Luz es una mujer de 72 años que tuvo un misterioso y feliz encuentro con san Martín de Porres durante su recuperación en el hospital. Aquí su historia…
Ana María Ibarra
Después de haber sido sometida a una operación a corazón abierto, en su cuarto de hospital la señora Luz recibió la visita de un enfermero, a quien después reconoció como San Martín de Porres, quien alivió su sufrimieto e intercedió por ella ante Dios para recibir su sanación.
La historia
Hace más de 17 años, Luz recibió la noticia de que necesitaba de una operación urgente a corazón abierto, pero ella fue posponiendo ese momento por distintos motivos.
“En noviembre del año 2000 me hicieron un cateterismo y el cardiólogo me informó que mi corazón se encontraba ya muy dañado, por lo que se requería reemplazar la válvula mitral y la aórtica”, compartió la entrevistada.
Para agosto del 2001, Luz ya no pudo más y se trasladó a la Ciudad de Chihuahua, donde la atendió el doctor Zavala.
“Después de explicarme todo el procedimiento a seguir, el doctor me dijo que en cinco días me daría de alta, pero no fue así, estuve inconciente precisamente durante cinco días”, dijo.
Después de la cirugía, Luz fue traslada al area de cuidados para cirugías del corazón y, aunque el efecto de la anestesia ya había pasado, seguía inconsciente. En esos cinco días Luz tuvo distintas visiones.
“Lo único que recuerdo es haberme sentido en un hoyo muy profundo y, arriba, a mi alrededor, veía unas caritas de quienes me rodeaban, como si se estuvieran asomando, pero estaban cerca de mi”, recordó.
En otra occasion Luz vio su sombra elevarse muy despacio, y ya estando arriba, vio una luz muy brillante que después desapareció.
“Me di cuenta, por lo que me contó una enfermera, que me había desvanecido, pero me reanimaron los doctores y las enfermeras”.
Momentos de dolor
Al quinto día despues de la cirugía, Luz despertó. Se encontraba muy hinchada y muy adolorida. No podia moverse y se mantenía solamente en una posición.
“A mi derecha estaban dos camas desocupadas. Aunque no podía moverme, me di cuenta porque no se veía movimiento ni se escuchaba ruido. A corta distancia, frente a mí, alcancé a distinguir a dos enfermeras en un escritorio. Les llamé y una de ellas se acercó. Le pedí que me subiera la cabecera de la cama, le volví a llamar para que la bajara”, recordó Luz.
Luz no sentía alivio, por lo que durante las siguientes horas siguió llamando a la enfermera.
“Le pedí que moviera la sábana, que acomodara la almohada… Ella hizo todo lo que estaba humanamente a su alcance. ¿qué más podía hacer? si con todo lo que le pedía no sentía alivio, pero seguía aquel cansancio”.
Ya desesperada, al no poder hacer nada por la enferma, la enfermera le pidió a Luz que se durmiera porque había otros pacientes que tenían que descansar.
“Y tenía razón. Me quedé callada, aguantando mi cansancio. Me sentía como si me hubieran apaleado, estaba muy adolorida”, recordó.
Presencia de San Martín
Sufriente en su cama de hospital y callada, en cierto momento Luz vio pasar frente a su cama a un enfermero con uniforme color guinda, de tez morena y cabello rizado. Luz le pidió ayuda al joven.
“Él se acercó y con sus manos dio un jaloncito muy lentamente a mi sábana. Inmediatamente sentí alivio”, compartió.
Aunque por su posición, Luz no logró ver al joven de frente, pudo descansar un poco. Poco tiempo después, la mujer sintió nuevamente cansancio, y en ese instante el joven volvió a pasar frente a su cama.
“Le pedí ayuda nuevamente y el joven otra vez dio un jaloncito a la sábana y se retiró. Cada vez que hacía eso le daba las gracias, pero no me contestaba, y tampoco sé para donde se iba, el caso es que aparecía justo cuando lo necesitaba”, relató.
Luz comentó que la última vez que el joven enfermero fue a auxiliarla, ella le agradeció nuevamente por su paciencia.
“Creo que ya lo he de tener cansado, le dije, pero otra vez se retiró silenciosamente. Esa noche me quedé dormida y en la mañana me desperté por el ruido de un aparato que llevaron unas enfermeras para tomarme la presión. Estaba completamente descansada”.
Luz preguntó a las enfermeras sobre el enfermero que durante la noche la atendió.
“Ellas voltearon a verse sorprendidas y me respondieron que durante la noche nadie estuvo en mi habitación”.
Nació su devoción
Después de esa experiencia, Luz fue trasladada a Terapia Intensiva y de ahí a la habitación, aún con las piernas inflamadas.
“Le platiqué a mi hermana lo sucedido y en eso le digo que era San Martín de Porres. Antes de esto no tenía devoción, pero mi hermano me dijo que mi mamá rezaba y hacía novenas a este bendito santo”.
Luz compartió que al leer sobre la vida de San Martín de Porres, se dio cuenta que en su tiempo, san Martín se trasladaba desde lugares distantes para asistir a los enfemos y que con tan sólo tocar la sabana de los enfermos, éstos sanaban.
“Me dieron de alta el 11 de septiembre del 2001, cuando el caso de las Torres Gemelas. Al regresar a Juárez fuimos a Catedral a dar gracias a Dios, pero ya era tarde y estaba cerrada. Después estuve tratando de localizar un templo a San Martín de Porres, deseaba hablar con algún sacerdore para que me permitieran dar mi testimonio”, compartió.
Sin embargo nunca encontraba abierto el templo y finalmente Luz desistió de su deseo.
“En el templo de San Lorenzo encontré una imagen de San Martín de Porres entre muchas otras. Cuando se presenta la oportunidad comparto con algunas personas mi testimonio en agradecimiento a este bendito santo”.
Si bien, Luz considera que su agradecimiento a San Martín de Porres no ha sido lo suficiente, detalles y personas no han permitido que esa experiencia se le olvidé y desde entonces, San Martín vive en su mente y en su corazón.
“No me he fanatizado con San Martín, aunque debería. Antes no tenía una devoción a este bendito santo, pero hoy le pido y le rezo siempre. Incluso le pedí por la salud de mi nieto que estuvo enfermo del estomago y gracias a él Dios lo sanó”, dijo.
Y finalizó diciendo: “Gracias a Dios y al periódico Presencia tengo esta oportunidad de compartir que Dios me sanó y San Martín de Porres alivió mi sufrimiento. También va mi agradecimiento para el padre Guillermo Sías por sus oraciones”.