Sean amables, muestren una caridad divina, no busquen su propio bien, sino el de los demás. Busquen su salvación pero también la salvación de los demás. Esfuércense por la unidad del pueblo, de la Iglesia y de la sociedad”, dijo el obispo a los nuevos presbíteros ordenados el pasado viernes 8 de septiembre…
Ana María Ibarra
En su 60 aniversario, la Diócesis de Ciudad Juárez recibió como regalo de Dios seis nuevos sacerdotes. Con gran jubilo, la Comunidad Diocesana fue testigo de este gran acontecimiento que llenó de alegría a todo el pueblo de Dios.
La sede, el templo del Señor de la Misericordia, lució abarrotada la tarde del viernes 8 de septiembre, cuando Gary Eduardo Reyes, Jesús Salinas, Jesús Manuel Caldera, José Fernando de Santiago, Víctor Manuel Ortega y Víctor Manuel Vega, recibieron el Orden del sacerdocio.
Llamados de entre los hombres
Encomendados a la Santísima Virgen María, en la fiesta de su natividad, los candidatos al sacerdocio entraron en procesión por el pasillo central del templo entre el aplauso de los asistentes.
“En este día de fiesta, en que celebramos la Natividad de la Virgen María, en el marco del 60 aniversario de la diócesis, damos gracias a Dios porque sigue llamando a hombres para el servicio de los hombres, como lo hiso con estos seis varones”, dijo el monitor.
El obispo diocesano, don J. Guadalupe Torres Campos dio la bienvenida a la comunidad ahí reunida, a los sacerdotes y religiosas, especialmente dio un saludo afectuoso a las familias de los aspirantes al sacerdocio.
Después del evangelio, proclamado por el diácono permanente Manuel Zorrilla, el diácono llamó a los seis candidatos al sacerdocio, quienes después de recibir la bendición de sus padres, delante del obispo dijeron presente.
El padre Juan Manuel Orona, rector del Seminario, pidió al obispo aceptar a estos jóvenes para la recepción del Sacramento del Orden, y dio el testimonio de la comunidad considerando el obispo dignos de ser aceptados.
Configurados a Cristo
En su homilía, el obispo dijo a los futuros sacerdotes que si bien, todo el pueblo de Dios participa del sacerdocio de Cristo, el Señor elige a algunos hombres para ser sus discípulos.
“Ustedes como presbíteros serán maestros, sacerdotes y pastores. Deben tener la seguridad y confianza que Cristo es el Buen Pastor. Él conducirá su vida, Él los llevará de la mano. Sin duda alguna, nos cansaremos, nos agobiaremos, pero Él nos hace reposar. El mejor sitio es Jesús en sus vida para tener ese descanso, esa paz”, expresó el obispo.
El obispo los motivó a llevar su ministerio con confianza en Cristo ya que Él confía en ellos.
“Hoy a ustedes les da la confianza con este don. Den su vida en la entrega, en el servicio a los demás, sean amables, muestren una caridad divina, no busquen su propio bien, sino el de los demás. Busquen su salvación pero también la salvación de los demás. Esfuércense por la unidad del pueblo, de la Iglesia y de la sociedad”, invitó el obispo.
Y agregó: “Damos gracias a Dios por esta Iglesia con esta eucaristía, con esta ofrenda sacerdotal”.
Rito de ordenación
El rito de ordenación inició después de las palabras del obispo, quien antes de adentrarlos en el sacramento, los interrogó sobre su voluntad de pertenecer al orden de los presbíteros, y les pidió su promesa de obediencia y respeto.
Pueblo y obispo se unieron en oración mientras los ordenandos se postraron rostro en tierra. Al incorporarse, el obispo impuso las manos a los seis jóvenes, y enseguida el presbiterio hizo lo mismo.
Los sacerdotes que apadrinaron a los nuevos presbíteros colocaron a sus ahijados los ornamentos, y el obispo ungió y ató sus manos para significar la alianza que Dios ha hecho con su pueblo.
Los papás de cada uno de los recién consagrados, entregaron al obispo el pan y el vino, y este a su vez la entregó a cada uno como ofrenda del sacrificio que harán vida durante su ministerio.
Para concluir el rito de ordenación, el obispo dio el saludo de paz a cada uno de los nuevos sacerdotes, y los presbíteros ahí congregados repitieron el gesto.
El obispo los presentó al pueblo quien los recibió con una ovación.
La Eucaristía siguió de manera normal y los nuevos presbíteros participaron por primera vez de la consagración. Al final de la misa, cada uno de los presbíteros impartió la bendición.
Con gran regocijo, pueblo y pastores participaron de una amena fiesta en honor a los nuevos sacerdotes.