Ana María Ibarra
Recogimiento y silencio enmarcaron el pasado Viernes Santo, 15 de abril, celebración de la Pasión del Señor presidida por don J. Guadalupe Torres Campos en la Catedral, quien también encabezó la marcha del silencio esa noche.
Buscar a Jesús
En un silencio sagrado, el obispo, junto con el resto de los celebrantes, ingresó al templo de Catedral por el pasillo central, y al llegar delante del altar, que se encontraba sin los mantos sagrados, se postró rostro en tierra como un signo de la celebración.
En la liturgia se leyó la Pasión de Jesucristo, del evangelio según San Juan.
El obispo reflexionó en su homilía tres aspectos importantes.
“Primero, el silencio. Es importante el silencio en un mundo de ruidos que nos distraen, nos golpean. Cultivemos el silencio, sobre todo cuando venimos al encuentro del Señor”, dijo el obispo.
Un segundo aspecto, señaló, es la pregunta que Jesús hizo en el huerto: ¿a quién buscan?
“Hoy la pregunta es para ustedes y para mí. Debemos preguntarnos ¿cuáles son mis búsquedas, busco al mundo, me busco a mí mismo, busco lo material? Hoy busquemos a Jesús Crucificado… en la Eucaristía, en los hermanos”.
La verdad, fue el tercer punto que el obispo reflexionó tomando la pregunta de Pilatos: ¿Y qué es la verdad?
“Jesús es la Verdad. Pilato representa al hombre que duda. No debemos tener miedo a la verdad. Todos necesitamos a Cristo. Venir y postrarnos ante la cruz es un acto de fe. Abracemos la Verdad”.
Posteriormente, se hizo la oración universal, invitando a los fieles a orar de rodillas por distintas las distintas intenciones que pide la Iglesia.
Adoración de la cruz
Como segundo momento de la celebración, se llevó a cabo la adoración de la Cruz.
El diácono, acompañado por el ministro acólito, se dirigió al final del pasillo central donde se encontraba la cruz cubierta con un manto purpura y la llevó en alto hasta colocarla en una base delante del obispo quien la fue despojando del manto mientras entonó tres veces: “Mirad el árbol de la cruz donde estuvo clavado Cristo”, respondiendo el pueblo: “Venid y adoremos”.
El obispo, fue el primero en adorar la cruz, seguido por sacerdotes, diácono, ministro y una parte del pueblo de Dios.
Por el número de fieles, el resto adoró de rodillas desde su lugar y pasarían al final de la celebración.
Cabe mencionar que la colecta de ese día es destinada para Tierra Santa.
Para el momento de la comunión, se colocó un mantel en el altar y se puso sobre él un corporal y el misal, mientras era traído el Santísimo Sacramento del lugar de la reserva.
Igual que inició, la celebración de la Pasión concluyó en profundo silencio.
Marcha del silencio
El obispo y los sacerdotes Eduardo Hayen y Rafael Saldívar, párroco y vicario de Catedral, respectivamente, se trasladaron a la Misión de Guadalupe para iniciar la Marcha del Silencio acompañando a las imágenes del Cristo del Santo Entierro y La Virgen de los Dolores.
Servidores vestidos de negro y encapuchados tocaron los tambores con un son que estremecía y alertaba del paso de la procesión.
Detrás de ellos, los monaguillos seguidos por el obispo y los sacerdotes caminaban al paso que les marcaban los tambores.
Las imágenes eran llevadas en hombros y, a pesar de que el sector, por ser principalmente comercial, se encontraba desierto, de los pocos hogares salían las familias para verlas y santiguarse.
Jesús había muerto, así se le apreciaba en la imagen dentro del ataúd de cristal, con el rostro sereno. Era acompañado por su madre, la imagen de la Dolorosa, vestida de negro con un velo largo y el dolor en su semblante.
Mujeres de negro seguían el cortejo y llevaban en sus manos la corona de espinas, los clavos, el letrero de la cruz, y algunos otros signos de la crucifixión.
La procesión salió de Catedral en sentido contrario por la Miguel Hidalgo, tomando la Santos Degollados rumbo al sur, para luego dirigirse por la Francisco Sarabia hacia el poniente y retornar al norte por la José María Arteaga, hasta llegar nuevamente a la Miguel Hidalgo rumbo a la Catedral.
La invitación esa noche fue a permanecer en silencio y oración.