En la fiesta de la Cátedra de San Pedro, el obispo celebró su décimo aniversario de ordenación episcopal, realizada precisamente en esta ciudad el 22 de febrero del 2006.
Este es el mensaje que dio en su aniversario.
Muy estimados hermanos sacerdotes, queridas religiosas, muy amados hermanos todos en el Señor, hace rato el padre Raúl (Vega) me hacía recordar que hace diez años cómo estaba nervioso. Por la gracia que el Señor me estaba regalando eran muchas emociones en ese año. Lo importante hoy es mantener aquella emoción, no perderla, no caer en la rutina, sino mantener esa alegría, ese gozo y agradecimiento por del don recibido de parte del Señor.
Por eso esta tarde-noche en compañía de mis hermanos sacerdotes y de todos ustedes celebro estos diez años de ministerio episcopal, tres años como auxiliar acompañando a Don Renato, después seis años como primer obispo de la entonces nueva Diócesis de Gómez Palacio, y ¿quién iba a pensar volver nuevamente ya como obispo titular de Ciudad Juárez?. Un año ya que estoy entre ustedes y se sigue manteniendo ese nervio, esa sabiduría ese entusiasmo.
No tengo más que agradecerle infinitamente al Señor el don recibido aún con mis fallas y debilidades, en esta fiesta como hoy, de la Cátedra de San Pedro, fiesta muy importante que nos invita a estar todos unidos en la fe.
Decía el papa en la solemnidad de hoy que debemos confesar nuestra fe, unirnos en Cristo, que es la roca, que es la piedra angular y que elige a Pedro también como piedra-roca para que lo haga presente en la Iglesia. El papa Francisco en esta celebración nos invita a renovar nuestra fe ante la pregunta que hoy hace Jesús en el evangelio ¿quién soy?, ¿quién dice la gente que soy?, pero ¿para ustedes quién soy?
Como Iglesia, como familia, como diócesis, en la juventud, en el matrimonio, debemos confesar públicamente que Jesús es el Señor, pero también confesarlo con el testimonio, con las obras, viviendo el don que hemos recibido con generosidad.
Como nos dice la carta de San Pedro: ejerzan su ministerio pastoral con alegría, con generosidad, con entrega, con amor. Si en algo debemos distinguirnos es en el amor, en el servicio, en la entrega, en la misericordia.
Muchas veces hemos sido tentados, no dejamos de ser frágiles, y en el ejercicio de nuestro ministerio podemos vivir la frialdad, la ambición, el deseo de poder, la fama, el aplauso y hoy se nos pide que no sea así. Más en el caso del obispo, que está al frente de una Iglesia y debe dar ejemplo de sencillez, generosidad, entrega, alegría, tratar bien a los demás, servir con amor a ejemplo de Cristo Buen Pastor.
Como obispo ¿qué puedo decir yo? Me he esforzado por vivir con fe, con alegría, pero también confieso que me he equivocado, los he defraudado, me he enojado.
Pero la intención, la actitud que pide el Evangelio es esforzarme cada día por vivir el Evangelio que él nos pide confesar que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios.
Decía el papa también en la homilía del día de hoy que no podemos quedarnos callados ante la pregunta de quién es Él. Tengo que contestarle hoy como sacerdote, como religiosa, como padre de familia, como joven, como Diócesis de Ciudad Juárez quién es Jesús, qué significa el para nuestra vida el Mesías, el Señor que da la vida por mí, el que se entrega, el Buen Pastor que me invita a imitarlo, a seguirlo en la fidelidad y en la entrega.
Siempre en estos diez años he experimentado de una manera fuerte el amor de Dios y la presencia de Dios en mi vida, en mi ministerio: cuando va uno a las parroquias, en las Confirmaciones y la gente se le acerca a uno para que bendiga.
En mi ministerio Dios es grande, Dios es bueno, Dios es misericordioso. Esta fiesta nos invita a renovar nuestro compromiso, a continuar adelante, a seguir trabajando siguiendo los consejos de Pedro, pero siempre que nuestra respuesta sea clara.
Uno de los ministerios principales del obispo es el ser profeta, anunciar que Jesús es el Mesías, el Salvador, el Hijo de Dios, pero también celebrarlo en la Eucaristía, en los sacramentos, en el ministerio escrito de la Liturgia, celebrando con gozo y fe, con ganas, vigor y amor, para luego también dar a los demás.
Mi ministerio episcopal, como sacerdote no se entiende solo, sino en comunión con los más cercanos colaboradores, con la vida consagrada y con todos los laicos, con todos los fieles entregados, llenos de fe, trabajando en las parroquias, en las comunidades, en los grupos.
Somos todos, somos la colectividad, como dirá el papa, todos unidos en torno a Pedro, en torno al papa Francisco, como lo hemos vivido este pasado 17 de febrero como diócesis…es la unidad de la fe. Todos estamos unidos porque creemos que Jesús es el Señor y eso nos tiene que llevar a santificarnos, cada quien en su propia vocación.
Al celebrar estos diez años como obispo, qué mejor regalo que la presencia del papa entre nosotros. Ha sido una bendición, todos hemos experimentado el regocijo, la bendición, la gracia que Dios nos ha regalado a través de la presencia del papa cada minuto que vivimos con él. Estoy profundamente agradecido con él. Lo acompañé desde que bajó del papamóvil y no me separe de él hasta ya de regreso nuevamente al aeropuerto.
Cada momento lo hemos vivido de una manera extraordinaria…yo estoy muy feliz, bendecido por el Señor y eso me invita a dar más, a entregarme, a corregir mis errores que son muchos, a seguir luchando y trabajando, pero no solo. Con todos ustedes sacerdotes, religiosos y religiosas, con los fieles, mi familia y la familia de cada uno, hermanas y hermanos, mi familia, que son ustedes, seguir adelante, seguir trabajando con mucho empeño.
Quise también este día, con la alegría de mi Señor celebrar esta acción de gracias aquí en esta parroquia, y desde aquí para toda la diócesis.
Que el Señor nos bendiga, nos siga protegiendo, que nuestra Señora de la Paz nos cubra con su manto, nos cubra con su amor, con su ternura. Agradezco su oración, su cariño y su amor que siempre todos me han manifestado. Un abrazo para todos y cada uno de ustedes y para toda la diócesis. Sigamos pues con alegría con gozo sirviendo al Señor. Así sea.