Ana María Ibarra/ Diana Adriano
Con motivo del encuentro de obispos Texas-México, Periódico Presencia abordó a algunos de los prelados participantes para pedirles responder a preguntas sobre el problema migratorio que se vive entre ambos países, el cual se ha recrudecido en los últimos años con la llegada de caravanas provienientes de Centro y Sudamérica.
En sus respuestas, los obispos plantean sus propias perspectivas, experiencias y posibles soluciones a la creciente crisis migratoria que impacta a la región, pero sobre todo afecta a cientos de miles de personas que padecen lo indecible en su camino por buscar una vida mejor para ellos y sus familias.
¿Cómo cree usted que sería una política migratoria justa? ¿Será posible conseguirla en América?
Responde mons. Gustavo García Siller, arzobispo de San Antonio:
Basada en los derechos humanos, en mucha escucha, mucho diálogo y acciones que promuevan el bien común. Claro, que puede ser posible. Ha habido sociedades. Está muy difícil por cómo están las cosas. El mundo está muy revolucionado, pero sí se puede.
Responde mons. Eugenio Lira Rugarcía, obispo de Matamoros:
Es muy importante lograr conjugar el derecho que tienen las naciones a la seguridad de sus fronteras para garantizar el bien de los ciudadanos y por otro lado respetar el derecho humano fundamental a emigrar y que durante este proceso se trate con la dignidad que el migrante merece; es algo muy complejo, ciertamente la Iglesia no tiene las respuestas para todo, sin embargo, ese debiera ser el objetivo: salvaguardar el derecho que tienen los países a garantizar la seguridad de sus fronteras, también establecer políticas de migración y por otro lado respetar la vida, la dignidad y los derechos fundamentales de toda persona humana, lo cual incluye al migrante, independientemente de su calidad migratoria.
Creo que sí pudiera ser posible. Recordemos que no vivimos en un mundo perfecto. Me gusta citar a un autor, que no era muy amigo de la Iglesia Católica, pero que no deja de ser interesante uno de sus pensamientos: decía: Si el hombre fuera perfecto, sería Dios. Y es cierto nada es perfecto en esta tierra, solo Dios. Sabemos que vamos en camino hacia la perfección, por eso somos susceptibles, vamos perfeccionándonos como personas, pero también como sociedades. Poco a poco vamos teniendo logros y a veces también hay que ser muy honestos con los retrocesos, pero en general vamos viendo cómo en la historia de la humanidad es de ascenso, con todo y alguna que otra caída o uno que otro retroceso, pero en términos generales vamos avanzando. Por ejemplo, en la comprensión, respeto, promoción y defensa de la dignidad y de los derechos fundamentales de toda persona.
¿Qué es lo que en este momento más preocupa a la Iglesia en torno al fenómeno migratorio en América Central y América Norte?
Rresponde mons. Gustavo García Siller, arzobispo de San Antonio:
La dignidad de las personas. Hay mucho sufrimiento injusto, gente inocente y que son descartados, como dice el papa Francisco. Que no les interesan a los líderes, al menos para la mayoría son un problema, son “los malos”, son “los que echan a perder nuestras sociedades”, cuando en realidad es gente de mucho bien.
Responde mons. Mark Seitz, obispo de El Paso:
Estamos, primeramente, preocupados por nuestros hermanos y hermanas, no son solamente números, sino gente que tiene la misma dignidad de otros. Podemos ver que están sufriendo mucho. Muchos están muriendo en su camino, en sus lugares natales y también en nuestro lado de la frontera de Estados Unidos, en Texas, en el desierto. Muchos sienten que no tienen otras opciones, no pueden regresar y pueden recibir el permiso para ingresar, y están buscando cruzar en situaciones muy peligrosas. Estamos muy preocupados por cada uno de ellos, en particular por las madres e hijos que están en estas situaciones de peligro.
Responde mons. Eugenio Lira Rugarcía, obispo de Matamoros:
Lo que más preocupa es que no se nos olvide que la persona debe ser el centro de la vida familiar, de la vida política, económica, social y cultural. Esto debemos tener presente en todas partes, desde los países de origen, para que se ofrezcan las condiciones necesarias, de tal manera que nadie se vea obligado a emigrar. Por otro lado, también la persona debe ser el centro en los países de tránsito y de igual manera en los países de llegada, que siempre se respete la vida, la dignidad y los derechos de toda persona, como es el caso concreto de los migrantes, repito, independientemente de su condición migratoria.
¿Qué sugiere como política pública en México para los migrantes varados en las fronteras de México?
Responde mons. Mark Seitz, obispo de El Paso:
Es lo mismo que pedimos en Estados Unidos y en cualquier otro lugar. Darles los derechos y las oportunidades básicas que cada persona necesita. Por ejemplo, en una manera muy concreta, necesitan permiso para viajar y para trabajar. Muchos van a continuar su camino, pero durante su tiempo en México necesitan obtener fondos para sus familiares, y quieren trabajar. Para quienes no están en situación de trabajar necesitamos proveer las cosas básicas como la comida, un lugar donde puedan quedarse con seguridad. Depende en parte del gobierno, pero también de los ciudadanos de México como Estados Unidos. Tenemos, como ciudadanos y más como cristianos, verlos como un Cristo entre nosotros y como nuestros hermanos y hermanas. Últimamente es muy sencillo, si podemos entender ese punto, el resto viene después.
