Médico católico comparte su historia vocacional y cómo orar a Dios por su trabajo y por sus enfermos le ha permitido atestiguar milagros …
Claudia Iveth Robles
Un testigo de los milagros que Dios hace en los enfermos es este médico cardiólogo, quien es un convencido de que no es el especialista quien tiene la última palabra, sino Dios.
El especialista en el corazón, quien pidió no ser identificado, compartió su testimonio de cómo la fe y la oración complementan de una manera armoniosa su misión de tratar de devolver la salud a los enfermos o mejorarla.
Vocación
El médico, quien tiene 31 años ejerciendo la especialidad, compartió que desde pequeño le llamó la atención ser médico o sacerdote. Tomó estas inquietudes de su guía y formador, el padre Jerónimo Olvera, y de sus hermanas, quienes son enfermeras.
“Quise ver hasta dónde podía yo servir, ésa era mi intención: ayudar a sanar como mi familia lo hacía. A mi mamá, en el barrio donde crecimos, siempre la consultaban para algún remedio, aunque no fuera médico, creo que ahí se empezó a gestar mi deseo de ser médico”, dijo el cardiólogo.
Familia de fe
El médico perdió a su padre siendo muy pequeño, pero en la familia siempre prevaleció la fe. El padre Olvera lo protegió y lo invitó a Preseminarios, a los que asistió, aunque al final le llamó más la atención la medicina.
“Tenemos una similitud los médicos y los sacerdotes, cuerpo, alma y espíritu, en determinado momento… pienso que mi hermano (sacerdote) es médico de cierta forma y yo algunas veces me siento como lo que debe ser un sacerdote”, dijo en alusión a que el paciente debe recibir una atención integral, en cuerpo, mente y espíritu.
“Yo creo en Dios, en su Iglesia, en sus instituciones; con mis pacientes que se manifiestan ateos o de otras religiones, intento no imponer y los atiendo con todo el respeto y empeño”, dijo.
Ayuda de Dios
Todos los días este médico se pone en oración para encomendarse a Dios antes de comenzar su día. A un costado de su oficina tiene un pequeño espacio con un reclinatorio, una foto del padre Jerónimo Olvera, su formador, su Biblia y Rosario, así como una imagen con la Virgen de la Soledad, que para él tiene muchos signos de la Cardiología.
“Tiene una corona de espinas, Divino rostro, látigo, vinagre, fuego, la traición de Pedro, la lanza, los dados, los siete dolores y en el centro, la virgen porta una flor que ve reflejado al médico y una pasiflora, una flor que tiene cualidades de calmante”, dijo el doctor.
Cada día, el médico permanece en este sitio durante 15 minutos, ora, lee la Biblia y se encimienda a Dios.
Otras imágenes se observan en su consultorio: uno del Hijo pródigo, que simboliza las manos del médico que cura, y para él, expresa la dignidad humana y no la lástima.
También un cuadro de Jesús, pescador de hombres, que para el médico representa el milagro “cuando todo está perdido”.
Testigo de milagros
El especialista compartió que ha sido testigo de varios milagros en los que la mano de Dios se ha hecho presente.
“Les digo a mis pacientes que nosotros los médicos no tenemos la última palabra, que los estudios pueden indicar cualquier cosa, pero que siempre hay esperanza”, dijo el entrevistado, quien ha vivido la experiencia de que estudios indican una muy probable muerte próxima, que se prolonga por más de diez años.
“Si mi paciente es creyente, lo invito a que ore y se cuide, pero nunca doy pronósticos”, dijo.
Y cuando tiene casos difíciles, ora con más fuerza a Dios, si es posible junto a su paciente.
Pero algo de lo que el médico está convencido, es de que Dios siempre esscucha sus oraciones.
“A veces sentimos frustración cuando no podemos humanamente resolver un caso, pero hay que orar por nosotros mismos para que Dios nos de serenidad, fortaleza y nos ayude a liberarnos de la frustración”, dijo al referirse a casos de meedicos que manejan mucho estrés, y han caído en depresión, alcoholismo, drogas y hasta suicidio.
“Creo que no han buscado esa fortaleza que da Dios, el apartarse de la mano de Dios”, reflexionó.
Por ello, el médico quiso invitar a sus colegas a siempre tener como centro a Dios y recordar que están para un servicio, pero no son la última autoridad, sino un instrumento de Dios.
“Me siento privilegiado por ser ese instrumento, porque me permite servirlo y me siento con una responsabilidad grande, pero sobre todo en agradecimiento a Dios”, finalizó.