- Para los sacerdotes, el cuidado espiritual de enfermos terminales es una bella misión que les permite incluso llevarlos al Cielo…Algunos sacerdotes comparten su experiencia en esta parte de su ministerio, del que también habla Samaritanus Bonus
Diana Adriano
La muerte es el destino inevitable de todo ser humano, una etapa de todos los seres vivos que constituye el horizonte natural del proceso vital.
Sin embargo, los enfermos en fase terminal son un grupo especialmente vulnerable en el sentido de que tienen una mayor necesidad de los otros, así como del sentido y razón de ser, pues trata de personas a quienes les queda un período limitado de supervivencia, afectadas por una enfermedad grave.
Durante esta etapa, es muy importante el acompañamiento y el cuidado espiritual del enfermo, pues así se ayuda a que a viva intensamente la última experiencia de vida.
Misión Pastoral
El padre Felipe de Jesús Juárez, asesor de la Pastoral de la Salud en la diócesis local, explicó cómo se vive este proceso de acompañamiento con los enfermos en fase terminal.
“Los integrantes de la Pastoral de la Salud de cada parroquia son los encargados de visitar a los enfermos del sector parroquial, llevándoles la Comunión, leyéndoles el evangelio, los acompañan dándoles apoyo espiritual”.
“Con el sacerdote se organizan para poder llevarles la Confesión, si así lo desean. Y hay otros enfermos que solamente nos hablan para ungirlos, que ya están en el hospital o muy enfermos en su casa. Con ellos no se puede llevar ese acompañamiento porque ya sólo nos hablan en los momentos finales”, explicó.
Asimismo, resaltó que el acompañamiento a los enfermos lo llevan los laicos, asesorados en todo momento por los sacerdotes.
“A veces las cargas pastorales no nos permiten mucho estar con los enfermos y ahorita menos en la contingencia, por eso los laicos son un gran pilar en esos momentos de acompañamiento con los enfermos”, expuso.
Acompañarlos al Cielo
El padre Gary Reyes, párroco de Nuestra Señora del Sagrado Corazón en El Porvenir, Distrito Bravos, explicó que para él el acompañar a una persona en su enfermedad es una gran misión en torno a la misericordia de Jesús, pues hay que estar cerca del que sufre.
“A veces más que la enfermedad física, es la enfermedad espiritual, pues muchos enfermos se sienten solos, pero nuestra visita representa una cercanía de Jesús, y a nosotros nos deja un sentimiento de empatía, solidaridad y de amor”, comentó.
Del mismo modo, dijo que es la misericordia la que los guía a preparar el corazón y el alma de los enfermos en su último tiempo de vida.
“Nosotros sentimos un gran gozo al saber que llevamos al cielo a un alma, al momento de entregarle la Unción, esto es algo muy valioso y muy bonito”, reconoció.
“He sido testigo de personas que se han curado y con ayuda de la Unción llegan a sanar enfermedades y eso también es una alabanza a Dios”, acotó.
El padre Gary invitó a los fieles a no tener miedo a la enfermedad, como tampoco al sacramento de la Unción, pues la gracia que se puede otorgar a través de éste es grande y consoladora para el enfermo.
Un testimonio de amor fraterno
La maestra Zulma Torres, servidora en la parroquia Corpus Christi (en Tierra Nueva) es la prima del difunto sacerdote diocesano José Luis Domínguez, quien falleció en el año 2001 a causa de un tumor cerebral.
En ese entonces el padre José Luis estaba asignado a la parroquia Nuestra Señora del Carmen, donde era párroco el padre Carlos Márquez, fallecido en 2015 pasado.
Zulma testimonia cómo el padre Carlos acompañó a su primo en todo momento de su enfermedad, con un gran amor fraternal.
“A mi primo le nació la vocación en una edad adulta, pues tenia 34 años cuando entró al Seminario. Y cuando por fin termina sus estudios y lo consagran sacerdote, lo mandan a la casa Maldonado”, dijo.
“Fue ahí cuando nos percatamos de su enfermedad. Desde el primer momento que nos enteramos, comenzó el acompañamiento del padre Carlos con él, ya que el padre Carlos era párroco de Ntra. Señora del Carmen y nunca lo dejó solo”, recordó.
Explicó que el padre Carlos sabía que Dios le había encomendado la misión de cuidarlo y acompañarlo en su enfermedad.
“Llegó un momento en el que mi primo perdió su autonomía, pues ya no se podía mover, pero el padre Carlos siempre lo acompañó rezando el Rosario, leyéndole la Palabra, procurando siempre su silla de ruedas para que lo acompañara a concelebrar, siendo un fiel amigo en ese tiempo tan difícil”, recordó Zulma no sin destacar el impacto tremendo para todos al ver la enfermedad del sacerdote, pero también la dignidad con la que fue tratado en el difícil último tramo de su vida.
“En mi familia estamos muy agradecidos con el padre Carlos por todo lo que hizo por mi primo, pues nunca lo dejo que decayera espiritualmente, ya que siempre le hacia saber que Dios estaba con él en su lucha al final de la vida”, concluyó Zulma.