Ana María Ibarra
Convencida de que su misión es servir al prójimo en su profesión como enfermera, Verónica Chávez ofrece cada día sus manos a Dios, como instrumento para que a través de ellas, Él pueda dar consuelo y alivio a los pacientes.
Con nueve años de profesión, la enfermera es asistente de cirugías laparoscópicas durante el día, mientras que por las noches trabaja en urgencias. Ella sabe que “ni la hoja de un árbol se cae sin la voluntad de Dios”, por eso cada día ora por su trabajo, por sus enfermos y pide a Dios la fortaleza de servir con alegría y amor.
Impulso para estudiar
Aunque desde niña Verónica tuvo la inquietud de ser enfermera, por circunstancias de la vida no lo logró. Fue hasta que su abuela materna enfermó cuando, al estar al cuidado de ella, volvió a sentir en su corazón ese llamado a la enfermería.
“Amaba a mis abuelos y cuando a mi abuelita le diagnosticaron tuberculosis nadie quería atenderla, mi hermana y yo la cuidábamos, pero nunca con temor, nunca pensamos que pudiéramos enfermar”, compartió Verónica en entrevista.
“Cuando no eres enfermera, das la atención básica a tu familiar, como bañarlos, limpiarlos, eso es normal como familia”, agregó.
El servicio y el amor a su familia fue algo que Verónica y sus hermanos aprendieron de sus abuelos y sus padres, pero atender a su abuela ocasionó que la gente les tuviera desconfianza.
“La gente no se nos quería acercar. Mi hermana y yo trabajábamos en una fábrica y nos mandaron hacer estudios para asegurarse de que no fuéramos a contagiar a toda la empresa”, recordó.
Verónica hoy agradece a Dios haber podido atender a su abuela en ese momento, ya que gracias a eso pudo lograr el sueño que tenía desde niña.
“Me gustaba la enfermería pero no tuve la oportunidad de estudiar, fue en ese momento cuando sentí nuevamente en mi corazón el deseo de estudiar porque no sabía cómo cuidarla. Sé que es un don que Dios me dio”, afirmó.
Amor y conocimientos
Agradecida con Dios, Verónica compartió que ha vivido muchas experiencias y aunque como ser humano nadie está listo para enfrentarse al dolor de los demás o para ver morir a alguien, adquirió conocimientos y fortaleza.
“Después de mi abuelita (el servicio) siguió como un hilo. Cuidé a mi abuelo, después a mi mamá con su cáncer, a mi papá en su coma diabético y también cuidé a mi suegra. Le agradezco a Dios porque me hizo fuerte y pude ayudar a mi mamá como hija y como enfermera. Con mis estudios Él me preparó”, agradeció.
Verónica combinó sus conocimientos en enfermería con el amor a su familia y así pudo regresar, con sus cuidados, un poco del amor que ellos le dieron en su infancia.
“En una ocasión, bañando a mi abuela me quité la blusa, en eso ella se resbaló y para que no se cayera la abracé y ella me abrazó. Al sentir su piel tuve un sentimiento de agradecimiento a Dios por poderle regresar un poco de lo que ella hizo por mí. Fue algo muy bonito”, recordó con un nudo en la garganta.
Con Dios y María Santísima
Criada en un ambiente religioso, Verónica aprendió de su mamá a siempre dar gracias a Dios, y de su abuelita a agradecer también a María Santísima.
“Siempre le pido a Dios que haga su trabajo en mis manos y eso les enseño a mis estudiantes, que hasta para aplicar una inyección siempre debemos encomendarnos a Dios y a María Santísima”, compartió Verónica.
Recordó que durante sus estudios tuvo una maestra católica “muy buena”, y de ella aprendió a bautizar a los bebés prematuros que fallecen antes de nacer y que por su peso no son entregados a sus padres para una sepultura digna.
