En entrevista, el padre Efrén Hernández, párroco de La Sagrada Familia, habla sobre los retos que enfrenta la Iglesia al atender a las jóvenes adolescentes que desean hacer su fiesta de XV Años.
Ana María Ibarra
Un reto para la Iglesia es catequizar y evangelizar a las jóvenes próximas a cumplir 15 años. Durante varias décadas se ha buscado la manera de aprovechar esta festividad para motivar y atraer a las jóvenes quinceañeras y a sus acompañantes para que se integren a las parroquias. Sin embargo, la catequesis que se les imparte, además de que no es formal u homogénea en toda la diócesis, el tiempo dedicado es insuficiente.
Así lo compartió en entrevista el padre Efrén Hernández, párroco de La Sagrada Familia y quien, siendo seminarista, elaboró un manual de catequesis y un ritual para la celebración litúrgica de quinceañeras.
En entrevista con Periódico Presencia, el sacerdote ahonda sobre las posibilidades que ofrece la costumbre popular de celebrar los 15 años de una joven, en la difusión del mensaje de Cristo y su impacto en el trabajo de la Iglesia.
1.¿Desde cuándo la Iglesia catequiza a las quinceañeras que van a celebrar su fiesta?
El Concilio Vaticano II empezó a promover la importancia de la evangelización en todos los campos, en los documentos para el ministerio de los presbiterios y el ministerio de los obispos. En el documento para las misiones es donde el Concilio estableció la importancia de establecer una evangelización, inclusive ordenó que se volviera a instaurar el catecumenado. En esa determinación el Concilio revisó en la historia de la Iglesia, qué había ayudado y qué había estorbado para avanzar en la evangelización y se vio que la época de oro en la vida de la Iglesia fue cuando estuvo el catecumenado. La época oscura de la vida de la Iglesia fue cuando se abandonó el catecumenado. Por esa razón, y dado que ya había un par de países que estaban reactivando esa iniciativa, todo el Concilio decidió que se restaurara el catecumenado y en esos mismos números se planteó también el saber aprovechar todos aquellos aspectos de la religiosidad popular para evangelizarlos, porque hay muchos aspectos de la religiosidad popular que son desviaciones claras de la fe, pero en los que la gente se ha desviado porque nosotros no los hemos catequizado.
En ese contexto, el Documento de Puebla insistió posteriormente, en los años 80s, en la importancia de evangelizar también la religiosidad popular, que es el campo en donde cae lo de las quinceañeras. En México es una fiesta muy arraigada en la sociedad y que viene desde los nativos, los Aztecas. Todos nuestros naturales celebraban la llegada a la mayoría de edad y madurez de la mujer en la sociedad, que era hacia los 15 años, cuando ya era una señorita casadera, de ahí se le dejaba salir, tener novio. Ante todo eso no faltaría más que hacer una misa solemne con todo lo que los recursos económicos permitieran junto con las oraciones y el acompañamiento de las jóvenes. Aquí en la diócesis, el señor obispo don Manuel Talamás, junto con su presbiterio, en el año 1969 publicó una sexta Carta Pastoral en la que nos insistió hacer una evangelización previa a los sacramentos y habló de los sacramentales brevemente.
La sexta Carta Pastoral fue mucho tiempo antes de Puebla y aquí el presbiterio tenía presente, en orden a eso, que se establecieron las pláticas pre-bautismales, pre confirmaciones, pre matrimoniales, y las pláticas de preparación al sacramento de la Confesión. Se impulsó la organización de las pequeñas comunidades para que la gente continuara su formación, su catequesis de manera permanente y en orden a todo eso en México empezó a impulsarse muchos movimientos que han apoyado la evangelización en los diferentes campos de la vida. En lo que a mi toca, junto con al padre Rubén Ponce de León, de la Diócesis de Tabasco, hicimos un trabajo para una materia de clase de liturgia, y vimos que era importante, en esta etapa de los quince años, hacer una preparación para las señoritas y los jóvenes que las acompañan. Se nos hacía un desperdicio de oportunidad para evangelizar a los jóvenes.
