Ana María Ibarra
Después de haber realizado su etapa de formación, de conocer y aceptar la forma de vida de las Hermanas Clarisas Capuchinas, la hermana Abril Arely Ramírez Villalobos dejó lo temporal por lo eterno, al profesar sus votos perpetuos dispuesta a consagrarse totalmente a Dios.
Llena de alegría y acompañada de su familia y hermanas de congregación, Sor Abril vivió plenamente el momento en que se consagró como esposa de Cristo.
Esto pasaría algún día
Fue el pasado 28 de noviembre, en el marco de la fiesta de los santos franciscanos cuando sor Abril llegó a la capilla del monasterio de las Clarisas Capuchinas para llevar a cabo sus votos perpetuos en una misa presidida por el padre Leopoldo Nevárez, su capellán.
Después de la lectura del evangelio, la hermana Abril permaneció de pie mientras el padre Leopoldo hizo el llamamiento, a lo que sor Abril respondió: “Aquí estoy Señor porque me has llamado”.
La religiosa pidió a Dios y a la Iglesia profesar en votos perpetuos en la familia religiosa de Clarisas Capuchinas para hacer penitencia, ser fiel a Dios, a la Iglesia y a toda la humanidad con su vida de oración. El pueblo respondió: “Demos gracias a Dios”.
“En 2012 tomó el hábito, en el 2014 hizo su profesión religiosa, y ahora sus votos perpetuos. El día que ingresó al monasterio su mamá le dijo que ella sabía que eso pasaría algún día y le dio la bendición, hoy nuevamente le dará la bendición”, dijo el sacerdote en su homilía, tras felicitar a la consagrada, a su mamá y familia, así como a sus hermanas de congregación que la acompañaron.
Ese momento, dijo el celebrante, es la manera en que la religiosa mostró su anhelo de aceptar a Cristo y al evangelio, con todos sus retos, haciendo votos de obediencia a Dios y a lo que pide su congregación, así como votos de pobreza y castidad.
Consagración perpetua
Al concluir la homilía el padre Leopoldo tomó el consentimiento de votos perpetuos de sor Abril, según las constituciones de las Clarisas Capuchinas, mientras la religiosa expresó su deseo de consagrarse perpetuamente y abrazar la vida de pobreza, castidad y obediencia, misma vida de San Francisco.
De igual manera, con un “sí quiero”, tomó la decisión de abrazar la vida de las hermanas Clarisas Capuchinas y consagrarse como esposa de Cristo.
“Dios que inicia esta vida en ti la lleve a feliz término”, expresó el sacerdote.
Los asistentes se pusieron de pie para unirse a la oración del padre Leopoldo y, enseguida, de rodillas oraron las letanías mientras la hermana Abril se postró rostro en tierra con los brazos en cruz.
Durante este emotivo momento, un par de niñas esparcieron pétalos de rosas rojas sobre el cuerpo de la religiosa.
Al incorporarse, la hermana se quedó de rodillas para recibir la bendición de su madre, quien entregó a Dios a su hija.
Acto seguido, con dos hermanas como testigos, la religiosa confirmó su profesión perpetua leyendo la fórmula correspondiente mientras la hermana Clara Saucedo la tomó de las manos.
“Me confío de todo corazón a esta familia de religiosas por la intercesión de la bienaventurada Virgen María, junto con nuestro hermano Francisco y Santa Clara”, expresó la hermana Abril.
“Recibo tus votos y de parte de Dios, si observas todo esto te prometo la vida eterna”, le externó la hermana Clara, superiora de la comunidad.
El último momento del rito, el padre Leopoldo bendijo un anillo, que colocó en el dedo anular de la hermana; una corona de espinas, que fue colocada en su cabeza; y un crucifijo que le fue entregado en sus brazos.
La hermana Abril firmó el acta de consagración, así como el padre Leopoldo y la hermana Clara.
En el momento de la Comunión, le fue intercambiada la corona de espinas por una de flores blancas. Así, llena de alegría, la religiosa recibió el cuerpo y la sangre de Cristo.
Al final de la celebración, familia y religiosas se unieron en felicitaciones y alegría por tal acontecimiento que fue transmido via Facebook en la página de las Clarisas Capuchinas.