Diana Adriano
En una ceremonia cargada de fe, el Miércoles Santo, 27 de marzo, la Catedral de Nuestra Señora de Guadalupe acogió a decenas de fieles para la solemne misa de enfermos.
La celebración fue presidida por el señor obispo don José Guadalupe Torres Campos, quien guió a los asistentes con palabras de consuelo y fortaleza espiritual.
El padre Eduardo Hayen, párroco de la comunidad, se unió al señor obispo como co-celebrante, junto con sus vicarios, el padre Rafael Saldívar y el padre Arturo Martínez.
Durante la misa, se ofrecieron plegarias especiales por aquellos que enfrentan enfermedades físicas y mentales, así como por familiares y seres queridos que los acompañan en este difícil camino.
Confiados en Jesús
Tras la lectura del Evangelio, el obispo compartió un mensaje de empatía.
“Estamos aquí este mediodía sentados con Jesús a la mesa para vivir la hora con Él.»
El obispo reconoció la diversidad de dolores y preocupaciones presentes en la comunidad.
«Han venido de sus casas con ese dolor, esa preocupación de la enfermedad o también de las realidades que vivimos, otro tipo de enfermedades emocionales, psicológicas, sociales, en fin, aquí venimos todos para estar con Jesús en este momento y experimentar su consuelo, su amor y cercanía», añadió.
Con estas palabras, el obispo recordó a los presentes la importancia de encontrar consuelo y fortaleza en la presencia amorosa de Jesús, invitándolos a abrir sus corazones a la esperanza y la sanación que provienen de la fe.
Momento de la Unción
Después de su emotivo mensaje, el obispo, junto con los demás sacerdotes, se colocó frente al altar en un gesto de humildad y devoción.
Juntos, elevaron una ferviente invocación al Señor, suplicando por la sanación y el consuelo de los hermanos enfermos, presentes en la celebración.
Luego, llegó el momento esperado. Con reverencia y solemnidad, los sacerdotes tomaron el aceite bendito y con manos cuidadosas, comenzaron a ungir las manos y la frente de los enfermos, como signo de la gracia divina y el amor de Dios que se derrama sobre aquellos que sufren.
Como se sabe, en el sacramento de la Unción, los fieles encuentran consuelo en la promesa de la presencia sanadora de Dios en medio de sus aflicciones.