Al celebrarse en este domingo 31 de enero la fiesta de Don Bosco, fundador de los salesianos, presentamos una breve historia de su presencia en Juárez, en voz del padre Ernesto Hernández, director de la obra.
Ana María Ibarra
Con casi 30 años de presencia en la Diócesis de Ciudad Juárez, la Obra Salesiana ha hecho y sigue haciendo presente la espiritualidad de su fundador, san Juan Bosco entre los fronterizos de esta región binacional. Esto a través de la obra y servicio que presentan sus servidores, tanto sacerdotes como voluntarios.
Su llegada a la diócesis
En el año 1991 la Orden Salesiana en México decidió llevar el carisma de don Bosco a las ciudades con más necesidad de atención a los jóvenes, especialmente a la frontera norte.
“Juárez fue una opción muy providencial. Ante el crecimiento de nuevas familias y nuevas colonias y, por tanto, muchos niños y jóvenes con distintas problemáticas, hubo la invitación de la sociedad civil en conjunto con monseñor Manuel Talamás Camandari”, compartió el padre Ernesto.
Los sacerdotes salesianos Osvaldo Gorzegno y Javier Prieto llegaron a la diócesis y se entrevistaron con personas de Iglesia, la sociedad civil y autoridades de gobierno, además de grupos juveniles, y vieron una gran necesidad de compartir la misión.
“En septiembre de 1991 llegaron los primeros salesianos, siendo el encargado el padre Osvaldo, un nuevo sacerdote, Felipe Carranza y un grupo de jóvenes misioneros. Fueron recibidos por el señor obispo en una reunión de presbiterio, en una unidad muy de Iglesia”, compartió.
La primera misión se inició en la colonia 16 de septiembre, donde en 1992 se bendijo el Oratorio Don Bosco. Ahí se inició el trabajo y luego llegaron otros espacios: En 1993, el Oratorio Domingo Savio, en la colonia Nueva Galeana, y a finales de 1994, el Oratorio Nuestra Señora de Guadalupe, al sur oriente de la ciudad.
“No fue fácil. Fue batallar con la delincuencia organizada del entorno, pero trabajando con la comunidad de la zona se fue transformando. Nuestros inicios fueron muy intensos, siempre con actitud de cercanía y contacto con la comunidad y con la Iglesia, enfocado a los jóvenes”, relató el entrevistado.
Trabajo y cimientos
El trabajo se cimentó en pilares humanos: “Los padres de familia fueron vitales. Con ellos se inició la catequesis, los grupos litúrgicos y de desarrollo, con cursos de manualidades y algunos oficios. Otro grupo importante son los padres salesianos y los misioneros voluntarios jóvenes que vienen a compartir con otros jóvenes”.
Para el padre Ernesto también ha sido clave el sentido de Iglesia presente en esta diócesis, la cercanía con los párrocos de las comunidades donde se encuentran los oratorios, además de la participación en la pastoral juvenil.
“Nuestros oratorios han sido punto de encuentro en las actividades juveniles de los decanatos. La sociedad civil, representada en el patronato Desarrollo Juvenil del Norte, ha sido pilar, nos conecta con gente y organizaciones con quienes colaboramos para el bien de los jóvenes”.
En casi treinta años, el objetivo de la obra ha sido el crecimiento integral resumido en una frase de san Juan Bosco: hacer de los jóvenes buenos creyentes y, buenos y honestos ciudadanos.
“En nuestros espacios buscamos el desarrollo espiritual, académico, físico, social, de habilidades, cultural, educativo e integrador”, dijo el padre Ernesto.
Acompañamiento en la pandemia
Tras años de experiencia en el servicio, la pandemia por Covid 19 que sorprendió al mundo entero, no hizo mella en el trabajo salesiano en la ciudad, sino que éste tomó nuevas formas.
“Desarrollamos y adaptamos los diversos programas para atender las necesidades con cercanía y acompañamiento. Estar en casa llevó a los jóvenes a situaciones de soledad, de encerramiento, de estrés, sin embargo, buscaron adaptarse a través de los medios electrónicos”, dijo.
Los salesianos buscaron seguir acompañando a los jóvenes a través de los medios digitales.
“Nuestras propuestas formativas y espirituales continuaron con la Eucaristía, encuentros juveniles, propuestas catequéticas, Rallys, todo “en línea”. Fue muy significativo en número, pero más aún en la intensidad y el protagonismo de los muchachos”, señaló.
“Implicó sumar y hacer equipo con los jóvenes para sus propuestas en lo técnico y el planteamiento de ideas. No solamente son buenos para manejar aparatos electrónicos, sino que también saben dialogar a través de estos conceptos”, celebró.
La variedad de actividades en línea alcanzó también a los adultos para capacitarlos, desde catequistas, auxiliares, talleristas y maestros.
“Aunque nuestros oratorios permanecieron con las puertas cerradas, los corazones fueron de puertas abiertas para estar cercanos a la realidad de los jóvenes”, aclaró.
Atención continua
Junto con las nuevas modalidades de trabajo, los salesianos buscaron atenuar las afectaciones de la pandemia con diversos talleres y orientaciones sobre prevención del suicidio, manejo de situaciones depresivas de los jóvenes y sus familias, manejo de conflictos en familia y del nuevo modelo educativo, estos últimos dirigidos a padres de familia.
“Proporcionamos una línea abierta para los jóvenes, de atención psicológica y espiritual, actualmente disponible”, dijo.
Al igual que la Iglesia Diocesana, los salesianos ofrecieron despensas a las familias que así lo requerían y entregaron “kits de saneamiento”, así como realizaron labor de concientización.
“Nos dimos cuenta que en algunos sectores la gente no atendía las indicaciones de cuidarse. Les dimos información gráfica de cómo utilizar el cubrebocas, dirigido especialmente a niños y jóvenes, vimos que ellos podían impactar al adulto, a diferencia de la información que daban en los medios”.
Así, para los salesianos la realidad del Covid se convirtió en una posibilidad de salir adelante.
“Hay que vivir con esperanza de que va a terminar. Y que esta esperanza nos mueva a seguir adelante siendo solidarios. Fuimos y seguimos siendo una institución que se fijó, desde sus necesidades, en la necesidad del otro”, resaltó.
El sacerdote dijo que en esta situación de cambio que se ha afrontado, los jóvenes han sido protagonistas fundamentales.
“La esperanza está en ellos”, finalizó.
Frase…
En casi treinta años, el objetivo de la obra ha sido el crecimiento integral resumido en una frase de san Juan Bosco: hacer de los jóvenes buenos creyentes y, buenos y honestos ciudadanos.