Diseñamos primero el esquema de la celebración, en continuación con el sacramento del Bautismo y en preparación a la Confirmación, por eso pedimos que los papás enciendan la vela en el cirio pascual y se lo entreguen a las señoritas haciéndole ver que en adelante ella tiene que hacerse responsable de su fe y que ellos le entregan la responsabilidad, ella la acepta, la recibe comprometiéndose a vincularse más en el apostolado en la parroquia. Los padrinos le entregan la Biblia para que la estudie, la medite y la guarde en su corazón y el Rosario para que la Virgen esté siempre presente en sus vidas. A eso le añadimos unos temas de preparación, sencillos. Básicamente es aprovechar que los muchachos tengan un acercamiento. Muchos no se habían vuelto a confesar desde su primera Comunión y esa es una oportunidad para motivarlos a integrarse. Unos lo hacen otros no.
2.¿Cuáles son los retos en la formación y evangelización de las quinceañeras?
Un reto sería que esto fuera algo formal en toda la diócesis, que no sean iniciativas sueltas de algunas parroquias que tenemos esta preparación, aunque ya son muchas parroquias que tienen estas pláticas para los 15 años y los seminaristas que ven estas pláticas las valoran y cuando son sacerdotes, las promueven. Pero algo formal no ha habido en ningún momento. Cuando se hizo el Plan Diocesano, en el área de Pastoral Juvenil se propusieron promover la pastoral de las quinceañeras pero no se logró tener un avance significativo.
Otro reto sería, en nuestros tiempos actuales, retomar más la realidad de las adolescentes que se acercan a celebrar su fiesta de quince años y a partir de esa realidad actualizar los temas, ver si los aumentamos o hacemos algo más formal. No podemos hacer una formación larga, porque lo que hacen es irse a otras parroquias donde no haya tanto requisito. Al menos las que vienen aquí es porque conocen el rito de los quince años y se aguantan a tener que venir a las pláticas, pero de no ser así se van a otras partes donde no les piden preparación. Si hubiera algo más formal y oficial donde ya nadie se escape, podríamos hacer un frente común para aprovechar esa oportunidad. Porque si hacemos una estadística de cuantas celebraciones de 15 años hay en las parroquias al año y lo multiplicamos por el número de chavalos, veríamos que es un desperdicio de oportunidad para atender a los jóvenes, es una oportunidad de sensibilización y que los prepara para que cuando cumplan los 16 ya vengan motivados al catecumenado para la Confirmación, y en ocasiones eso se logra.
3.¿Es suficiente el contenido y el tiempo de formación a estas muchachas?
No es suficiente, pero no podemos darles más porque no vienen, se van a otras partes donde no piden nada. Se pueden hacer dos o tres esquemas, depende de los sectores. En esta área obviamente se daría algo diferente que a las señoritas de la periferia, que son más sencillas, más humildes, tendría que ser con otro enfoque. También se debe tomar en cuenta, si son estudiantes, su nivel, porque algunas a esta edad se encuentran a finales de secundaria y otras sólo tienen primaria, obviamente que la formación tiene que ser adecuada a su nivel. Mínimo dos o tres esquemas que los párrocos pudieran escoger el que más se adapte a sus destinatarios.
4.¿Cuáles consejos daría para que las chicas vivan cristianamente su fiesta de XV años?
Primero, que se preparen, que asistan a una preparación, que conozcan bien con tiempo el rito de los XV años, ya sea el que el padre Marcelino publicó recientemente. También que los conozcan los papás y los padrinos. Ellos no sólo son patrocinadores de una fiesta, sino que están involucrados en su crecimiento y madurez espiritual y humana.
5.¿Algo más que desee agregar?
Es importante una preparación. En mi caso, siempre buscaría implementarlo aunque sea desde una parroquia individual, porque para mí ha sido una experiencia positiva. Pienso que dejaría de ser positiva si dejáramos de tener muchachas que asistan, que busquen las pláticas, que les guste el rito y lo procuren. El día que ya no venga nadie es señal de que ya no hay que hacerlo, al menos de esa manera. Mientras sigan viniendo, mientras sigamos teniendo quinceañeras, seguimos dando las pláticas, con el favor de Dios.