Mons. J. Guadalupe Torres Campos/Obispo de Ciudad Juárez
Les saludo con mucha alegría y amor de padre y pastor, deseando se encuentren bien en sus familias, en sus parroquias. Este domingo tiene especial sentido porque es la Ascensión del Señor. Una solemnidad muy importante con la que vamos terminando el tiempo pascual.
Partiendo del Evangelio que acabamos de escuchar de San Lucas, Jesús se despide diciendo estas palabras a sus discípulos: “Está escrito que el Hijo del Hombre, el Mesías, debía padecer y había de resucitar”. Son sentimientos encontrados -decimos popularmente- entre la Pasión y la Muerte de Jesús.
Su resurrección: se les apareció muchas veces; y la despedida, el momento de la Ascensión, que no deja de ser un momento difícil para los apóstoles, que cuando sucedió no lo entendieron, pero luego, con la luz del Espíritu Santo, fueron comprendiendo estas palabras, precisamente con las cuales inició este mensaje.
Jesús en otro Evangelio les manda predicar, les manda llevar el Evangelio a todas las naciones. Es un mandato, no lo escuchamos en el texto de hoy, pero es un mandato que Jesús les da a sus apóstoles. Vayan, prediquen el Evangelio a todas las personas.
Pero también dice, dice el texto, les dice: ‘háblenles a todos de la necesidad de volverse a Dios’. Esa frase considero que hay que meditarla y aplicarla a nosotros. La necesidad de cada uno de nosotros volvernos a Dios.
La predicación nos tiene que llevar a la conversión, a volver a Dios, a regresar a la Casa del Padre, a ser mejores, a dejar el pecado, el egoísmo, la maldad y vivir en la gracia que Dios nos da. Y les dice Jesús a sus discípulos: ‘ustedes son testigos de esto’.
Es importante también esta frase, porque sobre todo han sido testigos del misterio, de la Pasión, cómo padecí, cómo morí en la cruz, son testigos de la Resurrección. Todo eso háblenlo, predíquenlo, anúncienlo, les dice a los apóstoles, y hoy me lo dice a mí. Claro, yo no fui testigo, no estuve ahí, pero somos testigos de la fe, cada ocho días digo ‘creo en un solo Dios… creo en Jesucristo, su único Hijo que murió y resucitó… y de eso debo ser testigo, de lo que se me ha revelado… somos testigos de la verdad por el Espíritu Santo que se nos ha dado.
Entonces es importante volvernos a Dios, convertirnos, pero también ser testigos, dar testimonio. Ser testigos del resucitado.
Y entonces viene la promesa, viene algo esperanzador: ‘les voy a enviar al paráclito, al Espíritu Santo que mi Padre les prometió. Hace un anuncio: ‘me voy, pero cumpliré la promesa de mi Padre, que dice: les mandaré al Espíritu Santo’.
Es importante, en la vida de la Iglesia ser testigos. ¿Cómo? Con la fuerza del Espíritu Santo. En otro pasaje se dice, “mi padre les enviará al Espíritu Santo, él los irá guiando en la verdad”.
Por eso también cada frase del texto de hoy es maravillosa, también nos dice: ‘permanezcan’. Ese verbo es importante, permanecer, no alejarnos… hoy fácilmente algunos abandonan la fe, se alejan, son tibios en la fe, no se comprometen, pero nos dice permanezcan. El permanecer es adentrarnos al misterio de la fe, vivir nuestra fe, comprometernos. Se entiende lo que dice: Permanezcan unidos, fieles, activos en su fe y esperanza, ‘hasta que reciban la fuerza de lo alto’.
Y luego ya viene ese momento trágico, sentimentalmente hablando, difícil para los discípulos, salió de la ciudad, en un lugar alto, levantando las manos, los bendijo y se fue apartando de ellos, elevándose al cielo -La Ascensión- Los apóstoles, lo contemplaron.
Primero les dio instrucciones y luego se fue elevando, pero los bendijo, se fue apartando de ellos, elevándose al cielo. Entonces, unos personajes aparecen y les dicen, regresen a Jerusalén. Y el Espíritu Santo actúa, porque dice el texto que regresaron a Jerusalén llenos de gozo.
Que siempre permanezcamos en ese regresar a Jerusalén, regresar a la comunión, regresar a la Iglesia, a vivir esa pertenencia, ese permanecer, pero llenos de gozo y alegría.
Dios asciende, el Padre lo glorificó, lo puso en el cielo, en el trono como Rey, que nosotros cantemos con voces de júbilo, y también lo glorifiquemos con nuestra vida, con una respuesta cada vez más fiel al Señor, siempre con la fuerza del Espíritu Santo.
Cristo vence, es glorificado; que también sea nuestra victoria. Y aquí es donde entra la esperanza, pues a donde Él llegó, esperamos llegar también nosotros, que somos su cuerpo.
Celebremos la Ascensión como camino de esperanza para estar siempre con Jesús, que salió victorioso y esperemos estar siempre juntos: Él la cabeza y nosotros su cuerpo.
Próximo domingo es Pentecostés. Los invito esta semana que iniciaremos a orar mucho, pedir con mucha fe: ‘envíanos Señor tu Espíritu Santo’. Que Dios los bendiga y los fortalezca. Un abrazo y buena semana a todos.