- Alejandra, de 51 años contrajo el coronavirus de una manera incierta…Estuvo seis días en el Hospital 66 del IMSS donde vivió un panorama aterrador, aunque siempre con la presencia de Dios en su corazón.
Ana María Ibarra
Gran angustia vivió la familia Terrazas García al conocer la noticia de que la madre, María Alejandra, era portadora de Covid-19, mismo que la llevó a ingresar en el Hospital General 66 del IMSS.
Hoy, inmensamente agradecidos con Dios por permitirles salir de este trago amargo, comparten su testimonio de esta experiencia.
El diagnóstico
“El domingo 19 de abril mi mamá nos despertó porque tenía tos muy fuerte, batallaba para respirar y se encontraba agitada. Con todo esto que está sucediendo, lo primero fue llevarla con un médico, pero no la aceptaban ya que era había sospecha de Covid y los precios se dispararon para una simple consulta”, recordó Alejandro, hijo mayor de la mujer.
Al no poder ser atendida con médicos particulares, él y su hermano decidieron llevar a su madre a la clínica 48 del IMSS a la que están inscritos, y donde tardaron una hora para atenderla debido al gran número de personas que esperaban consulta.
“Cuando ella ingresó a Urgencias traía su celular y nos comunicábamos. Al ver que se tardaban en informarnos, le marqué y me dijo que se la iban a llevar en ambulancia al hospital 66. Con todo lo que se dice, tanto ella como nosotros nos echamos a llorar porque sabíamos lo que iba a pasar”, compartió el joven.
Antes de ser trasladada, los médicos permitieron a Alejandro ver a su madre. Ella le entregó su celular y se despidió, siendo la última vez que se vieron en varios días.
La espera
Alejandra estuvo seis días hospitalizada y en ese tiempo Alejandro y su hermano acudían diariamente al hospital en horario de 1:30 para ser informados de su situación.
“La fila empezaba a las 8 de la mañana con familiares de pacientes con Covid. La información llegaba hasta las 2 ó 3 de la tarde y a veces no salíamos hasta las 7 de la noche. Subíamos en grupos de 10 personas al primer piso, luego, individualmente un doctor nos daba el estatus de nuestro familiar”, explicó Alejandro.
En esos días los informes médicos señalaban a Alejandra como “estable”, pues iba evolucionando favorablemente a los antivirales y anticuerpos que le suministraban.
“Ella llegó enferma, le tuvieron que poner oxígeno para que respirara, ya después nos comentaron que le estaba echando muchas ganas y estaba respirando por sí misma, comía e iba al baño sola”, agregó el entrevistado.
Mientras la madre de familia estaba siendo atendida en el nosocomio, su esposo e hijos acataron las recomendaciones de los médicos por haber estado en contacto con ella.
“Dijeron que nos medicáramos con paracetamol, y tuviéramos las medidas necesarias, uso de cubre bocas, limpiarnos las manos, desinfectar las áreas donde ella estuvo, todo lo hicimos”, dijo.
Un panorama aterrador: enferma
La familia de Alejandra se encontraba desolada, y el panorama visto desde dentro era aún más aterrador, según el testimonio de la propia enferma, quien compartió via telefónica su experiencia.
“En ese hospital se ve la muerte pasar, pero también se ve a Dios caminar. No dormía, veía que la mujer de al lado moría, la del otro no respiraba, el de enfrente ya no se movía. Una noche me venció el sueño y me quedé dormida, pensé que estaba soñando y me desperté, cuando vi que estaba en la cama, me senté a orar. Pensaba de me moriría”, expresó Alejandra, quien fue dada de alta seis días después de su ingreso y ahora permanece aislada, pero en casa.
Lucha vs la muerte
Alejandra compartió que desde que llegó al hospital le colocaron oxígeno y en piso estuvo en un pabellón con cinco personas más, algunos de quienes vio morir.
“El oxígeno nos quita la tos y la desesperación. Las personas mayores no resisten, al no poder respirar fallecen. Cuando alguien muere, lo amordazan, les amarran las manos y los pies, les ponen una bata blanca y una funda gris y se los llevan”, dijo sin poder contener el llanto.
Agregó que la habitación los pacientes están descalzos y solo cuentan con cubre bocas para ellos.
“No traemos caretas. Yo traía tres cubre bocas puestos porque llevaba uno mío y una enfermera me puso dos más. Nunca me los quité, ni me los cambiaron”.
