Presencia
A propósito del próximo Día Internacional de la Mujer, que se celebra el 8 de marzo, y del proceso electoral que ya ha comenzado en México para la elección de servidores en distintos puestos y niveles de gobierno, quisimos hacer la siguiente pregunta:
(También a propósito de que los principales partidos políticos han postulado a una mujer para la Presidencia del país)
¿Qué diferencia puede hacer al país que una mujer sea la próxima presidenta de México?
Ninguna que resulte trascendente en términos sociales o políticos.
El hecho de que una persona que aspira a gobernar al país sea mujer o varón se traduce en un acontecimiento meramente anecdótico.
Es claro que decir algo así resulta políticamente incorrecto, pero es cierto.
La principal tarea de un servidor público, mujer o varón, es la generación de bien común. Esta terea sólo se puede cumplir cuando quien dirige a una nación tiene las aptitudes suficientes, tanto intelectuales como morales, para ejercer un liderazgo que conduzca a la sociedad a mejores estadios de bienestar.
Para lograrlo es indispensable que se parta de una visión meritocrática del poder público, es decir que, independientemente de los aspectos accidentales de las personas, como es el sexo o el color, todo aspirante al poder debe estar dispuesto a aportar sus mejores talentos y a desarrollarlos permanentemente.
Lamentablemente, las instituciones de la república se han venido impregnando de una visión “lastimocrática” del poder, de tal forma que resultan secundarios los méritos y capacidades de quienes serán nuestros gobernantes. Actualmente, lo relevante, y políticamente correcto, es repartir cuotas de poder entre diversos grupos en razón de añejos agravios, reales o imaginarios.
Dice el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia que “la responsabilidad de edificar el bien común compete, además de las personas particulares, también al Estado, porque el bien común es la razón de ser de la autoridad política”(168). Quien tenga la capacidad para lograrlo, es quien merece nuestro voto.
Y dejemos que el accidente y la anécdota ocupen el lugar que les corresponde para que den paso a una visión trascendente de la política.
Rubén Trejo Ortega/ Abogado
La diferencia no radica en el sexo de quien se encuentra al frente del país, sino en la forma en que las estructuras e instituciones interactúan para consolidar un sistema político y una agenda equitativa.
Pudiéramos pensar que el acceso a la Presidencia de la República por una mujer, significa una agenda de igualdad de sexos, avances en la consolidación democrática y reducción de los niveles de corrupción. Sin embargo, algunos estudios académicos como el de Olivia Espinoza y Ángeles Fernández (quienes estudian los casos de Argentina, Brasil, Costa Rica y Chile); encontraron que no necesariamente se promueven políticas de “igualdad de género” cuando es una mujer la que está en el poder; por otro lado, al observar los avances en la consolidación democrática, se encuentra que no siempre se expresa en avances sustantivos en la transformación de instituciones políticas que permiten mejorar la calidad de la democracia en sus sociedades.
Por ejemplo, en Chile y Costa Rica se han observado avances en sus estándares democráticos, sin embargo, estos no han permeado a cambios sustanciales para la promoción de la equidad, ni se encuentran asociados a la condición de sexo de quienes ejercieron el liderazgo en el poder ejecutivo.
La investigadora Georgina Waylen, señala que los cambios se encuentran vinculados a otros factores como: “la naturaleza del sistema político y el establecimiento de los procesos electorales postransición; la estructura de los partidos políticos, su nivel de institucionalización y las posiciones ideológicas; y la naturaleza de los movimientos de mujeres” (Waylen, 2000).
Mtra. Yadira Lozano Fernández/ Politóloga
Todo depende de cuál mujer llegue a ser presidenta. Si llega a tener el poder presidencial una mujer con perspectiva de género, una que haya construido su legitimidad en las luchas por los intereses del pueblo, preparada académicamente, con un proyecto de Nación a partir del bien común y asesorada por equipos honestos y solidarios, me parece que el país se beneficiaría en muchos aspectos. Es decir, una mujer que no sea simplemente un instrumento de los poderosos y responda solo a sus intereses.
En primer lugar se reconocería la igualdad en dignidad, derechos y capacidades entre hombre y mujer. Se desmontaría procesalmente el sistema secular del patriarcado, actualmente vigente. Se incrementarían exponencialmente las oportunidades de evolución y participación de las mujeres en los diferentes ámbitos sociales.
Opino también que, dada su sensibilidad, legitimada por su praxis frente al dolor y sufrimiento humano, se profundizaría la política de los derechos humanos, habría menos polarización y confrontación, crecerían los programas y ejemplos de cercanía y solidaridad ante los incontenibles clamores de los grupos vulnerables: pobres, migrantes, desplazados, marginados y madres buscadoras de sus hijos desaparecidos.
Sería una nueva experiencia contar con la inteligencia intuitiva de la mujer.
Pbro. Oscar Enríquez/ Codirector del Centro de Derechos Humanos Paso del Norte
Considero que la diferencia no es cuestión género, sino de preparación, capacidad, experiencia, vocación de servicio y sobre todo principios, valores, convicciones y conocimiento de la realidad que vive el país. Tanto un hombre como una mujer puede contar o carecer de estas características.
La tradición y el rol que la mujer había jugado en la sociedad durante siglos, pueden hacernos pensar que la mujer al ser administradora del hogar es más organizada, sabe administrar mejor los recursos y está atenta a las necesidades de su familia, además al ser madre es capaz de las mayores proezas y de lograr lo imposible sin importar el sacrificio que tenga que realizar, todo por el bienestar de sus hijos. Y en la mayoría de los casos no dudo que sea así, pudiera entonces pensarse que todas estas virtudes pueden marcar una diferencia al llegar una mujer a la presidencia, pero no por el hecho de ser mujer contará con estas virtudes, no es algo dado por cuestión de género.
Actualmente las mujeres hemos incursionado en el campo laboral, en el mundo de los negocios y en el ámbito político, hemos ganado con trabajo y esfuerzo puestos gerenciales, curules en las cámaras, cargos en el servicio público. Hemos logrado que se nos reconozca nuestros aportes científicos, pilotear un avión, reparar un automóvil, liderear nuestra propia empresa, gobernar un Estado o pertenecer al Ejército, entre muchas otras cosas. Y solamente una mujer sabe lo que cuesta llegar y permanecer ahí, más aun jugando además el rol de administradora del hogar y madre.
En este sentido pienso que la diferencia podría estar marcada por la historia de vida que ha atravesado esa mujer para llegar a la presidencia, para que, desde su experiencia, capacidad, valores y convicciones se solidarizarse con la población y desde el poder proponga y vele por leyes más justas, por la no violencia contra las mujeres, por la integridad y seguridad de la familia, por poner un freno a la inseguridad. Y desde su condición de madre sea empática con las madres trabajadoras, con las madres de niños enfermos, con las madres de los desaparecidos, con las madres desempleadas, generando política pública que atienda y dé solución a sus demandas.
Martha I. Madero/Consultora Educativa