“La maestra nos decía que no los dejáramos ir así, que hiciéramos una oración y los bautizáramos en el nombre Dios. En el hospital no hay agua bendita, pero hay agua. Bauticé a dos niños, a la primera la llamé Guadalupe, y a un niño Francisco porque en esos días fue elegido el Papa Francisco”, compartió.
Experiencias bellas y tristes
Entre sus pacientes ha tenido de todo, algunos muy malhumorados, otros no creyentes, unos más devotos, pero todos necesitados de un servicio digno, de amor y oración.
“He tenido casos muy fuertes. Mi primer paciente fue un joven que en un accidente quedó parapléjico, era muy malhumorado y se quejaba de dolores muy fuertes. Le dije que hiciéramos oración, enojado y todo me acompañaba a rezar la oración por los enfermos. Su mamá decía que nunca pensó verlo rezar”, compartió.
Explicó que una sola vez le ha tocado traer un niño al mundo, experiencia que definió como grandiosa.
“En esa ocasión le dije a Dios que si me moría en ese momento estaría contenta, porque me había dado más de lo que pensé recibir. Los médicos me regañan porque me meto en problemas, pero no me meto, ellos llegan solitos. Ese día no había médico, mi deber era ayudar a esa mujer a tener a su bebé”, expresó.
Pero así como ha experimentado momentos bonitos, la enfermera también ha vivido momentos tristes como ver morir a un paciente y no poder hacer nada.
“Sé que es la voluntad de Dios. Él nos pone en el lugar en que debemos estar y este es mi lugar, siempre busco hacer lo mejor que puedo. Si Dios no está conmigo, nada podría hacer.
Y agregó: “Mi profesión me ha hecho muy feliz, es un refugio después de que mis papás no están. Ahora también les pido a ellos, si están en el cielo, que le digan a Dios que me ayude”.
Importancia de la oración
Sin menospreciar a las demás profesiones, Verónica afirmó que ser enfermera es una profesión muy importante, pues se trabaja con el dolor de la gente, e incluso se enfrenta a la pobreza, lo que le causa a ella gran dolor.
“A veces lo único que se les puede ofrecer es una oración. Siempre pido a Dios por mis pacientes. Estar enfermo es muy triste, hay dolor, hay gente que no tiene dinero y los invito a confiar en Dios, pero siempre atenta y respetuosa de sus creencias”, dijo.
Verónica compartió que antes de salir de su casa ora por su familia y su hogar, pero también por los pacientes que atenderá.
“He rezado el Rosario en el hospital. Si hay oportunidad me pongo de rodillas y si no, en el lugar en el que esté. Dios sabe que parada, acostada, trabajando, siempre estoy en oración, agarrada de su mano, ofreciéndole mi trabajo. Al llegar a mi casa le pido a mis hijos oren por mis pacientes”.
Fortaleza que viene de Dios
La enfermera reconoció que es cansado guardar el dolor propio y también el dolor de otras personas, y en ocasiones llega cansada a su casa de pensar en el sufrimiento de sus pacientes.
“El cansancio es lo peor en esta profesión. Muchas personas se cansan y hacen las cosas sin amor. Le pido a Dios que cuando crea que ya no sirvo para esto me lo haga saber y me muestre otro camino, aunque creo que este es mi camino, quizá no lo hago muy bien, pero lo hago con mucho amor”, dijo Verónica.
Añadió que también le pide fuerzas para no cansarse, para no aburrirse, que no le quite el lado humano que debe tener como enfermera.
“Doy gracias a Dios por dejarme en este servicio, mientras pueda, aquí seguiré. Invito a todas las enfermeras y enfermeros que se encomienden a Dios. Recordemos que ni la hoja de un árbol se mueve sin la voluntad de Dios, todo lo que pasa es porque Él así lo quiere”, afirmó.
frase…
“Todos los que somos enfermeros sabemos que el lado humano debe estar siempre vivo, queriendo a la gente que atendemos. Ofrezcamos nuestras manos para que sea el Espíritu Santo quien trabaje a través de ellas”.