A pesar de todo el sufrimiento que experimentó, Alejandra se mantuvo firme por su fe, y reconoció la grandeza y el amor de Dios.
“Oraba día y noche y me animaba yo misma. Dios es muy grande, me ama demasiado y aquí estoy”.
La mujer de 51 años agradeció al personal de salud que atiende esos pabellones.
“Es mucha gente y pocos enfermeros. Les doy las gracias a los doctores, enfermeros, a los de limpieza porque exponen su vida, a todos nos tratan bien. Le doy gracias a Dios que puedo estar con mi familia, que tengo una segunda oportunidad”, agradeció.
Dada de alta: ¡un gran regalo!
El sábado 25 de abril después de estar en espera de información sobre el estado de su mamá, Alejandro fue notificado de que María Alejandra sería dada de alta junto con otras dos personas.
“Uno va a esperar noticias, a algunos les dicen un día que su paciente está estable y al siguiente día falleció. Todos los días íbamos mi hermano y yo con el corazón en la mano a soportar lo que nos fueran a decir. Fue lo mejor que pudimos haber escuchado ese día”, dijo contento.
Gracias a lo que su madre les inculcó, Alejandro, su hermano y su padre se mantuvieron en oración en esos días de incertidumbre. El padre Alfonso García, párroco de San Francisco de Asís, amigo de la familia, les acompañaba en la oración a través de una llamada.
“En las noches me ponía a tocar cantos, leer la biblia, estuvimos en constante oración, sabíamos que Dios no nos iba a dejar solos. Él estuvo con nosotros en todo momento”, testimonió Alejandro.
El día que Alejandra fue dada de alta, Alejandro estaba cumpliendo años, por lo que fue el mejor de los regalos.
“En la semana le pedí al Señor que ese fuera mi regalo. Cuando me dieron la noticia, fue algo sorprendente para mí saber que me escuchó. Ha sido el regalo más grande que me ha dado”.
Por su parte, Alejandra recibió La noticia con gran emoción.
“No sabía si saltar de esa cama o sentarme a llorar. Me dieron la noticia a las 2 de la tarde y salí a las 7, pensé que ya no me dejarían salir. Sentía que el reloj no caminaba nada. Cuando una enfermera me dijo que ya iban por mí, me subieron a una silla y todos los enfermeros me aplaudieron, me felicitaron. Siempre he sabido que soy una consentida de Dios y ahora me lo dio a saber más fuerte”.
Tomar precauciones
Alejandra se encuentra en su casa aislada en su habitación para lograr recuperarse al cien por ciento. Cuenta con medicamento, una alimentación saludable, tomando muchos líquidos para aumentar sus defensas.
“No podemos estar con ella. Lo que necesita se le da a través de la puerta y si va al baño desinfectamos todo después. Estamos tomando las medidas necesarias”, dijo Alejandro.
Tanto Alejandro como su madre, quisieron dejar por este medio un mensaje a toda la comunidad para que obedezcan las indicaciones del Sector Salud, evitando salir de casa y siguiendo las medidas de higiene.
“Nadie está exento de esta enfermedad. Muchos creen que no les puede pasar. Mi mamá no salió, no sabemos cómo pudo contraer eso. Vivir algo así es sumamente difícil, se te cae el mundo, te cambia la vida porque no sabes si vas a volver a ver a tu familiar”, agregó Alejandro.
E invitó: “Hay que estar en oración, por quienes están con Covid, por las familias de quienes fallecen, sobre todo por los doctores y enfermeros, ellos arriesgan su vida por salvar a otros. La oración es la mayor arma que tenemos”.
“Esta enfermedad está aquí, no seamos ignorantes. No salgan, hagan caso en todo lo que nos dicen. Si vivieran lo que yo viví pensarían mejor las cosas antes de salir. Todavía hay gente que hace sus fiestas, es la vida de una familia y la vida de uno mismo la que está en juego”, finalizó María Alejandra.
Vivir algo así es sumamente difícil, se te cae el mundo, te cambia la vida porque no sabes si vas a volver a ver a tu familiar.
Alejandro
Si vivieran lo que yo viví pensarían mejor las cosas antes de salir. Todavía hay gente que hace sus fiestas. Es la vida de una familia y la vida de uno mismo la que está en juego.
María Alejandra.