En torno al segundo debate nacional sobre la legalización de la mariguana realizado en nuestra ciudad, vinieron a mi memoria algunos amigos míos que fueron ávidos consumidores de la hierba. Uno de ellos me contaba que, durante su tiempo de adicción, robaba a su madre dinero de su bolsa para comprar la droga. Llegó incluso a sacar de su casa la plancha y la licuadora para venderlas, con tal de tener el consuelo que le daba la ‘mota’.
Otro viejo amigo, quien también gustaba de fumar churros, se quedó permanentemente ‘arriba’. Sus compañeros de escuela decíamos que andaba siempre con el disco rayado. Durante muchos años vivió una vida a medias, cual zombi viviente, sin despegar en ningún proyecto o trabajo, porque sus neuronas estaban dañadas y su voluntad, muy disminuida.
Los confesionarios y oficinas parroquiales son frecuentemente paño de lágrimas para muchas madres de familia que no se consuelan porque sus hijos se drogan. “A mi hijo lo está destruyendo la mariguana –me decía una mujer–; no quiere aportar nada para el gasto y ya lo han corrido de varios trabajos, pasa mucho tiempo encerrado en su cuarto, fumando”. Y si esta pobre mujer lo descuida, no faltará mucho tiempo para que su hijo empiece a deambular por las calles, como indigente, mendigando un poco de dinero para tener el narcótico.
Legalizar el consumo de mariguana es una derrota de humanidad. Es propagar un falso paraíso para los jóvenes. ¿Por qué corromperlos de esta manera, haciendo que vivan como enanos existenciales? Sin duda, los únicos beneficiados serán los nuevos narcos de saco y corbata y el mismo gobierno que, además de recaudar una gran cantidad de impuestos, ejercerá sobre ellos una forma de dominio, de control social. Así como en las cárceles se permite el uso de drogas en los internos para evitar motines y desórdenes, así con el aumento del consumo de mariguana, los jóvenes serán criados como mansos corderos llevados al matadero, educados para consumir y para no sublevarse, sobre todo en cuestiones políticas.
La discusión sobre el consumo legal de mariguana descubre el enorme vacío de ideales que existe hoy en la sociedad mexicana. El filósofo francés Blaise Pascal decía que “Lo único que nos consuela de nuestras existencias es la diversión. Y, con todo, es la mayor de nuestras miserias. Porque es lo que más nos impide pensar en nosotros, y lo que nos hace perdernos insensiblemente. Sin ella nos aburriríamos, y ese aburrimiento nos empujaría a buscar un medio más sólido de salir de él, pero la diversión nos entretiene y nos hace llegar insensiblemente a la muerte”.
Señalaba el papa Francisco a los jóvenes en Morelia: “Uno de los mayores tesoros de esta tierra mexicana tiene rostro joven, son sus jóvenes. Sí, son ustedes la riqueza de esta tierra. Cuidado, no dije la esperanza de esta tierra, dije: «Su riqueza». Una montaña puede tener minerales ricos que van a servir para el progreso de la humanidad, es su riqueza pero esa riqueza hay que transformarla en esperanza con el trabajo como hacen los mineros cuando van sacando esos minerales. Ustedes son la riqueza, hay que transformarla en esperanza”.
¿Progresará México corrompiendo la riqueza de sus jóvenes? La marihuana puesta en la mesa matará las esperanzas de la juventud y les enseñará que a la vida vinimos solamente a matar el tiempo y a dejar que el tiempo nos mate.