En su homilía de la Misa celebrada en la Casa Santa Marta de este 31 de octubre, el Papa Francisco explicó que el amor a Jesucristo es “un amor fuerte”, “grande” y no un “argumento de telenovela”.
El Santo Padre reflexionó sobre las lecturas de la liturgia del día y destacó que al leer a San Pablo se evidencia que “somos más que vencedores” con el amor del Señor.
También recordó el momento en que el apóstol recibió la llamada del Señor en el camino de Damasco donde “comenzó a entender el misterio de Cristo” hasta el punto de “sentir que el Señor lo acompañaba siempre, en las cosas bellas y en las malas”.
“Lo sentía con amor. Y me pregunto: ¿Amo al Señor así? Cuando llegan los malos tiempos, ¿cuántas veces uno siente el deseo de decir: ‘el Señor me ha abandonado, ya no me ama’ y le gustaría dejar al Señor. Pero Pablo estaba seguro de que el Señor nunca abandona. Él entendió el Amor de Cristo en su propia vida. Este es el camino que nos hace ver Pablo: el camino del amor, siempre, en las buenas y en las malas, siempre y por delante. Esta es la grandeza de Pablo”, señaló el Papa.
En esta línea, el Pontífice invitó a pedir al Espíritu Santo que nos haga entender “el amor de Cristo por nosotros” y que prepare nuestro corazón para “dejarnos amar” por el Señor. Ya que el amor de Cristo “no se puede describir” porque es algo muy grande.
Jesucristo “fue enviado por el Padre para salvarnos y lo hizo con amor, dio su vida por mí: no hay amor más grande que el dar la vida por el otro. Pensemos en una madre, el amor de una madre, por ejemplo, que da la vida por su hijo, siempre lo acompaña en la vida, en los momentos difíciles, pero aún es poco… Es un amor cercano a nosotros, no es un amor abstracto. El amor de Jesús es un amor yo-tú, yo-tú, cada uno de nosotros, con nombre y apellido”, describió.
Además, el Papa Francisco recordó el pasaje bíblico en el Evangelio de San Lucas en el cual Jesús “llora” en Jerusalén: “el amor de Cristo lo lleva al llanto, al llanto por cada uno de nosotros. La ternura que existe en esta expresión. Jesús podía condenar a Jerusalén, decir cosas feas… Y se lamenta porque no se deja amar como los pollitos de la gallina. Esta ternura del amor de Dios en Jesús Pablo lo había entendido”.
“Si no llegamos a sentir, a entender la ternura del amor de Dios en Jesús por cada uno de nosotros, nunca podremos entender qué es el Amor de Cristo. Es un amor así, espera siempre, es paciente».
«También con los grandes pecadores, hasta el final Él ama con esta ternura. No sé si nosotros pensamos a Jesús así tierno, a Jesús que llora, como ha llorado delante a la tumba de Lázaro, como ha llorado aquí, mirando Jerusalén”, concluyó.