- El padre Jesús Caldera perdió hace uno días a su hermano de 37 años, por un diagnóstico de neumonía atípica tratado como Covid 19…Más que para generar miedo o angustia, quiso compartir su testimonio como una experiencia de fe y esperanza.
Ana María Ibarra
Con la fe y la esperanza puesta en Jesús Resucitado, el padre Jesús Caldera y su familia enfrentaron hace días la pérdida de un ser querido a causa del virus que ataca actualmente a la humanidad.
El hermano del sacerdote, Carlos, ingresó hace unos días al hospital por complicaciones renales, pero tras su fallecimiento, la causa de muerte se manejó como “Neumonía Atípica”. Así, las contradicciones en la atención al paciente y en el informe médico, han dado pie a la incertidumbre, pues se ha dicho que estos pacientes son en realidad portadores de Covid-19
Reflexión
En entrevista con Presencia tras la muerte de su hermano, el padre Caldera reflexionó sobre las consecuencias de la pandemia de la que mucho se ha informado a nivel mundial y compartió la difícil experiencia que vivió con su familia.
“Se nos ha hablado muchísimo de las consecuencias que puede traer este virus: de las afectaciones sociales, económicas, pérdidas humanas o materiales que pudiera traer. Se nos hablaba de lo alarmante que puede ser el despedirnos de nuestros seres queridos, se nos dijo que sería un proceso difícil y duro”, reflexionó el sacerdote.
Compartió que, en verdad, vivir esa experiencia fue humanamente difícil.
“El Señor tuvo a bien hacernos experimentar en este tiempo de pandemia la pérdida de un ser querido. Desde la experiencia de no tener información correcta, precisa y concreta de parte de la institución de salud”, dijo.
En medio del aumento de casos y de lo estresante de la situación, el padre Jesús resaltó que ha sido muy triste la pérdida de su hermano.
“Mi hermano iba por una cuestión de insuficiencia renal. Horas más tarde terminó entubado, días después aislado y por último, su deceso, que nos generó confusión”.
Los hechos
Carlos Christian Caldera Cordero ingresó a un hospital de la localidad el 11 de abril para un tratamiento de hemodiálisis. De repente, el panorama cambió, pues la familia fue informada que tenía que quedarse hospitalizado y aislado.
“La tristeza de pensar cómo sería este proceso nos llenó de angustia. Ya no pudimos saber de él, solamente a las 9 de la mañana y a las 2 de la tarde se nos informaba. Esas horas se vuelven cruciales, el corazón se acelera y el miedo crece”, expresó el sacerdote.
Al principio del internamiento, la esposa de Carlos pudo estar con él en Terapia Intensiva, días después se le pidió que se retirara ya que su marido quedaría aislado.
Carlos falleció el jueves 23 de abril a las 2 de la mañana, sin embargo, la familia no fue avisada de la muerte, sino hasta la hora del reporte médico, a las 9 de la mañana, siete horas después.
“El día que falleció, el dilema del Departamento de Trabajo social era ver si ponían Covid o neumonía. El diagnóstico fue insuficiencia renal y neumonía atípica. Como el acta de defunción no decía Covid, la funeraria lo preparó para ser velado dos días”, compartió el padre Caldera.
Pero dos horas después de haber iniciado la velación y sin explicaciones, la funeraria retiró el cuerpo de Carlos para incinerarlo.
“Eso es lo que ocurre en estos momentos de dolor, el no poder despedirnos de la manera correcta, de no poder estar con él”, lamentó el sacerdote.
Esperanza en medio del dolor
En medio del dolor que causó la muerte de su ser querido, la familia Caldera ha sabido reconocer el amor y la misericordia de Dios que, aseguró el padre Caldera, no los abandona.
“La familia está asumiendo este proceso. La separación es difícil, el duelo es difícil, pero las cosas se las hemos dejado a Dios y confiamos en su amor y misericordia. El Señor es quien nos conforta. La fe en el resucitado es la que nos mantiene de pie, nos mantiene vivos”, resaltó.
El padre Caldera compartió que cuando iniciaba este tiempo de cuarentena, pensaba y le pedía a Dios que no le permitiera a su familia pasar por medio de este desierto, de esta prueba.
“Descubro que es el Espíritu Santo el que nos lleva en medio del desierto, nos acompaña y nos libera. Me siento agradecido con Dios que esto pueda servir para reflexionar, para amar, para agradecer a Dios”.
Y agregó: “Cada momento de nuestra vida transcurre en su mano, en su presencia. No se han ido del todo, sino que están aquí con nosotros y Dios nos ha permitido y nos permitirá todavía una vida más en plenitud”.
Fe, pero con cuidados
Más que para generar miedo o angustia, el sacerdote, vicario de xxxx compartió su testimonio como una experiencia de fe y esperanza, aún en medio de momentos de dolor.
“Dios sostiene nuestro caminar y nos da la fortaleza para seguir. Me gustaría transmitir la importancia de cuidarnos en este momento, permanecer en casa y saber qué esto va a pasar y al final de cuentas nos reuniremos para poder reconstruir lo que Dios quiere para cada uno de nosotros. Por favor comunidad, tomen las medidas necesarias, correctas y pertinentes”, invitó.