Pbro. Jaime Melchor
Una realidad sumamente interesante que hay en la historia de todas las culturas y pueblos es la dimensión religiosa en el ser humano. Entre nosotros, desde la Constitución, “fruto de la Revolución” se dicta que la educación es laica, es decir, sin alguna doctrina religiosa. Sin embargo, a mi parecer, no existe aún una comprensión del todo sobre la postura ideológica que la Filosofía Positivista marcó en los artículos constitucionales. Recordemos que la postura de esta corriente filosófica considera superada la etapa del ser humano en su referencia a Dios. El laicismo que manipula nuestra Constitución en lo referente a los principios educativos de raíz ha querido arrancar todo marco religioso, y “no tener pre-juicios”.
La sana antropología nos sigue planteando una absoluta y necesaria referencia a la realidad del hombre en su aspecto religioso. La “re- ligación”, de donde toma su palabra etimológicamente la dimensión religiosa, habla de una inicial identidad en la trascendencia, en lo absoluto. Muchas situaciones del ser humano que son incomprensibles, vienen a ubicar la capacidad de razón en sus propias limitantes o fragilidades. Experiencias inclusive que la ciencia desde su metodología claudica, van a desembocar en la fe en un ser trascendente. Considero que la naturaleza, el cosmos y los descubrimientos que la ciencia actual ha logrado, dan cuenta de un camino emprendido en este mismo aspecto.
Algunas de las ciencias con más avances actualmente son las relativas a la Psicología, tienen una referencia a la realidad del ser humano, sobre todo en su capacidad relacional. Por ejemplo, en el honesto y sano encuentro con el otro descubriremos con absoluta necesidad la fraternidad y la capacidad de permanecer desde el amor. El siguiente paso será descubrir que a ambos se nos ha dado una identidad a imagen y semejanza de Otro que todo lo proyectó bien, con suma sapiencia, y generosidad, o mejor dicho, amor infinito.
Sigue ahí entonces esa semilla que pide la proyección hacia algo más, hacia Alguien que me conoce desde antes de existir. Sin embargo, el creyente que profesa su fe en Jesucristo tiene una experiencia maravillosa y extraordinaria: decir sí a ese Nazareno que ha planteado la existencia desde el Amor increado, pero a la vez revelado, propuesto y ofrecido en todo sentido para que tengamos vida eterna.
Sigue ahí convocando a los que quiso también llamar hermanos. Fue capaz de bajar a los abismos, como dice en el Credo, para darnos la capacidad de ser hijos de Dios. Ahora el mensaje se seguirá transmitiendo porque a los que le siguen corresponde ser testigos de la fe. Sigue entre nosotros vivo porque las generaciones nuevas le descubren y “re-descubren”. Éstos son contestatarios delante de aquellos que apostaron erróneamente por corrupción, injusticia y muerte.
Ahora Jesús resucitado sigue invitando aún a aquellos a los que quizá el mundo rechazó porque no abunda en bienes materiales o no brilló en las redes sociales. Los niños, los jóvenes, y los ancianos que luchan día a día por conquistarse y ser luces en medio de las tinieblas podrán decir:
“Él sigue ahí, está aquí; se me ha dado a conocer; y su voz me ha seducido para que yo dé una respuesta vital… y así el mundo siga teniendo vida eterna, como Él»