- En su catequesis sobre la quinta bienaventuranza, el papa Francisco aseguró que todos necesitamos perdonar, porque necesitamos ser perdonados…pero ¿cómo podemos perdonar si es tan difícil?…las EsPeRe tienen una respuesta…
Ana María Ibarra
Los Talleres de Escuelas de Perdón y Reconciliación conocidos como EsPeRe, han ayudado en Ciudad Juárez a cientos de personas a vivir la quinta bienaventuranza: “Bienaventurados los misericordiosos porque alcanzarán misericordia”.
Historia
Las Escuelas de Perdón y Reconciliación (EsPeRe), fueron fundadas en Colombia por el padre Leonel Narváez, quien ayudó en la mediación entre la guerrilla y el gobierno de su país. Tras lograr que depusieran las armas, no parecía disminuir la violencia por lo que se dio a la tarea de averiguar por qué, descubriendo que el camino del perdón no era suficiente, sino que había que llegar a la reconciliación.
Blanca Cereceda, coordinadora de los talleres EsPeRe sede Madre Nuestra Ciudad Juárez explicó:
“Tras estudiar profundamente, el padre Narváez formó un equipo multidisciplinario que diseñó este taller que consta de diez sesiones con una duración de tres horas cada una. Las primeras seis sesiones se enfocan en el proceso del perdón, que nos ayuda a liberarnos de la carga del rencor, el resentimiento y deseos de venganza”.
Las siguientes cuatro sesiones abordan la reconciliación, que permite la restauración de la persona para continuar con su vida, agregó al poner el ejemplo de una víctima de delito:
“Perdonar no es renunciar a la justicia, sino buscarla de manera adecuada para que realmente me de consuelo y paz”.
“Perdonar al agresor no le exime de enfrentar la consecuencia de sus actos, sino que permite a la víctima continuar con su vida y a él asumir su responsabilidad”.
En Juárez
Las Escuelas de Perdón y Reconciliación (EsPeRe) de Fundación Madre Nuestra llegaron a Ciudad Juárez en 2010, en medio de la dura crisis de violencia que se vivió localmente, y a través de un grupo de seglares de espiritualidad jesuita, entre ellos Paulina Fernández.
“Ella invitó a un grupo de personas con la misma inquietud para que fueran capacitadas para enfrentar esta realidad y poder ofrecerlo a la comunidad”, recordó Blanca.
Dijo que desde entonces se han impartido alrededor de 50 ó 60 talleres de perdón, cuyos beneficiarios directos son más de 300 personas, que a su vez pudieron influir en otras tantas, de manera indirecta.
La entrevistada resaltó que en el proceso de perdón y reconciliación que enseñan estos talleres, se involucran las emociones, algo a lo que usualmente el ser humano le teme.
“A quienes se atreven a iniciar este camino, les alabamos la valentía y el coraje para hacerlo, aunque de pronto sea difícil y doloroso”, dijo.
Perdón y misericordia
En su catequesis sobre la quinta bienaventuranza “Bienaventurados los misericordiosos porque recibirán misericordia”, el papa Francisco abordó el tema del perdón y de las dificultades que enfrentan las personas para ofrecerlo.
La facilitadora de los Talleres EsPeRe entrevistada, explicó cómo éstos ayudan a vivir el perdón y a ser misericordiosos.
Lo principal, dijo, es decidirse a iniciar un proceso de sanación de la herida que se tiene.
“Así descubres que eres tú quien la mayor parte de las veces no se perdona. Una vez que lo logras, eres capaz de entender a los demás, dejas de juzgarlos y empiezas a verlos con aprecio y respeto. Esto es la misericordia”, explicó.
Dijo que al perdonar, la persona ofendida se libera de un gran peso que no le permite avanzar y disfrutar de la vida.
“Cuando se hace esta acción de manera honesta, se logra percibir la unión del perdón y la misericordia. Es un reconocer al otro como un igual, porque, así como el otro falló y me lastimó, también lastimé y falle. Perdonar al otro es verlo con la mirada con la que deseo ser mirado cuando fallo”, explicó.
Para Blanca, hacer vida la quinta bienaventuranza requiere de iniciar un proceso personal de “depuración”.
“También ayuda una terapia, acercarse y profundizar más en la fe. Este sería un primer paso, porque lo siguiente se irá reflejando en tu relación con los más cercanos”.
Frutos del perdón y misericordia
Conocedora de que hay heridas muy profundas en las personas, pero también testigo de los frutos que brindan los talleres EsPeRe, Blanca invitó a la comunidad a iniciar un proceso de perdón.
Compartió el caso de una mujer mayor, quien vivía la relación con su esposo como algo rutinario, discutían por todo y les parecía que eso era normal.
“Cuando ella tomó el taller descubrió cómo relacionarse con su marido y comenzó por preguntarle simplemente cómo le había ido en el trabajo, lo que a él se le hizo extraño pero bonito. Así empezaron a dialogar como no lo habían hecho en mucho tiempo, y su relación mejoró”.
La mujer se dio cuenta de que logró el cambio que ella esperaba de su esposo, dando ella el primer paso.
Otro caso se dio en el Centro de Justicia para la Mujer, donde una mujer que sufría violencia, tras tomar el taller, comenzó a ponerle límites a su agresor.
“A partir de su cambio, él cambió también, empezó a respetarla e incluso colaboraba en la casa y no se separaron. Uno esperaría que todas decidieran alejarse de su agresor, pero ella recurrió a la misericordia, se restauró y su agresor se convirtió en su prójimo”.
Otros testimonios fuertes son aquellos de servidores de parroquias o quienes se encuentran enojados con la Iglesia, pues les cuesta trabajo expresar sus emociones y sobre todo reconocer este enojo.
Compartió: “Una señora se sentía ofendida primero con su hija y también con la Iglesia. No entendía que su hija fuera lesbiana, se preguntaba qué había hecho mal. Estaba enojada con la Iglesia porque decía que la rechazaban. Cuando terminó el taller, descubrió que en realidad estaba enojada con ella misma, por que no sabía como manejar la situación y buscaba culpables”.
“Esta mujer supo descubrir que con su apoyo, su hija podrá enfrentar las dificultades. Aquí vemos la misericordia de los padres con sus hijos”, dijo.
Por otra parte, compartió que las EsPeRe también son una excelente herramienta de formación para los jóvenes, quienes están en una etapa de conflicto con los padres y amigos.
“La experiencia del perdón y la reconciliación es para ellos muy sanadora, sobre todo aprenden a reconocer sus emociones y expresarlas de manera adecuada”, finalizó.
“Les invito a que venzan el miedo y empiecen este camino del perdón…Al final del día, el regalo es para uno mismo, más que para el ofensor, porque uno recupera la paz, aprende la misericordia y es capaz de ver todo con nuevos ojos”.