Diana Adriano/Primera parte
Con motivo del Mes de la Biblia, presentamos pasajes bíblicos que ofrecen consuelo y esperanza en distintas circunstancias. Se trata de los Salmos, contenidos en el Antiguo Testamento, y cuya belleza es incomparable y nos permite alabar a Dios, entre otras cosas.
Estos pasajes bíblicos ofrecen lo que los fieles esperan de Dios en distintas circunstancias: cuando se está deprimido, al enfrentar el miedo o la inseguridad, en medio de la ansiedad, en la súplica de sanación y también en los momentos de gratitud hacia Dios.
Katy Méndez, maestra del Instituto Bíblico San Jerónimo, compartió con Periódico Presencia una selección de salmos que iluminan y fortalecen la vida diaria.
En esta edición presentamos la primera parte de estos salmos con su respectiva reflexión.
1.Para cuando estés deprimido
Necesidad concreta: Cuando te sientes deprimido, atrapado en la oscuridad interior, sin ánimo ni fuerzas, como si la esperanza se hubiera apagado en tu corazón.
Salmo 42,6
“¿Por qué te abates, alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios, porque todavía lo alabaré: salvación de mi rostro y mi Dios.”
Explicación/reflexión
Este salmo es profundamente humano porque pone palabras a una experiencia universal: la tristeza profunda y el abatimiento del corazón. El salmista reconoce su dolor, no lo oculta ni lo disfraza. Habla directamente con su propia alma, como quien se mira en el espejo de la fe y se pregunta: “¿Por qué estás tan abatida?”. Esta pregunta revela que incluso los hombres y mujeres de oración atraviesan momentos de desolación interior.
La depresión o la tristeza prolongada pueden hacer sentir que la vida pierde su sabor y que Dios está lejos. Sin embargo, este versículo nos enseña que la fe no niega la oscuridad, sino que la ilumina. El salmista no se queda atrapado en el peso de la tristeza, sino que recuerda a su alma que debe esperar en Dios. Es un acto de confianza, casi un susurro de esperanza en medio del cansancio más grande. La fuerza de este salmo está en el contraste: entre el abatimiento y la esperanza, entre la turbación interior y la decisión de alabar. Es como una lucha espiritual en el corazón: por un lado, la voz de la desesperanza que arrastra hacia abajo, y por otro, la voz de la fe que se levanta para proclamar que Dios sigue siendo “mi salvación y mi Dios”.
Cuando estamos deprimidos, solemos sentirnos solos, incomprendidos, sin salida. Pero el salmo nos recuerda que no estamos abandonados: Dios no huye de nuestra tristeza, sino que entra en ella con ternura. En el rostro de Cristo sufriente, vemos que incluso Dios asumió la angustia, la soledad y el dolor más profundo para redimirnos. Él conoce nuestra noche interior, y precisamente allí quiere encontrarnos.
La oración de este salmo puede convertirse en un bálsamo. No exige que tengamos fuerzas para cantar de inmediato, sino que nos invita a esperar. Esperar en Dios no es pasividad, sino mantener el corazón abierto, aunque sea con un hilo de fe, a la certeza de que su amor es más grande que nuestra oscuridad. Es decirle a nuestra alma: “Aún volverás a alabar, porque la tristeza no tiene la última palabra, sino la vida que Dios promete”.
Este versículo también enseña algo importante: que podemos dirigirnos a nosotros mismos en la oración, recordando nuestra identidad como hijos amados de Dios. El salmista habla a su alma, y nosotros también podemos hablarnos con palabras de esperanza: “Ánimo, Dios está contigo, aunque no lo sientas ahora. Él es tu salvación”.
Aplicación espiritual concreta
En un momento de abatimiento, repite este versículo lentamente, varias veces al día. Escríbelo en un lugar visible, como un recordatorio de que la tristeza no define tu vida. Cuando ores, no tengas miedo de llorar ni de expresar tu dolor delante de Dios: Él escucha y recoge cada lágrima. Haz también un gesto sencillo de apertura a la esperanza: salir a caminar, hablar con alguien de confianza, acercarte a la Eucaristía. Deja que la presencia real de Cristo en la comunión sea tu alimento y tu fuerza en la debilidad.
Oración final breve
“Señor Jesús, en mi tristeza me siento perdido, pero creo que Tú eres mi salvación. Habla a mi alma abatida y enséñame a esperar en Ti. Sostenme con tu amor fiel y haz que, incluso en la noche, pueda confiar en que llegará el amanecer. Amén.”
- Para cuando tengas miedo
Necesidad concreta: Cuando sientes miedo, inseguridad o atraviesas un momento oscuro en tu vida.
Salmo 23,4:
“Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo; tu vara y tu cayado me sosiegan”
Explicación/ Reflexión
El miedo es una experiencia profundamente humana. Aparece cuando enfrentamos situaciones que nos superan: enfermedad, peligros, soledad, incertidumbre sobre el futuro o la angustia de no tener el control. El Salmo 23 nos ofrece un bálsamo de paz en medio de esas cañadas oscuras, recordándonos que no caminamos solos.
El salmista presenta a Dios como pastor. En tiempos bíblicos, el pastor no solo alimentaba, sino que protegía y defendía a sus ovejas de lobos y ladrones. La vara y el cayado eran instrumentos de seguridad y guía. Así también, Dios se hace cercano, vela por nosotros y nos conduce con firmeza y ternura.
El miedo paraliza, pero la fe nos impulsa a avanzar confiando en que hay alguien que cuida de nosotros incluso cuando no vemos salida. Este salmo invita a trasladar nuestra confianza del “yo” al “Tú”: no son mis fuerzas las que me salvan, sino la presencia de Dios que me sostiene.
En la tradición cristiana, este salmo se reza en funerales y en la liturgia de las Horas porque expresa la certeza de que, incluso ante la muerte, la última palabra es la de Dios, que nos prepara una mesa abundante y nos conduce a la “casa del Señor por años sin término”.
Para quien tiene miedo, repetir lentamente este salmo es como escuchar la voz del Buen Pastor, que en el Evangelio dice: “Yo soy el buen pastor, que da la vida por sus ovejas” (Jn 10,11). Esa voz ahuyenta la angustia y da serenidad.
Aplicación espiritual concreta
Cuando tengas miedo, recita este salmo despacio, como si fueran palabras dichas directamente a ti por Dios. Puedes usarlo antes de dormir, al entrar en una situación difícil o cuando sientas ansiedad. Cada vez que pronuncies “nada temo, porque Tú vas conmigo”, imagina que Cristo toma tu mano y te conduce.
Oración final breve
“Señor, mi Pastor, en ti confío. Aleja de mí todo temor y hazme sentir tu presencia en medio de mis cañadas oscuras. Llévame a verdes praderas de paz y a fuentes tranquilas donde pueda descansar en tu amor. Amén.”