Blanca A. Martínez
Una sencilla, pero profunda fe que atestiguaron en sus abuelas, fue factor importante que llevó dos mujeres a vivir una consagración plena a Dios mediante la Vida religiosa.
Hoy que se celebra la cuarta edición de la Jornada Mundial de los Abuelos, festividad en honor a san Joaquín y Santa Ana, abuelos de Jesús, las hermanas Sor Gabriela Durán, OP y Sor Beatriz Ramos, CCR comparten con los lectores de Presencia algunos de los recuerdos que guardan de sus abuelas y de la forma en que influyeron para llevarlas a su profesión religiosa.
Impulsada por abuela paterna
Sor Gabriela Durán, de las Hermanas Dominicas de la Doctrina Cristiana está convencida de que su abuela paterna, Socorro Mejía, fue quien la ayudó a soltar razonamientos que le impedían dar el ‘sí’ al claro llamado de Dios le hizo para la vida consagrada.
“Dios me bendijo con unos abuelos sencillos y con limitaciones, pero perfectos en el sentido de que fueron el instrumento que forjó a mis padres que de tal manera me enseñaron a amar y servir a Dios”, compartió la hermana Gaby, quien sirve actualmente en esta Diócesis de Ciudad Juárez.
Recordó la experiencia que tuvo especialmente con su abuela paterna, Socorro Mejía, quien, dijo, reflejaba su amor a Dios y una gran alegría con sus cantos de alabanza a Dios.
“Tenía una fe sencilla pero fuerte, y eso la hizo salir adelante en medio de las circunstancias difíciles de vida que tenía”, recordó.
Doña Socorro, abuelita de sor Gaby, tuvo 16 hijos y 29 nietos, quienes heredaron y aprendieron de ella a alabar a Dios y responderle con amor, como ella siempre lo hizo.
“En su casa había una imagen grande de Jesús con la que yo me sentía mirada con amor por Dios cada vez que entraba”, recordó.
A Sor Gabriela, entonces una jovencita, le tocó asistir a la ciudad de Chihuahua, cuando San Juan Pablo II visitó el Estado Grande en 1990. Ahí lo vio y lo escuchó con un corazón rebosante de amor.
Luego, en 1993, asistió a la Jornada Mundial de Jóvenes realizada en Denver, Colorado, la cual fue otra experiencia bella del amor de Dios.
Y fue después de ello cuando tomó forma la inquietud de la joven Gabriela de seguir a Jesús en la Vida Consagrada.
“Tuve un tiempo de duda e indecisión, ahora veo que fue por razonar demasiado esa inquietud, pero se disipó en gran parte cuando por alguna razón mi abuelita supo de mi inquietud y me dijo: esa gracia de la vocación la recibió mi’ja de haber visto al Santo Padre”.
Para Sor Gabriela, esa frase, pero ante todo la fe de su abuelita, fueron decisivas para ayudarla a soltar sus mayores preocupaciones en torno a consagrarse.
“Solté mis razonamientos para dar el paso de fe a la llamada que Dios me estaba haciendo”, dijo convencida.
Hoy, con xx años de consagrada, sor Gaby no puede más que agradecer por la vida y el legado de sus abuelos.
Abuela, su único apoyo
Sor Beatriz Ramos Chávez, es religiosa Clarisa Capuchina, quien sirve en el Convento de Cristo Rey, en la Diócesis de Ciudad Juárez.
Ella compartió con Presencia el recuerdo de su abuela Vicenta González, quien se convirtió en el apoyo decisivo para que ella pudiera abrazar la vida consagrada.
“Mi abuela es una mujer muy sencilla, de rancho, humilde y noble y desde siempre ha sido cercana a Dios. Le tocó asistir a misas celebradas en latín y recuerdo que nos reuníamos en casa a rezar el santo rosario”, recordó sor Beatriz.
Dijo que su abuela -quien además es su madrina de Bautismo- como muchas otras nacidas en el siglo pasado, tenía en su casa -y aún mantiene- un pequeño altar con imágenes de la Virgen de Guadalupe y otras advocaciones marianas, así como de santas y santos de quienes era devota.
Doña Vicenta enviudó a temprana edad, y además ha perdido a cuatro de sus hijos. Pero nunca ha dejado de confiar en Dios y sigue manteniendo su fe íntegra.
El pasado mes de febrero cumplió 100 años de edad, y se mantiene físicamente fuerte, y mentalmente lúcida, de tal manera que comparte aún con su familia recuerdos de las vivencias de su fe, incluso en la época de la persecución cristiana, que le tocó vivir.
“Yo la considero número uno en mi vocación ya que fue la única de la familia quien apoyo mi decisión de entrar a la vida religiosa”, sentenció sor Beatriz.
Recordó que cuando sus padres y hermanos se opusieron rotundamente a que entrara al convento para formarse, fue su abuelita Vicenta quien convenció a sus papás de dejarla por lo menos hacer la experiencia.
“Recuerdo muy bien lo que ella le dijo a mi papá: Hijo, déjala ir, no pierde nada con probar y descubrir qué es la vida religiosa, si es su vocación, va a ser feliz y si no se acomoda, va a regresar”.
Así fue como Beatriz pudo comenzar la experiencia en la que sigue feliz, ya como consagrada
“en esta maravillosa vida religiosa”.
“Estoy muy agradecida con mi abuela, pues fue el principal impulso que me trajo aquí. Cada vez que la veo me da su bendición larga y muy bonita y me dice que le da mucha alegría cada vez que me ve, y que ella sigue orando por mi vocación”.