Responde mons. José Guadalupe Torres Campos/ Obispo de Ciudad Juárez
Es importante que nuestras autoridades regularicen la situación migratoria. No tenemos una política migratoria propiamente dicha, por lo que es necesario trabajar mucho en ese sentido por parte de nuestras autoridades, tanto mexicanas como estadounidenses. Se requiere educación, empleo, verdadera libertad religiosa, instrucción y acompañamiento legal para orientarlos en sus entrevistas.
Son una serie de acciones en las que todos podemos contribuir para que nuestros migrantes estén bien y tranquilos, ya que enfrentan muchas dificultades y sufren mucho.
La verdadera clave para la regularización migratoria está en trabajar juntos: gobierno, sociedad civil e Iglesia.
¿Cuáles son los desafíos que encuentran los migrantes en sus diócesis y cómo lo están solucionando?
Responde mons. James Anthony Tamayo/ Obispo de Laredo:
Para nosotros, en nuestro centro de migrantes, sabemos que las personas que recibimos han viajado mucho y al llegar a nuestro centro sienten, por primera vez, una tranquilidad y paz. Reconocen que están fuera de su país, lejos de sus familiares, pero desean reunirse con otros familiares en los Estados Unidos, y les damos la bienvenida.
Los recibimos para prepararlos para ese encuentro. Les proporcionamos hospedaje, comida y ropa nueva, para que puedan continuar su viaje por los Estados Unidos.
Responde mons. Mario Alberto Avilés, Obispo auxiliar de Brownsville:
La variabilidad del fenómeno migratorio en toda la frontera es igual que en México. En ocasiones de lado de Estados Unidos enfrentamos momentos de alta afluencia y numerosos desafíos debido al número de personas. En ocasiones, el número de migrantes disminuye y se vuelve más manejable. Sin embargo, nuestro objetivo es que una vez que llegan a los centros, se sientan recibidos y acogidos, ya que han pasado por mucho. La mayoría de los migrantes que llegan a nuestros centros ya tienen una cita con un juez o han resuelto su ingreso de alguna manera.
Lo primero que hacemos es asegurarnos de que los migrantes se sientan acogidos y tranquilos. Luego, nos esforzamos por garantizar que lleguen a su destino final, ya sea con sus familias o con las personas que se han ofrecido a recibirlos en el país, de manera segura. Esto es lo que podemos hacer principalmente desde nuestra parte, ya que nuestros hermanos en la frontera mexicana se encargan del primer contacto con los migrantes.
Es beneficioso reunirse con los obispos de ambos lados de la frontera para coordinar esfuerzos y cooperar como Iglesia, a pesar de estar en diferentes países.
Responde Mons. James Anthony Tamayo, Obispo de Laredo:
Preocuparnos por que lleguen a su destino final. Nuestra diócesis y el centro para migrantes son parte de Caridades Católicas en los Estados Unidos. Cuando un migrante nos dice que tiene familiares en Chicago, California, o en alguna otra ciudad, nos ponemos en contacto con otros centros de Caridades Católicas informándoles que esos migrantes viajarán a esa área.
De esta manera, ellos pueden saber si hay alguna necesidad y los migrantes pueden acercarse a Caridades Católicas para pedir ayuda, asistencia, asesoría legal, y así sentir que han encontrado personas de confianza.
¿Cuáles son los retos para trabajar en las comunidades expulsoras de migrantes?
Responde mons. Alonso Garza Treviño, obispo de Piedras Negras:
Poder brindar a las personas que no tienen trabajo, seguridad, tranquilidad, acompañamiento, pues si se les brinda a ellos lo que están buscando tendrán una mayor probabilidad de ser mejores personas y de tener mejor a su familia.
Ojalá que todos nos pongamos en los zapatos de los migrantes, si es que traen zapatos los pobres, para poder pensar un poquito como ellos, para poder ver lo que ellos ven, lo que ellos sienten, y de esa manera, tratarlos como nos gustaría que nos trataran si estuviéramos en esa situación.
Es muy fácil desde la teoría juzgar, pero cuando uno se pone en el lugar del que la está pasando difícil, puede cambiar la perspectiva.
¿Cuáles son los retos para trabajar en las comunidades receptoras de migrantes?
Responde mons. Gustavo García Siller Arzobispo de San Antonio:
Siempre, lo primero son las personas. Hay muchos migrantes, y por ende, muchas personas. Nuestra prioridad es atenderlas de la manera más personal posible. Sin embargo, la ley migratoria ha estado fluctuando, y no hay forma de predecir con certeza cómo proceder.
Esto forma parte de la estrategia de Estados Unidos para desestabilizar a los migrantes. Entonces, ellos no saben a quién consultar ni por dónde ingresar, ni qué les espera, ya que los cambios son constantes. Esta situación dificulta nuestra labor de servir mejor, pero recibimos a todos los que llegan.
Desde agosto hasta la fecha, hemos recibido un promedio de mil personas diariamente. Les proporcionamos tres comidas al día, un lugar para dormir, atención médica, asistencia legal, ropa y les gestionamos el boleto de avión para que puedan llegar a sus destinos. Anteriormente, los transportábamos en autobuses, pero enfrentaban muchos problemas en el camino. Para evitar estas dificultades, ahora costeamos el boleto de avión. Esto supone un desafío para nuestra economía, ya que requiere más recursos, pero entendemos la importancia de garantizar que lleguen a sus destinos sin sufrir abusos, ni caer víctimas de la trata de personas en el camino.