Este sacerdote carmelita es uno de los beatos recientemente canonizados por el papa Francisco en Roma. Aquí su historia y enseñanza…
Fernando Millán Romeral/Ocarm.org
Tito Brandsma (1881-1942) fue un hombre polifacético y creyente. Este carmelita holandés fue profesor de Filosofía y de Espiritualidad en la Universidad Católica de Nimega (de la que llegaría a ser Rector), periodista profesional y vocacional, escritor prolijo, promotor de la cultura y de la lengua de su Frisia natal, interesado por el esperanto y por el diálogo ecuménico con las iglesias orientales, experto y traductor de santa Teresa… y mil cosas más.
Hombre de fe y esperanza
En 1940, cuando los nazis invaden Holanda, Tito Brandsma se vio en una situación muy comprometida y difícil, ya que tuvo que convencer a los directores de prensa católica de que no podían publicar, bajo ningún concepto, las consignas nazis contra los judíos y contra la Iglesia. Asimismo, se negó firmemente a obedecer la orden de expulsión de los niños judíos de los colegios carmelitas. Por todo ello, fue detenido en enero de 1942 y, tras pasar por un rosario de cárceles y campos de concentración, murió en Dachau en julio de 1942. Fue beatificado por Juan Pablo II en 1985. (Y canonizado por Francisco hace apenas unas semanas -15 de mayo 2022)
Tanto en la enorme actividad pastoral y cultural que llevó a cabo durante su vida, como en los duros momentos de la prisión, Tito fue siempre un hombre de fe y de esperanza y así lo supo trasmitir a sus compañeros de desdichas. El viernes santo de 1942, en el Lager de Amersfoort, subido en un cajón, el profesor Brandsma, ya muy debilitado y aterido de frío, daba a otros prisioneros una conferencia sobre la literatura mística flamencas. Pero la charla acabaría siendo una verdadera inyección de esperanza: estaban compartiendo los sufrimientos del Cristo y éste no les abandonaría. No estaban solos.
Verdadero mediador
Su fe le llevaba a confiar siempre en la posibilidad de la paz, perdón y de la reconciliación. Toda su vida fue un verdadero ‘mediador’ en conflictos de muy diversa índole. Incluso, cuando ya en prisión le fue pedido un escrito para explicar por qué los católicos holandeses se oponían al nacionalsocialismo, el profesor Brandsma concluye su argumentación con una hermosa bendición: «¡Dios bendiga a Holanda! ¡Dios bendiga a Alemania! Ojalá Dios conceda a estos dos pueblos tan cercanos volver a caminar en paz y en libertad.»
En Tito Brandsma, la fe tiene dos características aparentemente contrarias: por una parte, se convierte en firmeza inquebrantable, cuando se trata de defender los derechos de los perseguidos por el régimen del nacionalsocialismo (al que, en sus clases, no había dudado en llamar neopaganismo); por otra, se convierte en humanidad entrañable y en ternura hacia las personas que tiene a su alrededor: familiares, alumnos, colegas, amigos e, incluso, hacia la joven enfermera que le administró la inyección letal en Dachau, y con quien mantuvo varias conversaciones antes de morir. Muchos años después, ella lo recordaría y testificaría en el proceso de beatificación de Tito Brandsma, destacando cómo aquel hombrecillo débil y cansado la miró con ternura y con compasión y dejó en ella una huella imborrable.
Un poema
Entre los textos del hoy santo Tito (por desgracia, muchos no traducidos en español), yo destacaría alguna estrofa del célebre poema que escribió en la cárcel de Scheveningen, ante una imagen de Jesús que había colocado en un ángulo de la celda. En este poema nos muestra su profunda vida interior y su experiencia de Dios, que le llevaba a mantener la fe y la confianza incluso en el infierno del Lager:
Feliz en el dolor mi alma se siente;
la Cruz es mi alegría, no mi pena;
es gracia tuya que mi vida llena
y me une a ti, Señor, estrechamente.
