La voluntad le va a ayudar al niño a adquirir una adecuada madurez emocional que obtendrá cuando sea capaz de autocontrolar sus impulsos … A este autocontrol lo podemos llamar el autodominio inteligente.
Alicia Beatriz Montes Ferrer/ Autora
La voluntad no es una capacidad innata en la persona, a diferencia, por ejemplo de la libertad, que sí es algo con lo que nacemos, pero la hemos de educar para poder ejercer sus potencialidades como hemos apreciado anteriormente.
La voluntad o se educa, o no se tiene.
La voluntad le va a ayudar al niño a adquirir una adecuada madurez emocional que obtendrá cuando sea capaz de autocontrolar sus impulsos, esos que tantas veces siente y se exteriorizan en las ansias de comer desmesuradamente y sin horarios, en la ira que le provocan manifestaciones de violencia por algo que le ha dicho su hermano y no le ha gustado, en su deseo sexual insaciable… A este autocontrol lo podemos llamar el autodominio inteligente.
Etimológicamente, voluntad proviene del latín voluntas-atis, que significa querer.
Desear o querer
El psicólogo Enrique Rojas nos dice que la voluntad es:
“Un acto intencional, de inclinarse o dirigirse hacia algo, y en el que interviene la decisión”
La diferencia que podemos encontrar entre el término “querer” del que proviene voluntad y lo que sería desear, nos lo expone con bastante claridad:
Desear:
Es pretender algo desde el punto de vista:
- Afectivo
- Sentimental
- Propio del plano emocional
- Más propio del adolescente
- Pronto decae sin dejar huella de la ilusión creada en la persona.
Querer:
Es aspirar a una cosa anteponiendo la voluntad:
- Del plano de la voluntad
- Suele darse en el hombre maduro
- Tiene capacidad de conducir a una meta mediante ejercicios concretos hacia esa dirección.
De esta manera podríamos decir que no es lo mismo afirmar que “deseo” a mi pareja, en comparativa con la expresión que encierra mucha más riqueza “quiero” a mi pareja. Podemos desear un crosaint de chocolate, pero no quererlo.
El deseo es algo que nos suscita el instinto de unos sentimientos de gozo, placer, apetencias…pero sin mucho futuro, por eso cuando un niño desea enloquecidamente una chuchería, al lograrla, ese deseo decaerá enseguida, pues ya ha sido cubierto.
Sin embargo, también puede desear comerse una caja entera de galletas, pero no quiere ponerse malo del estómago, por lo que entrarían en contradicción ese desear con el querer. Desear no pasa por la razón ni la voluntad.
El querer es fruto de la razón, algo que necesita ser meditado, que perdura con el tiempo y que precisa de la fuerza de la voluntad para sostenerlo. Ese querer conlleva el conocimiento de que lo que se alcanzará, es algo que tiene un bien en sí en relación con el proyecto de vida o la meta que se haya fijado, no fruto de un arrebato repentino, y que otorgará una felicidad permanente en el tiempo.
Lo que implica la voluntad
La voluntad nos indicará tres elementos que necesariamente se han de dar:
*Primera fase. Descubre. La tendencia: anhelo, inspiración, preferencia hacia algo.
*Segunda fase. Concreta. La determinación: en esta fase se daría una evaluación o distinción con relación a la meta que se pretende alcanzar, lo que uno quiere.
*Tercera fase. Opera. La acción: Es ponerse en marcha hacia aquello que uno mismo quiere.
Cuando hablamos de voluntad, debemos tener en cuenta todo un proceso que se da en este acto, el cual, sin olvidar que contiene en sí la dimensión del amor, surge en un primer lugar porque se tiene en cuenta una meta a la que se quiere llegar, para lo que le hace falta tener una motivación hacia algo que provoca en la persona la elección de la dirección que tomará en su conducta. Más tarde vendrá la deliberación, sopesar sobre esta elección tomada, si realmente va a merecer la pena, con ayuda de la razón, y por último hallamos la decisión, también mediante la racionalidad y que consiste en llegar a ese querer.
Enrique Rojas nos dice que educar es construir la felicidad en el educando, sin olvidar que toda felicidad conlleva unos sacrificios y renuncias.
Pero al igual que no se puede amar lo que no se conoce, tampoco podemos tener voluntad si no se conoce la meta a alcanzar, así como las consecuencias que se derivarían en caso de llegar a ese objetivo. Por lo tanto, para poder ejercer adecuadamente una educación en y para la libertad, se le ha de otorgar al niño de esos elementos imprescindibles para lograr que se haga una persona libre y que necesariamente siempre van unidos a las virtudes con el ejercicio de la voluntad.
Sus elementos
Veamos los elementos que se implican en esta educación con sus respectivas virtudes:
- Un proyecto de vida, un sentido de su existencia: el amor en todas sus actuaciones, con empatía y positividad.
