Presencia
A finales del año pasado, los obispos de México presentaron las conclusiones de la Síntesis sinodal ‘Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión’, documento que se integró con el trabajo enviado por todas las diócesis del país.
Hoy que la Diócesis de Ciudad Juárez se prepara para un segundo Encuentro diocesano de diálogo -que reforzará estos trabajos rumbo a la conclusión del Sínodo de la Sinodalidad (Octubre 2024-Roma), y del Proyecto Global de Pastoral 2031-2033-, presentamos una síntesis del citado documento.
Lo que dice
La Iglesia en México quiere generar confianza y buscar formas de acercamiento con “jóvenes, abuelos, divorciados, hermanos separados, agnósticos o ateos, políticos, empresarios, miembros de las llamadas ‘tribus urbanas’, personas con diferentes preferencias sexuales, discapacitados, migrantes, enfermos, personas en situación de calle y hasta con delincuentes y miembros de organizaciones criminales”, señala el documento.
Esta afirmación forma parte de las conclusiones de la ‘Síntesis sinodal. Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión’, surgidas en el marco de la ‘Fase diocesana del Sínodo sobre Sinodalidad’, que se realizó previo a la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, efectuada en Roma en octubre de 2023.
Los obispos de México señalan que la voz del Espíritu los invita a abrir nuevos caminos de comunicación y acompañamiento, no sólo con los fieles, sino especialmente con los descartados en la sociedad. “Hay que vencer la inercia del ‘siempre se ha hecho así’, para que nuestro testimonio sea creíble”.
Los obispos consideran que además es necesario promover la escucha atenta en las parroquias: “No se trata de un simple ‘buzón de quejas’, sino de un espacio de fraternidad, experiencia de ‘caminar juntos’, atendidos por personas sensibles y preparadas”.
Trabajo en las diócesis
Para lograr la síntesis los obispos tuvieron reuniones presenciales a varios niveles, formación de círculos de diálogo, aplicación de formularios virtuales vía internet, campañas de consulta, con la finalidad de ampliar la participación.
En el documento sobre la consulta sinodal, los obispos reconocen que las y los religiosos, así como los movimientos laicales, tuvieron poca participación.
“En conjunto, hubo consulta amplia usando metodologías mixtas o híbridas. La mayoría de las diócesis trabajó suficientemente el momento de concientización y distribución de subsidios para este ejercicio, pero no todos siguieron de manera puntual los pasos de la metodología propuesta”, dice el documento conclusivo.
“Unos realizaron ejercicios amplios con participación de cientos y hasta varios miles de personas, otras consultas fueron reducidas en número, sobre todo en las diócesis extensas territorialmente y con zonas rurales muy distantes”, se señaló.
Los participantes en la consulta fueron agentes de pastoral entre obispos, sacerdotes, religiosas, religiosos, laicas, laicos, predominando las mujeres (55% aproximadamente).
Las personas consultadas viven predominantemente en medianas y grandes ciudades. Pocas diócesis reportaron edades de participantes (aspecto significativo sociológica y culturalmente), pero de las pocas que lo hicieron se estima que la mayor parte está entre los 35 y 65 años, edad mayor lejos del promedio nacional que es de 29 años. (Publicado en Vida Nueva Digital)
Conclusiones
El documento ‘Síntesis sinodal. Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión’, en el marco de la ‘Fase diocesana del Sínodo sobre Sinodalidad’, presenta las siguientes conclusiones.
Esta Fase Diocesana nos ha invitado ser más humildes, pero también a soñar con una Iglesia que efectivamente camine junta; a realizar una pastoral más sinodal; a escuchar cada vez más, no como moda pasajera (de hecho hemos visto que la Sinodalidad es también sinergia, transversalidad, subsidiariedad y gradualidad, ad intra y ad extra de la Iglesia); a incorporar de una mejor manera a todos los que forman parte de ella, pero comenzando por los más alejados; a generar un diálogo abierto y franco que nos lleve a descubrir nuevas voces para discernir mejor lo que nos pide el Espíritu hoy.