¡Quédate mi Jesús! Que, en mi desgracia,
jamás el corazón llore tu ausencia:
¡que todo lo hace fácil tu presencia
y todo lo embelleces con tu gracia!
Su biografía
(Tomado de la página de los sacerdotes carmelitas)
Primeros Años
Anno Brandsma, hijo de Tjitsje y de Tito Brandsma, nació el 23 de febrero de 1881 en Wonseradeel, Frigia, una provincia del norte de Holanda. La familia Brandsma estaba compuesta por cuatro chicas y dos chicos, de los cuales Tito fue el segundo más joven. Cinco de los hermanos abrazarían la vida religiosa.
La familia poseía una granja, y vendía leche y queso elaborado en ella. En aquel entonces, los católicos eran una minoría en Frigia y defendían su religión y su cultura.
Cuando Anno completó su educación secundaria en una escuela de franciscanos, decidió entrar en el Carmelo. Comenzó su noviciado en Boxmeer en septiembre de 1898 y tomó el nombre de su padre, Tito. Hizo su primera profesión en octubre de 1899 y fue ordenado sacerdote el 17 de junio de 1905.
En la Universidad Gregoriana de Roma se doctoró en Filosofía en 1909. También se interesó por la Espiritualidad y el Periodismo, dos áreas que, junto con sus actividades académicas, serían muy importantes en su labor pastoral.
Ministerio Y Misión
En 1923, Tito colaboró en la fundación de la Universidad Católica de Nimega, en la que trabajó como profesor y administrador y de la que fue Rector Magnífico durante el año académico 1932-1933.
Como fraile carmelita, le gustaba compartir la tradición espiritual de la Orden con gente no universitaria. Viajó mucho para dar cursos sobre Espiritualidad Carmelita.
Periodismo
Tito también se interesó por el periodismo y la divulgación. A finales de 1935 fue nombrado Consejero Espiritual Nacional de la Unión de Periodistas Católicos. Desde este cargo, animó a no publicar propaganda nazi en periódicos católicos ni en la prensa general. Fue especialmente crítico con el antisemitismo de los nazis.
Cuando estos invadieron Holanda en mayo de 1940, Tito era consejero del arzobispo de Utrecht. Animó a los obispos a alzar su voz contra la persecución de los judíos y la conculcación de los derechos humanos por los ocupantes, razón por la cual las autoridades lo ficharon.
Detención y Martirio
La negativa de los periódicos católicos a imprimir propaganda nazi selló el destino de Tito, que se había comprometido a entregar personalmente a cada director, de parte de los obispos católicos, una carta en que se les daba instrucciones para que no obedecieran una ley nueva que los obligaba a incluir anuncios y artículos oficiales nazis.
Tito fue encerrado en las cárceles de Scheveningen y en Amersfoort (Holanda), antes de ser deportado al campo de concentración de Dachau (Alemania) en junio de 1942. Sometido a tan duro régimen, su salud se deterioró rápidamente, por lo que tuvo que ingresar en el hospital del campo en la tercera semana de julio donde fue sometido a experimentación biológica antes de ser asesinado con una inyección letal el día 26 de julio. Ese día de su muerte, los obispos holandeses publicaron una carta pastoral protestando enérgicamente contra la deportación de los judíos holandeses.
Muerte y canonización
Antes de su ejecución, Tito había rezado para que Dios ayudara a arrepentirse de sus actuaciones a la enfermera que le administraría la inyección. También le regaló su rosario, aunque ella objetó que era una católica no practicante. Unos años más tarde, esa misma mujer fue a un convento carmelita en busca de perdón y dio testimonio en el proceso que culminó en la beatificación de Tito.
Brandsma murió el 26 de julio de 1942, a causa una inyección letal administrada por un médico de las SS Allgemeine.
Fue beatificado el 3 de noviembre de 1985 por Juan Pablo II. Su fiesta se celebra el día 27 de julio.
En 2005, Tito Brandsma fue elegido por los habitantes de Nijmegen como el ciudadano más grande de la ciudad en su historia.