- La responsabilidad en sus actos, asumir consecuencias: la justicia.
- La confianza en sí mismo para alcanzar la meta fijada asumiendo las propias limitaciones y dificultades, la resiliencia: la sabiduría.
- La constancia, el esfuerzo, la paciencia: la fortaleza para continuar sin dejarse caer.
- El discernimiento para llevar con voluntad la acción hacia el objetivo planteado, con flexibilidad, sin exigirse la perfección absoluta: la prudencia.
Comenzar por lo pequeño para
educar la voluntad del niño
Actualmente vivimos en una sociedad que nos inculca lo inmediato, el tener las cosas en el momento, sin esperas ni renuncias. Esto iría totalmente en contradicción con lo que es la voluntad, pues necesita de un tiempo determinado hasta llegar al fin propuesto y donde podrá haber dificultades y como he mencionado, sacrificios, que se tengan que solventar con inteligencia, ánimo y paciencia.
Un niño débil, que no sabe lo que es esperar para tener algo, que no tiene capacidad de sacrificar cosas en favor de otras más convenientes, y que lo ha tenido prácticamente todo fácil, estará bastante incapacitado para ejercer la voluntad con éxito. Incluso puede que se le haya enseñado lo que está bien o mal, una serie de criterios morales, pero si esa educación no ha sido completada íntegramente, caerá en saco roto.
La voluntad es tan esencial para alcanzar en la vida lo que los proponemos con efectividad y que nos llene de felicidad, que no depende tanto de la inteligencia de la persona, sino de su capacidad de perseverancia en seguir sus metas fijadas, pues de carecer de esta fuerza de voluntad, por el camino sucumbirá y tirará la toalla.
Primero pequeños triunfos
Por lo cual, fácilmente podemos deducir que se ha de educar desde tempranas edades, comenzando por pequeños objetivos y renuncias breves y temporales: posponer la hora de ver los dibujos animados de la tele hasta después del baño, salir a dar un paseo en bici tras haber ordenado la habitación, lograr esa mochila que tanto ansía cuando sea su cumpleaños, renunciar a ir al partido con los amigos, por tener que estudiar para un examen.
Pero si no somos capaces de conseguir estos pequeños triunfos sobre sus intereses personales que rápidamente ansía lograr, habremos fracasado en otorgarle una fuerte herramienta para el resto de su vida y por consiguiente en dotarle de la libertad que esta conquista de la voluntad le brindaría.
Hacer lo que se debe
Como hemos visto, la libertad capacita al niño de poder elegir entre varias alternativas, no la que más desee o le guste, sino la que más le conviene y que quiere, en el sentido expuesto, lograr. Si tiene la firmeza y perseverancia en sus propósitos, alcanzará sus objetivos. Esto le aumentará sobremanera su autoestima y le animará a repetir esa experiencia del ejercicio de su libertad interior, en las siguientes ocasiones, pues sentirá una gran alegría y felicidad al saber que ha hecho bien lo que debía y no lo que le apetecía.
Querer sacar adelante ese proyecto personal que el niño tenga es, en cierta medida, amarlo, pues amar debe ser el fin de todo el sentido de la vida humana. Significa, por tanto, que el niño será consciente de que lo que se trae entre manos es bueno y positivo para él.
Esto se visualiza muy bien en los estudios de los niños. Cuando un niño tiene exámenes, sabe que debe ponerse a estudiar, pero en la inmensa mayoría de los casos, cuando aún son pequeños y no lo suficientemente maduros y responsables, hay que estar encima de ellos para que se pongan a estudiar. Si le dejamos que él se organice sin obligarlo, podemos encontrarnos con la situación de que no haga prácticamente nada, con la consecuente mala nota y malestar en él. Pero puede que se siente a estudiar, resistiéndose a sus ganas de jugar, con voluntad y esfuerzo, logrando así buenas notas y, lo que es más importante, una gran recompensa personal porque sabe que Ha hecho lo que debía.
Evitar factura
El estar más o menos encima del niño dependerá de su edad y madurez, principalmente, pero es importante también tener en cuenta que, si alguna vez le ponen mala nota porque no ha llevado la tarea hecha o ha reprobado un examen, es bueno para que aprenda de esas consecuencias por el mismo, no por nuestra insistencia de que estudie o por miedo a que lo castiguemos. De todas formas, este es un tema que depende de muchos otros aspectos.
“En el fondo, las personas solemos saber lo que debemos hacer, pero lo triste es no tener la fuerza de la voluntad necesaria para lograrlo”.
Esto es sumamente importante: Si no se ha logrado educar esta voluntad en el niño, cuando ya llegue la adolescencia, comenzará a pasarle factura, tanto en sus estudios como en sus relaciones con los compañeros, en su vida social y afectiva.
