Ante la pesadumbre en todo México y el mundo por este terrible hallazgo, Periódico Presencia presenta este panel de reflexiones con algunos actores sociales que analizan o comentan el fenómeno desde su perspectiva.
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Zapatos rotos, bolsos y ropa aterrados, así como huesos calcinados y cartas de despedida son algunos de los objetos que fueron hallados en el Rancho Izaguirre, una finca ubicada en Teuchitlán, Jalisco, que ahora es foco de atención mundial por lo que representa.
Fue un grupo de personas que se deducan a buscar desaparecidos en México, quienes localizaron este predio como un «centro de reclutamiento y exterminio» a manos del crimen organizado, en la zona controlada por un Cartel de drogas conocido como Jalisco Nueva Generación.
Ahí, los buscadores encontraron diferentes fosas clandestinas, en las que se hallaban restos óseos, algunos con indicios de que los cuerpos fueron calcinados.
El impactante hallazgo generó aún más sorpresa y luego indignación, al conocerse que el mismo lugar ya había sido investigado por las autoridades de Jalisco y del Gobierno Federal, aunque estas autoridades nunca hallaron restos, como sí lo hicieron las familias buscadoras.
Hoy, ante la pesadumbre en todo México y el mundo por este terrible hallazgo, al que incluso se le ha llegado a comparar con los campos de exterminio nazis, Periódico Presencia presenta este panel de reflexiones con algunos actores sociales que analizan o comentan el fenómeno desde su perspectiva.
¿Qué valores estamos enseñando?
Hna. Georgina Onofre, MMD/ Doctora en mariología.
Este acontecimiento es una cosa muy, pero muy penosa, muy lamentable para los familiares de estas personas que por fin encontraron, al menos alguna de las personas que anda buscando a sus seres desaparecidos. Es un dolor agonizante el hecho, primero, de no encontrarlos, y después encontrarlos en estas condiciones tan terribles.
Y esto nos lleva sobre todo a pensar nosotros como personas, como familias, qué tipo de valores estamos inventando en nuestros hijos, qué tipo de valores podemos hacer que los hijos vayan asumiendo, qué valores y qué antivalores se están asumiendo en nuestra sociedad.
¿Cómo estamos normalizando la violencia? ¿Cómo estamos normalizando el mal? ¿Cómo lo estamos cambiando de nombre y de lugar? ¿Cómo estamos llamando bueno a lo que es malo? ¿Y cómo estamos llamando malo a lo que es bueno?
Me parece malo el hecho de que los jóvenes, de que los niños, sean tan adictos a la violencia, que se haya normalizado la violencia. Porque no es solamente una cuestión de los narcos, hablar de la violencia se puede ver desde diferentes ángulos, la violencia como una cuestión de odio, en el caso nuestro, los campos de exterminio que se encontraron, no son como en el caso de la Segunda Guerra Mundial, que eran casos de exterminio por odio, por cuestiones raciales, por cuestiones de diferencia de pensamiento. En este caso, en México, no.
Estos campos de exterminio están producidos por el afán de poder y de dinero. La vida humana como algo que se puede negociar, como algo que se puede cambiar por unas monedas, que no tiene ni siquiera valor en algunos casos. Por ejemplo, estos jóvenes que fueron reclutados, incluso contra su voluntad, tantos de ellos no valían sus vidas.
Y los reclutan principalmente por eso, porque son a los que van a mandar como carne de cañón en casos de confrontaciones entre los mismos cárteles, porque ni siquiera con el gobierno, puesto que desgraciadamente, debemos de decirlo, sabemos que posiblemente haya muchos de estos niveles de gobierno coludidos con el narco, porque no puede ser que estén trabajando tan impunemente en una sociedad como la nuestra, que se dice democrática, que se dice autónoma, que se dice independiente.
Nosotros como sociedad, ¿qué estamos permitiendo? ¿Qué estamos haciendo? ¿Qué valores estamos enseñando? ¿Qué antivalores estamos permitiendo en nuestra sociedad?
Nos horrorizan ver estas noticias, pero no nos horroriza el hecho de que se haya permitido que el aborto sea una cuestión de ganas, por ejemplo. No nos horroriza el hecho de que los libros de texto vengan tan contaminados con cosas que pueden confundir la mente de un niño.
Todo esto tenemos que preguntarnos nosotros también como sociedad. Y sí, hacer un reclamo a las autoridades ¿Qué se está haciendo en contra de estas organizaciones criminales? ¿Qué se está haciendo a favor de los jóvenes, a favor de los niños más pobres, de las comunidades que tienen más necesidades? Y por qué se ha llevado hasta este extremo de que prácticamente sean estas organizaciones delictivas las que manejen el país y que lo manejen de esta manera, destruyendo tanto hacia adentro de nuestro país como hacia afuera, porque venden a las personas.
A todos esos jóvenes que son los que consumen estas drogas y que es lo que provoca que se hagan estas organizaciones criminales tan fuertes. ¿Por qué tantas personas adictas a este tipo de sustancias, las drogas?
Por eso voy a que reflexionemos sobre los valores y los antivalores. ¿Qué estamos enseñando desde la familia? ¿Qué estamos permitiendo como sociedad ¿Qué es lo que estamos fortaleciendo? ¿Qué es lo que estamos nosotros también de alguna manera debilitando?
Ahora en este México 80% católico que está viviendo en Cuaresma y que no come carne los viernes y que ayuna muchas veces el miércoles desde Misa. ¿Qué valores estamos enseñando? ¿Qué estamos permitiendo como católicos en nuestra sociedad mexicana? ¿Qué estamos fortaleciendo y qué estamos debilitando?
A las familias buscadoras les digo, en primer lugar, que yo, como todas nosotras las religiosas y como todos nosotros los consagrados, estamos de su parte, estamos orando por ustedes.
Nos queremos solidarizar no solamente con nuestras oraciones, que ya es bastante, sino decirles que aquí estamos si se requiere también de nuestra ayuda. Nosotros estamos al pie también de lucha y decirles que aquí estamos, que en lo que podamos también nosotras apoyaremos. Que como dicen los obispos, nosotros estamos también aquí abiertos a los espacios para lo que se ofrezca, para lo que podamos hacer. Porque no solamente queremos solidarizarnos de palabra, sino también de hecho.