Dr. Mario Guzmán Sescosse Psicólogo, profesor e investigador en Trinity Christian College en Chicago EUA. Conferencista y autor
Con horror hemos atestiguado la noticia del campo de exterminio qué se descubrió en Teuchitlán Jalisco, en México. Lugar qué antes era famoso por sus pirámides circulares, únicas en Mesoamérica, ahora lo es por la masacre de 200 personas que se encontraban en un rancho qué servía como campo de adiestramiento y exterminio de los narcotraficantes.
El hecho es aterrador y una evidencia más de la fallida estrategia implementada por AMLO de «abrazos y no balazos» qué devela la complicidad de los Gobiernos federales, estatales y municipales que parecieran continuar y plagar a todo México.
La terrible noticia también habla de un elemento psicológico qué merece ser analizado. Y es que en el lugar se encontraron diversas imágenes de la llamada «santa muerte» a la cual los criminales adoran y ofrecen su vida a cambio de protección y éxito en sus actividades ilícitas e inhumanas.
Dicha adoración y práctica pseudorreligiosa tiene una fuerza psicológica importante para los criminales. Les otorga un sentido de pseudo espiritualidad y de trascendencia en sus actividades. Les permite verse no como simples criminales, sino como hombres con una misión trascendente que complacen a una entidad intangible que simboliza y enaltece el mal en la forma de caos, destrucción y muerte.
En un contexto espiritual, lo que pasa en México podría explicarse desde la visión Paulina de que la lucha es contra principados y potestades espirituales y sin duda lo es, pero también lo es a nivel psicológico pues como lo explicó C. G. Jung, los símbolos pueden «poseer» a los individuos haciéndoles vivir una realidad psicológica que puede ser destructiva o constructiva dependiendo del contenido del símbolo. En este caso no es sólo destructiva, sino profundamente inhumana, incluso diabólica no solo en lo espiritual sino en lo etimológico, pues quienes participan en el culto de la ‘santa muerte’ y en estas acciones atroces se dividen y distancian de lo que los hace humanos y miembros de la sociedad, para dar paso a lo bestial y monstruoso que habita en ellos.
La “santa muerte” se convierte no solo en un ente al cual adorar, sino a imitar, se simbiotizan psicológicamente con ella hasta el punto de que no quedan rastros de quienes fueron, o si los hay son muy pocos. Ellos son la “santa muerte”.
Así pues, lo que sucede en México no es sólo un terrible acto de criminalidad y complicidad entre Gobiernos y crimen organizado, sino que es un fenómeno de una complejidad psicológica y espiritual que responde a treinta años de corrupción, deterioro social, abandono de los parámetros morales y espirituales y a la desintegración psicológica, espiritual y cultural qué vive México y que se manifiesta en el culto a la «santa muerte» y en los individuos que le han entregado su ser psicológico y espiritual para transformarse en ella. De ahí que está batalla no es sólo contra hombres, sino contra «principados y potestades espirituales».
De ahí que la estrategia tiene que ser en múltiples flancos; policial/militar, nacional/internacional, cultural, social, psicológica y espiritual.