Ana María Ibarra
Luis y Marco son dos niños migrantes guatemaltecos que, junto con su madre Sandy y su hermanito de tres años, dejaron su país huyendo de la violencia para buscar asilo político en Estados Unidos.
Aunque en su inocencia ellos han tratado de vivir esta travesía como una experiencia buena, han padecido hambre, cansancio y todo lo que implica su condición de migrantes.
Felices de huir
Sandy y sus hijos llegaron hace más de dos meses al albergue San Juan Apóstol y Evangelista, huyendo del padre de los niños quien pretendía quedarse con uno de ellos, además, algunos delincuentes intentaron extorsionar a la madre de familia.
“A mamá la estaban persiguiendo para quitarle dinero. Mi mamá no se quería dejar y la atropellaron, le hicieron una rajada en la rodilla y como querían seguirla asaltando, mejor nos venimos para acá”, compartió Marco, de 12 años.
Cuando su madre les comunicó que saldrían de Guatemala rumbo a los Estados Unidos para que no los encontraran las personas que querían hacerles daño, los hermanitos aceptaron.
“Estamos felices porque salimos de allá”, dijo Marco.
“Mi papá tiene otra esposa, la madrastra, y ella se burlaba de mí y no me gustaba eso”, dijo por su parte Luis, de 8 años.
Sandy recibió amenazas de su esposo quien, aunque ya vive con otra mujer, siguió buscando y molestando a la madre de sus hijos.
“Vienen huyendo para salvaguardar la vida. El padre se dedica a cosas ilícitas, se alejan de él porque tiene otra familia, pero no deja de molestar a la mamá. Él quiere tener a las dos mujeres y empieza a querer que los niños convivan con su nueva mujer. Sandy no lo permite y decide huir cuando el hombre le quita a uno de los niños y la amenaza”, compartióPatricia Galarza, coordinadora del albergue y psicoterapeuta.
Sufrir por hambre
Los pequeños recordaron que, al salir de su país, cruzaron ael río rumbo a la frontera de México en un salvavidas con unas tablas y a partir de ahí su trayecto fue en autobuses.
“Dormíamos en los sillones de los buses cuando veníamos, y cuando paraban llegaba gente a vender comida. A veces no comíamos porque no había donde comprar. Llegar a este país fue diferente más confuso, porque era más grande y donde nosotros vivíamos era más pequeño”, recordó Marco.
Añadió que cuando no tenían dinero para el camión tenían que caminar algunas horas.
Los niños recordaron que lo más difícil de su trayecto fue conseguir comida, pues a veces pasan horas sin comer por falta de dinero.
“Cuando nos quedábamos sin dinero mi mamá trabajaba de mesera. En Tapachula llegamos a un hotel, mis hermanos y yo nos quedamos ahí viendo la tele mientras mi mamá iba a trabajar”, agregó Marco.
Acogidos en Juárez
Aunque no han cruzado a Estados Unidos y no saben cuándo lo harán, los pequeños tienen la esperanza de hacerlo.
“Sabemos que en Estados Unidos hay muchas cosas, más que donde vivíamos y que es un lugar muy grande”.
No tenemos miedo
Patricia reiteró que no fue sencillo ni fácil la travesía de estos pequeños.
“Eran muy serios, callados. Tenían miedo. Pero ahora son unos niños muy participativos, muy educados e inteligentes, se preocupan mucho por su mamá y su hermanito”, agregó la terapeuta.
En este momento, Sandy y sus hijos no cuentan con celular ni redes sociales ya que han recibido amenazas de parte del papá de los niños.
“Nos entregaron sus celulares, tuvimos que apagarlos y romper los chips ya que estaban recibiendo amenazas del papá. Él quiere recuperar a los hijos, pero ellos vinieron huyendo por la violencia extrema que padecían”, agregó Patricia.
La familia espera la oportunidad de cruzar a Estados Unidos para mejorar su condición de vida.
Mientras eso sucede, dicen estar contentos en el albergue, incluso van a la escuela y en ambos lugares los tratan muy bien.
“No tenemos miedo, ni tristeza, estamos bien, a salvo. Aquí son muy amables”, dijo Marco.