Vemos que nos faltó hacer oración, solicitar al Espíritu su luz para que los procedimientos de consulta no fueran el centro de este proceso, sino solo medios. También vemos que a nosotros Pastores (obispos y Presbíteros) nos hace falta saber escuchar y discernir mejor, descubrir el sensus fidei de la comunidad en temas específicos de la evangelización. Y tenemos la esperanza de que este dinamismo sinodal no signifiquen para nuestras comunidades un «regresar a lo mismo de antes». Necesitamos y queremos «Vino nuevo, en odres nuevos».
Reconocemos aciertos y errores (aunque siempre se ven más los primeros), pero vemos, también, nuevas áreas de oportunidad para mejorar, realidades que abren expectativas pastorales interesantes y significativas tomando en cuenta los desafíos que enfrentamos. Por medio de este ejercicio, como Iglesia de Cristo en tierras mexicanas, reconocemos la voz del Espíritu que nos invita a:
- Crear «nuevas prácticas sinodales», es decir, abrir nuevos caminos de comunicación y acompañamiento, no sólo con los fieles, sino especialmente con los descartados en la sociedad. Hay que vencer la inercia del «siempre se ha hecho así», para que nuestro testimonio sea creíble.
- Generar confianza. Buscar formas de acercamiento con jóvenes, abuelos, divorciados, hermanos separados, agnósticos o ateos, políticos, empresarios, miembros de las llamadas «tribus urbanas», personas con diferentes preferencias sexuales, discapacitados, migrantes, enfermos, personas en situación de calle y hasta con delincuentes y miembros de organizaciones criminales, donde hay oscuridad y no se valora la vida.
- Promover la escucha atenta en las parroquias. No se trata de un simple «buzón de quejas», sino de un espacio de fraternidad, experiencia de «caminar juntos», atendidos por personas sensibles y preparadas.
- Realizar opciones en favor de la dignidad humana, los pobres, los indígenas, por la justicia, la verdad, el amor y la paz), para contribuir, desde la evangelización, a reconstruir el tejido social tan dañado.
- Renovar nuestras celebraciones sobre el Misterio de Salvación, cuestión que exige formación sólida y consistente, así como buscar una revitalización de la liturgia para dejar que sea el Señor el centro del misterio que se celebra. Debemos fomentar una espiritualidad profunda pero sencilla, alegre y esperanzada ante el desánimo social.
- Trabajar la vinculación con asociaciones e instituciones del ámbito social y cultural, de modo que la acción de la Iglesia no aparezca como una «realidad alterna» al todo social. Nos hace falta un acercamiento institucional entre «nosotros» y trabajar «nosotros con ellos».
- Promover el diálogo ecuménico (e interreligioso) que impulsa la Iglesia, por lo que es necesario crear subsidios que ayuden a valorarlo, comprenderlo y trabajarlo. Así mismo, promover la vida comunitaria, abrir la participación e inclusión de todos los miembros de la sociedad en la vida de la Iglesia, en su discernimiento, con vistas a un renovado ejercicio de la autoridad y de la misión.
- Escuchar y atender a todas las voces en su verdad, dejando de lado toda forma de división, prejuicio y estereotipo, pues estos últimos secan nuestras raíces comunitarias y nos hace dar pocos frutos.
Por último, y no menos importante, contemplamos que la Providencia nos llevó de la «Colegialidad Episcopal» a la «Sinodalidad Eclesial», a través de un itinerario que inició con la elaboración del «Proyecto Global de Pastoral» de la Conferencia del Episcopado Mexicano (2018), pasando por la realización del «Primer Encuentro Eclesial de México» (2022), para culminar con la «Fase de escucha y discernimiento en las Diócesis», con vistas a la realización del Sínodo que tiene como propuesta la «comunión, participación y misión» (2023-2024).