Una reflexión del padre Arturo Ríos, de los Cruzados de Cristo Rey, sobre el significado de esta fiesta en nuestros tiempos…
Pbro. Arturo Ríos Martínez, CCR
Hemos llegado al fin de nuestro año litúrgico y la guía de la lectura de la Palabra de Dios en las celebraciones dominicales nos lleva por textos escatológicos como este domingo pasado del Evangelio de San Marcos 14, 7 ss. que apuntan hacia el día de la Gran tribulación, pero que al mismo tiempo lleva nuestra reflexión hacia la segunda venida de el como Rey todopoderoso al final de los tiempos y es verdad que para nosotros los creyentes el problema no es el “cuándo” o el “cómo” sucederán estas cosas, sino cómo debemos comportarnos aquí y ahora, de manera que nos encuentre preparados. Estamos llamados a vivir el “presente” construyendo nuestro “futuro” con serenidad y confianza en el Rey que ya viene que ya esta cerca y que celebraremos en la festividad de Jesucristo Rey del Universo.
Bajo las circunstancias de nuestro “aquí y ahora”, ante una emergencia sanitaria (COVID 19) que llevamos viviendo durante casi 2 años, nos vemos tentados a pensar que ya está cercano el día de la Gran tribulación, puesto que las condiciones de vida durante un confinamiento obligado, así como la vida laboral, social y política paradas y las consecuencias propias de estancamiento económico y el no avance de salud pública mundial nos conducen a la tentación de horizontes vacíos de Esperanza y en donde podría gobernar solo el caos y la anarquía constante.
Es cierto que para muchos de nosotros creyentes estos momentos son de gran oportunidad, no sólo para poner a prueba nuestra vida cristiana de virtud y gracia, sino para reafirmar nuestra confianza en el Rey de Reyes: Jesucristo príncipe de la Paz.
Trabajar en la esperanza
Ante este panorama ya señalado ¿Qué debemos hacer los católicos hoy en nuestra vida para ser artífices de Esperanza y de futuro hacia la Sociedad?
La encíclica “Quas primas” del papa Pio XI del 11 de diciembre de 1925 nos advertía ya de manera clara y proféticamente en aquella época: “… no sólo que este cúmulo de males había invadido la tierra, porque la mayoría de los hombres se habían alejado de Jesucristo y de su ley Santísima, así en su vida y costumbres como en la familia y en la gobernación del Estado, sino también que nunca resplandecería una esperanza cierta de paz verdadera entre los pueblos mientras los individuos y las naciones negasen y rechazasen el imperio de nuestro Salvador.”
Este párrafo de la “Quas primas”, carta encíclica sobre la fiesta de Cristo Rey, dirigida a la nación mexicana durante la persecución religiosa en México que detonó más tarde la guerra Cristera en México, nos había ya adelantado de manera profética circunstancias muy similares a las ahora vividas: de una humanidad que se aleja de Jesucristo y de su ley Santísima, más aún que se resiste a volver en algunas diócesis del mundo a la frecuencia de los sacramentos, ya sea por temor o prudencia a una enfermedad, que es mortal o bien porque nos acostumbramos a creer que lo virtual puede ser un sucedáneo de la presencia real viva y verdadera de quien bajo al mundo y se hizo carne por nosotros nuestro Rey y Señor del Universo.
Lo que acontece
Somos testigos en carne propia de cómo la familia en su vida y costumbres se va alejando cada día más de Dios de la ley natural y de los mandamientos de la ley moral: divorcios, ruptura de familias por adicciones, nuevas imposiciones ideológicas para reducir la familia a concepciones como: las parejas del mismo sexo asimiladas al matrimonio, el aborto y anticoncepción que rompen con los fines unitivo y procreativo del matrimonio, la cada día mas amplia moda de los “hijos perrunos” y un largo etcétera que viene a culminar con la imposición de ideologías (de género) y la aplicación de una agenda que se lleva a nivel jurídico-social a las cámaras de legisladores para que se conviertan en leyes y se apliquen a una sociedad que aparece tan plural en libertades falsas y tan ajena a la autentica libertad de una sociedad.
Claves para la celebración
Retomando el final del párrafo del documento ya citado de Pío XI, la festividad de Jesucristo Rey de Universo nos muestra una esperanza cierta de paz verdadera para todas las naciones, desde luego si somos como buenos católicos capaces de afirmar y aceptar el imperio de nuestro Salvador y Redentor Jesucristo. Encontramos claves preciosas en el prefacio litúrgico de esta solemnidad:
- Reconocer que Él es Rey y Señor del Universo y que todas las realidades responden a su dominio todopoderoso en el universo entero…y que no hay enfermedad, pandemia, recesiones económicas, etc. que no respondan a su intervención providente como dueño y Señor de la historia de la humanidad.
- Que Cristo habiendo consumado la redención de la humanidad por su muerte en Cruz, ha entregado a la majestad infinita del Padre un reino eterno universal que es de:
- a) Verdad: que nos invita a reconocer Cristo como camino de Verdad, y por lo tanto en nuestra vida diaria manifestar nuestra adhesión siendo auténticos cristianos que se apegan a la verdad evangélica mediante la confesión de la Fe. Instruyéndonos y formándonos en el estudio del Catecismo de la Iglesia. No siendo víctimas del mundo posverdadiano y políticamente correcto y buscando transmitir argumentos verdaderos.
- b) Vida: que nos invita a respetar la vida desde que comienza hasta que acaba, siendo verdaderos agentes inteligentes de cambio, influyendo en las legislaciones que promueven leyes injustas y criminales.
c)Justicia y Paz: participando activamente en acciones cívicas que promueven la auténtica democracia; que procuran la justicia, mediante la formación de nuevas generaciones de políticos jóvenes que aplican la Doctrina social de la Iglesia y se empeñan por respetar la dignidad de la persona humana y promueven el Bien Común.
El Reino de Gracia y Santidad que podemos construir con Cristo Rey nos llevara a revalorar la vida de la Iglesia y los Sacramentos, sólo mediante estas practicas podemos gritar como los mártires de nuestra tierra mexicana: ¡Viva Cristo Rey! en mi corazón, en mi casa y en mi patria.