Ana María Ibarra
Fe, devoción y esperanza es lo que se respiró durante los festejos a la Virgen de Guadalupe, los cuales iniciaron el jueves 11 de diciembre cuando, tanto en el exterior como en el interior de la Catedral se vivió una algarabía por el desbordante amor a la Virgen del Tepeyac, patrona de México y de esta diócesis

De fiesta
Los festejos en honor a Santa María de Guadalupe iniciaron a las siete de la tarde, sin embargo, los devotos comenzaron a llegar mucho antes para buscar un buen lugar.
La fiesta guadalupana en la Catedral tuvo como primer momento la participación del Ballet Folclórico, compartiendo la alegría de su danza con los fieles.
Enseguida, en un momento de oración se rezaron las vísperas solmenes, resaltando la solemnidad de la fiesta.

Pasadas las nueve de la noche, la Banda de Guerra del CBTIs 128 se hizo presente para ser parte de los festejos y al concluir su participación, dieron paso para que el cantante local, Gerardo Fierro, iniciara con las mañanitas a la Virgen de Guadalupe, lo que ocasionó el entusiasmo de la gente.
Por espacio de una hora, los asistentes acompañaron al cantante en la serenata dedicada a Santa María de Guadalupe. Rostros llenos de alegría, otros con lágrimas de emoción y amor se pudo ver en los asistentes, algunos de quienes llevaron veladoras y flores en agradecimiento; otros cargaban sus imágenes para que les fueran bendecidas, pero todos con una gran devoción.
Al terminar la serenata, la gente se dispuso para iniciar la misa de gallo.

Misa de gallo
La misa comenzó a las once de la noche y fue presidida por el párroco de la Catedral, el padre Eduardo Hayen.
El sacerdote resaltó la alegría que esa noche llenaba el corazón de los fieles devotos y, a la luz de la liturgia, reflexionó sobre la misión particular de la Virgen María que es dar a su hijo Jesús al mundo.
«La Virgen María es la madre de Dios en la tierra y damos gracias a Dios por ello. Pero no termina ahí su misión, sino que tuvo que acompañarlo hacia la cruz. Ella nos da a su hijo y al mismo tiempo nos invita a recorrer ese camino hacia ese momento en donde empieza su misión con toda la humanidad como Madre nuestra”, expresó el padre Eduardo.

Citando el evangelio de San Lucas, proclamado esa noche, el padre Eduardo mencionó que, así como María se apresuró a ir a visitar a su prima Isabel, así acude al auxilio de su pueblo.
“Así María bajó un día hacia el Tepeyac. Vino a un pueblo dolido, lastimado, que no entendía lo que estaba sucediendo, era una mezcla de culturas que ponía en juego los valores del pueblo indígena. Al mismo tiempo, los españoles se sentían derrotados. Pero viene la intervención de Nuestra Señora de Guadalupe con palabras de consuelo”, mencionó.

Pedir su intercesión
El padre Eduardo invitó a la comunidad a pedir la intercesión de Santa María de Guadalupe y dejarse consolar por ella.
En punto de las 12 de la media noche, el sacerdote lanzó vivas en honor a la Virgen de Guadalupe y todos cantaron las Mañanitas.

Misa de las Rosas
Al día siguiente, a las 12 de mediodía, el obispo don J. Guadalupe Torres Campos presidió la tradicional Misa de las Rosas, recordando que Santa María de Guadalupe es una madre preciosa y bellísima, revestida de luz, que resplandece con el sol de justicia, que es Cristo.
El obispo reflexionó sobre la riqueza simbólica de la imagen guadalupana: la luna bajo sus pies y la corona que la proclama reina y señora, pero, sobre todo, madre cercana de su pueblo.
En este contexto, invitó a los fieles a elevar una petición especial: profundizar en la fe y en la relación personal con Dios, confiándose a la intercesión maternal de la Virgen de Guadalupe.
Bendición de las rosas
Luego fue El diácono Diego Carreón quien explicó el significado de la bendición de las rosas, tradición arraigada en la devoción guadalupana.
“El signo de estas rosas nos recuerda la presencia amorosa de Santa María de Guadalupe entre nosotros. Al contemplarlas, hacemos memoria de la señal que ella dio a San Juan Diego para llevarla al obispo”, señaló.

Acto seguido, las flores fueron rociadas con agua bendita, mientras los asistentes las sostenían como signo de confianza en la intercesión de la Virgen Morena.
Al finalizar la celebración eucarística, se impartió la bendición solemne con indulgencia plenaria, como un don espiritual para todos los fieles que participaron con las debidas disposiciones, culminando así una jornada marcada por la oración, la alegría y el amor filial a Nuestra Señora de Guadalupe.

En síntesis
Rosas tierra y corazones
para nuestra Madre Guadalupana
El otoño deshojaba
nuestra flora regional,
y en tu seno se gestaba
el gran milagro nacional.
Tu hijo fiel, a toda prisa
desafiando el crudo clima,
sorteaba feliz la cima
para vivir la santa misa.
Juan Diego no lo creía,
pero escuchaba extasiado
la celestial sinfonía.
Juanito, di al obispado,
que la siempre Virgen María
viene a vivir a tu lado.
































































