenó de la fuerza del Espíritu Santo que le impulso a retirarse para después lanzarse a cumplir lo que le encomienda su Padre.
Podemos decir pues, que la soledad parte de la vida humana. El hombre sólo se descubre a sí mismo en el encuentro con el otro, pero en los momentos decisivos siempre estará solo, la enfermedad, el dolor, la muerte se enfrentan en soledad. Los demás nos acompañan hasta un cierto punto, pero lo trascendente sucede en la soledad del ser, en la cual el único que puede hacerse presente es Dios. Por esto la importancia de aprender a vivir el Encuentro con Dios en el silencio y soledad de la oración personal.
Cómo enfrentar la soledad
La psicóloga explicó algunos casos de soledad en que necesaria una atención psicológica y espiritual.
“Podemos vivir en medio de muchas personas y sentirnos solos, esto es lo más triste que se puede vivir: la soledad en compañía. En este caso estamos hablando de problemas o conflictos en las relaciones como efecto de inmadurez emocional que interfiere en la comunicación afectuosa y cercana, basada en la aceptación mutua, el respeto y la confianza. En este caso habrá que buscar ayuda profesional”.
“También puede suceder que por circunstancias de la vida la persona se haya quedado sola en casa. El cónyuge falleció, los hijos formaron sus familias, y en ocasiones, las limitaciones propias de la edad avanzada o de la enfermedad y la persona ve reducidas las oportunidades de convivir con otras personas. Muchas veces pueden sentirse abandonadas por sus familiares y amigos porque, aunque ellos procuren visitarlas y apoyarlas, al sentirse desvalidas y solitarias pueden sentir que es poco lo que se les da, o considerarse un estorbo”.
¿Qué hacer?
Si la persona aún tiene salud y fuerza lo más efectivo es salir de sí misma, no permitirse caer en autocompasión ni estar pensando qué deberían hacer los demás por ella y en cambio preguntarse qué puede hacer ella por los demás. Buscar opciones para servir a Cristo en los más necesitados, siempre habrá alguien a quien ayudar, y si es posible, unirse a un grupo de caridad y servicio, porque además de tener el privilegio de dar, encontrará afecto y compañía con las otras personas del grupo..
Y si ya no puede valerse por sí misma, tiene la gran oportunidad de vivir en la mejor compañía, de estar continuamente en la Presencia de Dios por medio de la Oración. Será el momento de dejarse cuidar, de dar a otros la oportunidad de servir. Agradecer y disfrutar esos momentos de compañía y aceptar, con paciencia y humildad que ya no puede ser quien da, que ahora le toca lo más difícil, ser quien necesita ser servido y unirse a Cristo en el sufrimiento y la oblación.