- Las personas no sólo son seres materiales sino también espirituales y es esa dimensión la que reclama la presencia en la comunidad eclesial…el retorno a los templos, aseguran.
Ana María Ibarra
Con el cambio a semáforo amarillo como indicativo de riesgo moderado de contagio de Covid 19, y el anuncio del obispo de retomar actividades en los templos, la comunidad diocesana se encuentra lista para volver a rendir culto a Dios en las misas presenciales.
El reencuentro en comunidad aún en medio de la pandemia, se realizará en un entorno seguro, afirmaron sacerdotes de la diócesis, quienes ya estaban inquietos, e incluso hasta molestos al ver reabrirse muchos sectores excepto el eclesial, a pesar de los muchos preparativos que se hicieron para cuidar este ansiado retorno.
Que no haya retroceso
El padre Víctor Fernández, párroco de la comunidad de Santa Rosa de Lima resaltó que la Iglesia ha estado atenta a la situación y ha sido responsable de las disposiciones dispuestas por el Gobierno Estatal y Federal para prevenir el contagio del virus.
“Nuestros templos han permanecido cerrados por más de cinco meses, en este momento ya es, no solamente justo, sino una necesidad hablando desde el ámbito espiritual, para nosotros como sacerdotes como para nuestros fieles”, dijo el sacerdote.
Conscientes de que la situación sigue siendo delicada, el padre Víctor dijo que la Iglesia no desea contribuir a que haya un retroceso, por eso se ha capacitado para observar los protocolos y medidas de seguridad en la reapertura de los templos.
“Las medidas son las ya recomendadas como es: la sana distancia, el uso de cubre bocas dentro del templo, gel para nuestras manos, tapetes sanitizantes para limpiar nuestros pies antes de entrar al templo, equipos preparados y dispuestos para una limpieza profunda al templo antes y después de cada misa”, enumeró el sacerdote.
El cambio en la semaforización vino a dar respuesta a la necesidad que la comunidad católica padecía.
“Para nosotros es una necesidad urgente que se tenía que atender. Vimos con esperanza que se reabrieron ámbitos de movilidad humana, trabajo, comercio, pero también era necesario pensar en la parte espiritual y de fe que juega un papel importantísimo. Tantas personas que han esperado estar en sus templos y vivir su fe”, expuso.
Iglesia responsable
Por su parte, el padre Martín Magallanes, párroco de San Ignacio de Loyola en el Valle de Juárez, compartió que los sacerdotes, en comunión con el obispo, acataron las recomendaciones del Estado. Sin embargo, la inconformidad de la comunidad se hizo latente.
“La iglesia está preparada. Hemos tomado la responsabilidad de la salud, antes sólo espiritual y ahora también física, de la gente que asista a las celebraciones”, expresó el padre Martín.
Tras comentar cómo se ha visto en diversos sectores a mucha gente sin cubre bocas, sin cuidado de la propia vida ni de la comunidad, el sacerdote consideró injusto que a otros rubros les permitieron abrir, mientras que a la Iglesia, que ha obedecido las reglas, se le haya mantenido cerrada tanto tiempo.
“Siento que nos vendieron la idea de que la Iglesia no era actividad esencial y se la compramos cuando sabemos que somos esa parte que ayuda a los corazones. Es esencial porque si está Dios presente, hay paz y tranquilidad, Dios es el compañero que nos fortalece”, dijo.
Somos comunidad consciente
La capacitación que las comunidades han recibido para reactivar las actividades religiosas, muestra la conciencia que la Iglesia ha tomamdo sobre esta pandemia, expuso por su parte el padre Alfonso García, párroco de la comunidad San Francisco de Asís.
“Lamentablemente algunas personas han muerto a causa de la pandemia, no somos ajenos a la situación que se vive, pero como comunidad eclesial era necesario reactivar nuestra actividad pastoral”, dijo el padre Alfonso.
Aseguró que la participación de los fieles de vuelta en la Eucaristía se hará con todas las medidas necesarias para cuidar la salud de todos.
“No corremos ningún riesgo. Tomamos en cuenta todas las precauciones que nos han pedido y hemos hecho conciencia de ello, nos capacitamos para reabrir los templos y celebrar los sacramentos con todas las medidas necesarias”, resaltó.
Un comparativo
En comparación con otras organizaciones o comercio, dijo el sacerdote, la Iglesia cuenta con mayor seguridad.
“Yo mismo he asistido a desayunar a un restaurante de la ciudad y no veo que sea nada fuera de lo que sabemos que tenemos que hacer y al compararlo con lo que nosotros vamos a hacer para nuestro cuidado, claramente habrá más control en los templos”, dijo.
A diferencia de bares, centros comerciales o restaurantes, en los templos no habrá interacción entre las personas, pues solo acudirán a dar culto a Dios y llenarse espiritualmente.
“Acudiremos a celebrar la fe sin hacer ninguna otra actividad. Tenemos esa capacidad y esa conciencia de que sí podemos como Iglesia asumir esto”.
Cuidar cuerpo y espíritu
Al igual que sus hermanos sacerdotes, el padre Alfonso señaló que las personas no sólo son seres materiales sino también espirituales y es esa dimensión la que reclama la presencia en la comunidad eclesial.
“Somos personas que tenemos esa conciencia de la necesidad de Dios. La fe que nos ha enseñado Jesús no es una fe individualista, sino que se vive en comunidad y en comunidad nos enriquecemos. Es necesario que las familias, jóvenes, niños, ancianos, retomemos nuestra vida espiritual y pastoral activa en la que nos sentimos plenos”.
Agregó que la sociedad necesita esa parte espiritual pues, afirmó, las personas creyentes aportan luz y esperanza a la sociedad.
“Corremos el riesgo de sentirnos abrumados, desesperanzados si nos falta el alimento espiritual. Estamos con ansiosa espera de poder reanudar nuestras actividades de culto sacramentales y pastorales, que eso sostiene a nuestra sociedad. A lo mejor como Iglesia no somos una parte esencial económica, pero si esencial en la vida de los creyentes”.