Presencia
Cuando se escucha hablar del tema de exorcismos, las personas -católicas o no- piensan generalmente en un suceso extremo y dramático como el que se presenta en películas como El Exorcista y otras parecidas.
Pero muchas veces desconocemos que los exorcismos se realizan en algo tan común como el rito del Bautismo. A pesar de que la administración de este sacramento es algo muy familiar para los católicos, muchos desconocemos detalles de esta parte del ritual, que es tan necesaria, como sencilla.
Al haberse celebrado hace unos días la Fiesta del Bautismo del Señor, el padre Ramiro Rochín, párroco de Santa Cecilia, nos ayuda a comprender esta parte en el rito del sacramento bautismal, en el que ciertamente los niños (o adultos) no están poseídos, pero igual requieren un exorcismo.
Aquí la explicación:
¿Qué es un exorcismo?
Nos lo dice el Catecismo de la Iglesia Católica (CEC) en el número 1673: «Cuando la Iglesia pide públicamente y con autoridad, en nombre de Jesucristo, que una persona o un objeto sea protegido contra las asechanzas del Maligno y sustraída a su dominio, se habla de exorcismo».
¿Existen diferentes exorcismos en la Iglesia?
Sí, existen dos formas de exorcismo. El exorcismo simple o menor y el exorcismo solemne o mayor. Ambos los explicamos en las respuestas a las siguientes preguntas.
¿Por qué se realiza un exorcismo dentro del rito del Sacramento del Bautismo? ¿Cuál es la diferencia del exorcismo Bautismal con otros exorcismos?
Nos dice el Catecismo de la Iglesia: «Puesto que el Bautismo significa la liberación del pecado y de su instigador, el diablo, se pronuncian uno o varios exorcismos sobre el candidato. Éste es ungido con el óleo de los catecúmenos o bien el celebrante le impone la mano y el candidato renuncia explícitamente a Satanás» (CEC 1237). Este es el exorcismo menor o simple. Esta liberación del pecado se realiza incluso en los bebés que se bautizan, los cuales evidentemente no han cometido ningún pecado personal, pero que han nacido con una naturaleza caída y una concupiscencia heredada de nuestros primeros padres. A esta condición la llamamos «pecado original», siguiendo la teología de San Agustín, lo cual no significa, repito, que esos bebés hayan pecado, pero que sí están en una situación muy parecida de los que han pecado gravemente: la inclinación al mal y la imposiblidad de vencer, por sus propias fuerzas ese mal, y además con una gran influencia del demonio. Es entonces que se aplica este exorcismo dentro del rito del Bautismo, para que libres de la influencia del Maligo, los bautizados puedan vivir y dar testimonio de cristianos.
La diferencia con el otro tipo de exorcismo, el mayor o solemne, es que éste «sólo puede ser practicado por un sacerdote y con el permiso del obispo. En estos casos es preciso proceder con prudencia, observando estrictamente las reglas establecidas por la Iglesia» (CEC 1673). A estos sacerdotes son a los que se les llama propiamente exorcistas. Y estos son los exorcismos que se realizan para liberar a una persona de una posesión demoníaca. Y como esto es algo muy delicado, existen una serie de reglas en un libro que se llama «Ritual de Exorcismo». La última edición de estas normas la realizó el Papa San Juan Pablo II en 1998.
En la historia de la Iglesia, ¿Ha cambiado la formula del exorcismo en el Bautismo? ¿Cómo?
Seguramente que sí, con las diferentes revisiones de los libros litúrgicos. Para responder con detalle a esta pregunta habría que investigar todas estas ediciones a lo largo de los dos mil años de cristianismo, en los diferentes ritos que han existido, y la respuesta muy probablemente daría suficiente material para escribir un libro entero. Pero que quede bien claro que la Iglesia tiene toda la autoridad para realizar estos cambios de fórmulas. Cabe decir también, por otro lado, que el exorcismo es un sacramental, es decir, un signo sagrado que instituye la Iglesia, a diferencia del Bautismo, que es un sacramento instituido por Cristo. Pero tanto las gracias recibidas en el exorcismo, como en el Bautismo, todas vienen de Nuestro Señor Jesucristo.
¿Qué pasa cuando una persona no es bautizada? ¿El demonio está en esa persona?
No necesariamente y, lo más probable, es que no. Pero no es la mejor manera de plantear estas cuestiones. Lo que pasa es que estamos hablando del misterio del ser humano. Nosotros ni siquiera somos capaces de juzgar lo más íntimo del prójimo y, muchas veces, ni siquiera lo más superficial del otro. Por un lado, sabemos la grandeza del sacramento del Bautismo, que nos une a Cristo y nos hace miembros de la Iglesia. Más allá de eso, hay que andar con pies de plomo y no intentar realizar juicios temerarios. ¿Quién puede saber si alguien está en gracia de Dios o en pecado mortal (o sea, alejado de Dios y bajo la influencia del demonio)? El interior de los corazones nada más los conoce Dios. Con humildad, por ejemplo, la Iglesia ha reconocido en el Concilio Vaticano II, que un hombre de buena voluntad, de cualquier religión, y por tanto, aunque no esté bautizado, de una manera misteriosa, también está unido a la Iglesia. De una manera parecida, no hace mucho, el Papa Benedicto XVI dijo sobre el infierno que sí existía, y que no estaba vacío. Porque, ¿quién puede decir que alguien ya esté condenado, aunque no se haya bautizado? No por nada los mismos exorcistas batallan muchas veces, tan sólo para saber si en un posible endemoniado existe realmente una posesión diabólica.
Se dice que en caso de peligro de muerte un laico puede bautizar a alguien más,
¿Es esto correcto? Y en este caso, ¿qué pasa con el asunto del exorcismo?
Sí, en caso de emergencia cualquier persona puede bautizar, siempre y cuando tenga la intención de hacer lo que hace la Iglesia y diciendo la fórmula correcta y usando agua y no otro líquido. Si la persona bautizada logra sobrevivir a la emergencia, entonces ya debe de ir a su parroquia para que el rito del Bautismo sea completado, y allí entra el exorcismo bautismal.
¿El papa Francisco habla varias veces sobre el diablo, cómo hay que entender esto?
Simple y sencillamente el Papa habla del diablo como todo buen católico verdadero. El diablo existe y es nuestro enemigo, y nos tienta, y hay que defendernos de su influencia con la ayuda de Cristo. Más bien, la pregunta debería referirse a los supuestos «católicos» que nunca mencionan o piensan en el demonio. Allí sí yo no sabría cómo entender eso.