Fue canonizado el 15 de mayo de 2022 por el Papa Francisco, en Roma.
El camino espiritual de Brandsma
* Brandsma se desprendió interiormente del control que ejercían los nazis sobre él, y convirtió una desventaja en una ventaja … Soy feliz en mi celda – «Una celda se vuelve más dulce en la medida en que está más fielmente habitada» (Tomás de Kempis, Imitación de Cristo).
* La forma en que Brandsma reaccionó a su encarcelamiento es característica de las personas con una fuerte voluntad de vivir. No se dejó dominar por el espacio en el que estaba confinado.
* Al igual que Teresa de Ávila (que escribe sobre el castillo del alma), Brandsma escribe sobre “la habitación en el centro del edificio”. Brandsma podía estar «en su celda» en todas partes. Estar «en su celda» significa buscar el silencio, estar solo. El silencio y la soledad le llevaron al espacio de su propio corazón.
* «En la mayor desolación, Tito Brandsma, podía ser feliz» – tenía la alegría interior.
* Brandsma se basó en la espiritualidad carmelita, un puente entre el cristianismo, el judaísmo y el islam, que se inspira en Elías. Su fundamento más profundo es la búsqueda del Dios vivo.
* Vuelve a sí mismo y a Aquel que sostiene su vida: experimenta la paz y el ser amado por Dios.
* Se abre a Dios como quien renuncia a su egocentrismo.
* Demuestra la creencia de los místicos de que el sufrimiento tiene un significado positivo… uno se transforma en Dios – una fuente de poder y esperanza.
* Se libera del apego a la autoconservación; trabaja por la liberación de los pueblos.
* En medio de toda la violencia, encuentra el amor de Dios … su vida está arraigada en Dios, no en sí misma.
* Fue testigo de que vemos a Dios cuando nos dejamos transformar en su infinito silencio.
* Su texto favorito de Teresa de Ávila: «Nada te turbe, nade te espante. Quien a Dios tiene, nada le falta. Todo se pasa, Dios no se muda. La paciencia todo lo alcanza».
* «No nos pertenecemos a nosotros mismos: tanto nuestro origen como nuestro destino nos son dados».
* Para Tito, «renunciar» significaba entregarlo todo a quien es más grande que nosotros y no nos dejará caer.
* Al final de su vida, Tito renunció al deseo de estar en casa en su celda. En este sentido, caminaba tras las huellas de los primeros carmelitas que renunciaron al Monte Carmelo, sin saber a dónde podría llevarles.
* Vivió una época de prueba personal en Amersfoort, como se expresa en el poema:
La pena llegaba y me abatía,
No hay posibilidad de hacerla desaparecer,
Ni con ninguna lágrima disipar,
Si no, lo habría hecho hace tiempo.
Entonces vino y me pesó,
Hasta que me quedé quieto y no lloré más,
Aprendí a vigilar y mantuve la paciencia;
Después ya no se quedó.
Todo lo que ha pasado y se ha dejado de lado’ desde muy lejos aún lo recuerdo
Y no puedo entender en absoluto
Aquella antigua pena ni por qué lloré.
«Lo que se desprende de este poema no es el lenguaje del poder. Es el lenguaje de una persona que ha sido marginada, pero que, sin embargo, se ha posicionado en la realidad de una manera totalmente suya, que, en consecuencia, sigue ahí. Tiene sus recuerdos de los años pasados, los recuerdos de una vida ordenada de oración y trabajo, y la seguridad que encontró allí. Ahora ha encontrado una nueva seguridad que nadie puede arrebatarle porque ellos mismos no conocen esta seguridad». «El hombre que le golpeaba y pateaba no podía tocar su vida interior».
* Comenta el sacerdote capuchino Othmarus: «Una eterna sonrisa llena de paciencia y serenidad interior, una sonrisa de mística resignación en el todo sufrimiento que tuvo que soportar, marcó a Tito. Había sido maltratado de tal manera que los dientes le colgaban literalmente de la boca. Todo eso lo pagaba con la oración de Cristo: «Padre, perdónalos.