¿Cuantos matrimonios nulos se evitarían si se hiciera un buen escrutinio a la pareja antes de pasar por el altar?
Lisa Duffy, autora católica
Una de las cosas más difíciles que he hecho jamás fue obligarme a sentarme y responder al cuestionario de petición de nulidad matrimonial.
Lo hice más o menos a los dos años y medio de mi divorcio civil, y fue agotador. Preguntas sobre mí. Preguntas sobre él. Preguntas sobre nuestras familias, nuestras carreras, nuestro noviazgo, el día de nuestra boda. Y la pregunta, “¿Qué significaba para ti estar enamorado?”
Desenterrar esos malos y dolorosos recuerdos que yo había intentado tan duramente dejar atrás fue angustioso, y revivir mi divorcio fue una píldora muy amarga de tragar.
Sin embargo, hubo una luz en todo esto. Esas 107 preguntas arrojaron luz sobre algo más que lo horrible que había sido todo. Las preguntas, intensamente personales, me abrieron los ojos a la verdad de lo que había pasado y reveló una perspectiva completamente nueva en mi historia. Me ayudó a reconocer las muchas malas decisiones que hice al entrar en esa relación, y a pesar de que me casé para toda la vida y traté de ser una buena esposa, me encontré cara a cara con una muy triste verdad: la elección de la persona adecuada para casarme no tuvo la importancia adecuada en mi deseo de alcanzar el codiciado título de “señora”.
Cuando todo había terminado y contesté a la última pregunta, no pude evitar pensar: “¿Por qué nadie me hizo estas preguntas antes? ¡Yo nunca me habría casado con él en primer lugar!”.
Repensar cursos prematrimoniales
Como católica divorciada, que recibió la nulidad y volvió a casarse hace quince años, me di cuenta de que el proceso de nulidad fue mucho mejor preparación al matrimonio que los cursillos prematrimoniales a los que había ido antes de pasar aquella vez por el altar. ¿Por qué la auténtica, significativa preparación al matrimonio llegó cuando era demasiado tarde?
Luego del Sínodo sobre la Familia, uno de los aspectos positivos emergentes fue el consenso sobre que la preparación para el matrimonio católico tal y como la conocemos, tiene que ser desechada, y que hay que poner algo mucho más sustancial en su lugar. He oído hablar de cursillos prematrimoniales realizados sobre un modelo similar al proceso de catecumenado, y que creo que es un gran comienzo. Pero si todo lo que hacemos es hacer el proceso más largo y no cambiamos la formación que ofrecemos, no estamos haciendo ningún favor a nadie.
Seamos sinceros. En estos días, la gente no se están casando igual que sus abuelos y bisabuelos. La sociedad ha impuesto muchos tipos diferentes de presión sobre los solteros y ha impuesto ideas que no son propicias para hacer durar un matrimonio. Así que es muy importante que nos acerquemos a la formación de parejas de manera diferente, también.
Por eso creo que hay que cambiar las cosas y utilizar la sabiduría que se encuentra en el cuestionario del procesos de nulidad para preparar a las parejas para el matrimonio. Para cualquiera que esté familiarizado con un cuestionario de nulidad, su propósito es ofrecer a los jueces del tribunal una visión tanto minuciosa como global de la relación de pareja, con especial énfasis en el periodo de cortejo, de noviazgo y la boda. El objetivo es determinar si la pareja contrajo un matrimonio válido ese día. Las preguntas son intensas y cubren una amplia gama de aspectos para el peticionario, el demandado y los testigos.
¿Por qué hacemos esto cuando un matrimonio ya ha fracasado? ¿No tendría sentido hacer un escrutinio personal parecido antes de que la pareja se acerque al altar?
Infancia y vida familiar
Hay dos áreas del cuestionario de nulidad que ofrecen excelente contenido para crear un programa de cursillo prematrimonial. Una de ella es la exploración de la infancia y de la vida familiar de cada contrayente, porque esto ofrece ya indicios de si tienen las ideas correctas sobre lo que es el matrimonio.
Las discusiones sobre la educación religiosa; los problemas en el matrimonio de los padres; cualquier tratamiento de problemas emocionales, psicológicos o psiquiátricos; antecedentes de abuso de alcohol o drogas y cualquier historia de abuso físico, mental o sexual puede comenzar a pintar el cuadro más grande necesario para saber si uno o ambos son adecuados para el matrimonio.
Una segunda área de atención debería ser la discusión detallada sobre el periodo de conocimiento y noviazgo de la pareja, que también revela mucho sobre su nivel de madurez y sobre si pudieran existir ya impedimentos, como la ignorancia del hecho de que el matrimonio está llamado a ser un compromiso permanente, exclusivo, para toda la vida y abierto a la nueva vida.
Por lo que he oído a sacerdotes y terapeutas matrimoniales y familiares, esta es el área en la que menos se prepara a las parejas para el matrimonio.
Un pensamiento final…. A pesar de todas las historias de divorcio que he escuchado en mi trabajo con católicos divorciados desde hace muchos años, el dolor se me refresca cada vez que oigo a otro. Haría cualquier cosa para evitar otro divorcio, otra familia destrozada, otro niño devastado emocionalmente.
Si enseñamos a nuestros hijos que el divorcio no es una opción, también debemos darles las herramientas que necesitan para tener un buen matrimonio. Es hora de que asumamos la responsabilidad de dar a nuestros hijos formación verdadera y significativa para que sus matrimonios duren. Y creo que el cuestionario de nulidad nos puede señalar la dirección correcta. (Publicado en Aleteia)