Oración inicial
Ven, oh Espíritu Creador, visita nuestras mentes, llena de tu gracia los corazones que has creado. Sé luz para el entendimiento, llama ardiente en el corazón; sana nuestras heridas con el bálsamo de tu amor. Luz de eterna sabiduría, revélanos el gran misterio de Dios Padre y del Hijo unidos en un solo amor. Amén.
Lectura del Evangelio Lucas 3,10-18
Clave de lectura
Parte integrante del mensaje evangélico de Lucas es la necesidad de la conversión; metanoia, o sea, el cambiar la propia mentalidad por el modo de pensar y obrar de Dios. El texto que nos propone la liturgia dominical, nos presenta esta temática. El pasaje 3, 10-18, es parte de la exposición lucana de la predicación del Bautista como preparación al ministerio de Jesús. Juan Bautista anuncia la venida inminente del día del Señor: “Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira inminente?” (Lc 3,7). Los profetas habían anunciado la llegada de este día de ira y de salvación, como también la venida de un mensajero reconocido como Elías (Sir 48,11), que preparase el camino delante del Señor (Mal 3, 1-5). En la tradición cristiana Juan Bautista es el mensajero que prepara el día de la llegada del Señor, el Mesías: “viene uno que es más fuerte que yo” (Lc 3,16).
Jesús a su vez aclarará más esta verdad con su comportamiento misericordioso hacia los publicanos, los pecadores y los marginados (Lc 7,1-10, 36-50; 17,11-19; 18, 9-14). El tema de la salvación está en los hechos estrictamente ligados a la venida del Reino de Dios, que está en medio de nosotros (Lc 17, 20-21) y tiene una implicación social de justicia, de igualdad entre todas las personas (Lc 3,10-14), por tanto la salvación no es solamente una realidad abstracta e individual, sino real y colectiva. Esta salvación nos viene ofrecida por Dios en aquel que nos bautiza en Espíritu Santo y fuego (Lc 3,16b).
Se puede decir que al tratar del ministerio y la misión de Jesús, Lucas nos hace ver el perfeccionamiento de la predicación y del anuncio de Juan.
Algunas preguntas para orientar la meditación y actualizarla
a) Necesidad de la conversión: metanoia o sea, el cambiar la propia mentalidad imperfecta según el modo de pensar y de obrar de Dios. ¿Siento yo esta necesidad?
b) La misericordia de Dios se manifiesta en Jesucristo para los pobres y para los humildes de corazón. ¿Me identifico con ellos?
c) “El pueblo estaba expectante” (Lc 315) Los primeros cristianos esperaban con ansia la segunda venida del Señor: El Espíritu y la Esposa dicen: “¡Ven! Y aquel que escuche repita: ¡Ven!” (Apoc 22,17). ¿Atiendo yo a la venida del Señor o estoy del todo inmerso en la vida material, y por tanto, atraído desordenadamente por todo lo que pasa?
d) En la tradición cristiana Juan Bautista es el mensajero que prepara al pueblo a la primera venida del Señor Jesús, el Mesías. La Iglesia ha recibido la misma misión de preparar el camino del Señor que viene: “¡Sí, vendré presto!” (Apoc 22, 20). ¿Qué puedo yo hacer para preparar la segunda venida del Señor?
e) La salvación no está reservada para algunos elegidos, sino que se ofrece a todos, incluso a los que son considerados por nosotros “indignos” de la salvación de Dios. En el tiempo de Jesús en la categoría de “indignos” se incluían los publicanos y paganos. Hoy, ¿quiénes son esas personas que tantas veces vienen consideradas “indignas” de la salvación?
f) El tema de la salvación está estrechamente unido a la venida del Reino de Dios,
que tiene una implicación social de justicia: “He aquí que yo hago nuevas todas las
cosas” (Apoc 21,5). ¿Qué puedo yo hacer para promover la justicia en un mundo
que parece que gusta de caminar con estructuras de injusticia social?
Orar con el Salmo 97 (96, 1-7, 10-12)
Oración final
Oh Verbo, esplendor del Padre, en la plenitud de los tiempos, Tú has bajado del cielo, para redimir al mundo. Tu evangelio de paz nos libre de toda culpa, infunda luz a la mentes, esperanza a nuestros corazones. Cuando vengas como Juez, entre los esplendores del cielo, acógenos a tu derecha en la asamblea de los bienaventurados. Alabanza al Cristo el Señor, al Padre y al Santo Espíritu, como era en el principio ahora y por siglos eternos. Amén