Ana María Ibarra
Hacer ejercicio, bajar de peso, comprar un auto, viajar, son algunas de las intenciones que la gente regularmente hace a finales de un año e inicio del otro, pero pocos se preocupan por hacer propósitos espirituales.
Sacerdotes, religiosas y laicos compartieron con Presencia algunos objetivos espirituales para el 2022, que ellos mismos se han planteado de manera personal, y el método para lograrlos, esperando que la comunidad diocesana los tome en cuenta para este inicio de año.
Vivir unidos a Dios
Alfredo Gálvez, coordinador de la Comunidad María Mediadora, compartió que para poder hacer un buen propósito para el próximo año, primero es necesario hacer una evaluación del año que termina.
«En nuestra comunidad hicimos una reflexión de los dos últimos años 2020 y 2021.
Coincidimos que fueron años difíciles, diferentes, pero también de mucha bendición. Dios cumplió su promesa de Rom 8,28: “Todo sucede para bien de los que aman a Dios”, dijo Alfredo como introducción.
Y agregó: “Vimos la mano de Dios especialmente cuando nos entregamos a Él, en la oración, recibiendo el alimento espiritual, conectándonos a las reuniones virtuales y el servicio”.
Por lo tanto, dijo, uno de los propósitos espirituales para este próximo año es estar cada vez más unidos a Dios.
“No hay otro camino para lograrlo que seguir alimentando nuestra fe con la escucha de la Palabra ROM 10,17; congregándonos para recibir la unción del Espíritu Santo (que es la fuerza y el poder de Dios). En Resumen, nuestra vida en este próximo año no depende de las circunstancias si no de la fuerza de Dios en nuestra vida”.
Sin embargo, agregó, para creerlo y poder realizar este propósito se necesitamos sanación emocional y espiritual, porque nuestros daños impiden nuestra relación con Dios y con los hombres.
“Ese es nuestro propósito, que compartimos con la comunidad, y todo lo demás se nos dará por añadidura”.
“Y aprovecho para promocionar nuestro seminario de Sanación que empieza el martes 11 de enero del 2022”.
Dejar la rutina y la indiferencia
Para Charthur, director ejecutivo del CEJAVI (Centro de Espiritualidad San Francisco Javier), un principal propósito es: encontrar medios para romper con la rutina que adormece y hace a las personas indiferentes ante el sufrimiento.
“Es una invitación a poner más atención en la realidad; en lo que le duele a mi comunidad, a mi ciudad”, dijo Charthur.
Para esto, señaló, se requiere “revisar dónde estoy en mi proceso apostólico”, repasando en oración los siguientes puntos:
* ¿En qué disposición espiritual apostólica estoy?
Deterioro espiritual:
El mal espíritu me hace pensar en las incomodidades (o placeres/imagen que perderé) por un compromiso apostólico.
El Buen Espíritu hace que me remuerda la conciencia.
Crecimiento espiritual:
El mal espíritu pone impedimentos y falsas razones (ejemplo: no vas a cambiar el mundo, no pasa nada si no vas, tienes otras obligaciones, ¿Qué ganas con eso?, etc.).
El Buen Espíritu anima, quita impedimentos, hace buscar caminos.
* Si estoy viviendo una desolación apostólica, buscar las causas de la desolación.
Tibieza apostólica:
¿Puedo seguir amando en la dificultad y el fracaso?
¿Puedo captar en la dificultad y el fracaso la cruz de Jesús?
Soberbia apostólica:
¿Me apropio de los resultados de mi apostolado y los uso para mi ego, olvidando que todo es un don de Dios? Puedo ser muy apostólico y muy narcisista.
¿Gana el amor a las personas y a Dios, o gana mi sentimiento de impotencia? La impotencia en este contexto puede ser otra manifestación de soberbia.
¿Me puedo comprometer sin querer apropiarme del fruto de mi trabajo ni de las personas?
* La parte frágil
El mal espíritu descubre mi debilidad y por ahí ataca:
¿Cuál es mi lado flaco que me puede hacer escoger mal? (protagonismo, comodidad,
heroísmo, ser importante, etc.)
¿Cómo puedo fortalecerme? (eliminar cualquier rasgo de protagonismo, dejar que otros cosechen, etc.)
Es propio de Dios dar verdadera alegría espiritual quitando toda tristeza y turbación:
¿Mis elecciones apostólicas me producen sobria alegría, ánimo para afrontar todo lo que trae?
¿o más bien siento obligación, gran carga emotiva?
Ad Maiorem Dei Gloriam
Combatir la soberbia para vencer al pecado
Partir de un examen de conciencia para considerar lo que Dios ha dado a cado, lo bueno, pero también aquello que falta por trabajar, el padre Jaime Melchor, formador del Seminario, compartió que un buen propósito espiritual es combatir la soberbia como raíz de muchos males y vicios, así como del pecado mismo.
“¿Qué es lo que puede combatir la soberbia y vencerla?”, cuestionó el sacerdote y enumeró:
- Sentido de humildad. Sabiendo que todo depende de Dios y que no es con mis propias fuerzas lo que yo tengo. Reconozco que la misma vida y que Dios me ha dado es un regalo. Cuando soy consciente de que dependo de Dios, humildemente también reconozco que toda cualidad en las personas, en los bienes materiales, los dones espirituales absolutamente también dependen de Él.
- Contar con un director espiritual para cumplir ese propósito. Visitarlo, tener una disciplina para que el director espiritual vaya ayudando a llevar ese propósito a cabo, a fortalecerlo y alimentarlo.
- Recordar que necesito de otros. Sabiendo que no me bastó a mí mismo, recurrir también a la ayuda de la comunidad. Reconocer que sólo no puedes, que si estás trabajando en este propósito necesitas la ayuda de una comunidad que te que te proteja. La soberbia nos lleva a estar solos a sentir que puedo todo, que no necesito de nadie, entonces es necesario salir de sí mismo. La Iglesia es la mejor casa que tenemos para fortalecernos con la oración.
“Al ser humildes y dejar la soberbia, vamos a sentir alegría y el amor verdadero que viene de Dios. Todo es gracia de Dios y de la mano del Señor vamos a lograr cumplir nuestros propósitos en el ámbito espiritual”.