Y cuando alcance la adultez, se verán las repercusiones de su debilidad en el campo laboral, su relación de pareja y cuando se case será un lastre en su matrimonio que conllevará grandes sufrimientos que se podía haber evitado.
Mantener, por ejemplo, el amor vivo, necesita de pequeños detalles llenos de voluntad, la fidelidad en el noviazgo y matrimonio precisa la voluntad para no ir detrás de aquel que se te pone por delante despertando sentimientos placenteros, también la tarea de educar a los hijos exige constancia, dedicación, voluntad, al fin y al cabo.
Enrique Rojas indica: “La vida, con el paso del tiempo, nos pasa examen a todos, nos obliga a hacer recuento”
La ideología de género,
antítesis de la voluntad
Como ya vimos, uno de los instrumentos que se emplean para manipular a las personas, y en concreto a los niños, es la televisión o los medios comunicativos que continuamente utilizan.
El psicólogo Enrique Rojas nos recuerda la figura crucial de los padres en este punto para que el niño no se deje influenciar por todo lo que se le presenta, pues suelen tener los programas gran cantidad de contenidos de violencia y sexualidad, mostrándoles unos modelos comportamentales nada ideales. Por ello, han de tratar de enseñarles lo que está bien y lo que está mal, unos criterios claros de los que se puedan “agarrar” para no dejarse arrastrar por todas estas ideas. Deben ser conscientes de que no todo vale, no todo es correcto y han de aprender, ellos mismos, por su propia voluntad, a apagar o dejar de ver ese determinado programa si no les conviene.
Para que el niño logre adecuar su conducta hacia unas metas, no puede carecer de modelos en los que poder reflejarse y afianzar así su propia identidad.
Generalmente serán los padres los que deben de ejercer este papel, ayudándoles y animándolos en este arduo camino.
Pudimos ver que el niño tiene una capacidad innata de imitar todo aquello que tiene delante y que esta será su vía principal de aprendizaje y de ir construyéndose él mismo su escala de valores y su propia identidad personal. Para poder elegir algo con libertad, el niño ha de seleccionar de entre una serie de opciones que tenga delante, pero ha de tener en su interior presente qué es lo que quiere alcanzar bajo esa elección. Aquí la voluntad le resulta útil para lanzarse a tomar una decisión con discernimiento.
Una lucha personal
Ya hemos dicho que los hábitos se generan mediante pequeños ejercicios repetitivos de acciones y rutinas que a la larga consiguen inculcar un valor como bueno y llegar a la virtud. En este proceso la voluntad adquiere protagonismo. El niño se acostumbrará a hacer aquello que a largo plazo le es lo mejor para conseguir ese pequeño objetivo. Los padres han de estar continuamente guiando cada uno de los pasos con pautas, avisos, consejos, advertencias y sobre todo, mostrándoles confianza y ánimo, deben de ir dejándole que vaya tomando iniciativas.
Esta lucha por fortalecer la voluntad, debe ser integral, que contenga todos los aspectos que conciernen a la persona del niño: los físicos, psicológicos, afectivos, intelectuales, espirituales, sociales y culturales. “La lucha no es sino la base de cualquier buena pedagogía y la conquista del dominio de uno mismo es la meta”.
Esta lucha le reportará una gran alegría interior que dará sus frutos con las recompensas que vaya alcanzando.
Ideología de género vs voluntad
En contra, la ideología de género anula por completo esta capacidad de voluntad en la toma de decisiones del niño. Se le impone una realidad que busca el placer sin esfuerzo, que las metas son dejarse llevar por los sentimientos con un inmenso miedo al sufrimiento que puede derivarse del esfuerzo de las renuncias. Es una educación basada en el hedonismo fuertemente enraizado en el relativismo que todo lo acepta mientras reporte en cada persona bienestar.
La razón queda anulada, los valores y las virtudes totalmente distorsionados en favor de los propios intereses egoístas y el niño es educado en una confusa identidad, en un ambiente permisivo que le hace vulnerable y endeble, sin capacidad de tomar la vida por su cuenta.
Estaríamos ante la antítesis de la voluntad humana que emana de su inteligencia.
Cuando un chico sale los fines de semana de marcha, se emborracha, se acuesta con una chica que quizá no vuelva a ver más y al día siguiente ni se acuerda de la mitad de la película…¿Realmente quiere eso para su vida? ¿O esto es fruto de algo más profundo, un anhelo o vacío interior y que, al no tener esa fuerza de voluntad, no puede solucionarlo de otra manera? ¿Está realmente ejerciendo su capacidad de libre elección?
Cuando no se tiene voluntad, incluso aunque se tengan unos criterios y principios claros, todo gira en torno a la búsqueda desenfrenada del placer, la diversión, el poder sin limitaciones, y esto a la larga genera un gran sentimiento de tristeza y sinsentido.