Ana María Ibarra
En la sencillez de su infancia, Soledad López Ulloa recibió el primer favor de parte de la Virgen de Guadalupe y desde entonces su amor creció por la Morenita, hasta llevarla a ser coordinadora en la Peregrinación diocesana a la Basílica de Guadalupe.
A la edad de 10 años y siendo estudiante del Colegio Guadalupe, Soledad se encomendó a la Virgen de Guadalupe para lograr un milagro que aunque hoy parece sencillo, marcó un destino de fe.
“Estaba en cuarto grado y perdí mi veliz de aluminio con todos mis útiles nuevos y cuadernos recién forrados. Rogué a la Virgen de Guadalupe me ayudara a encontrar mi velicito. Ella me dio paciencia para esperar y a los tres días apareció mi mochila con todos mis útiles dentro. Salté de gozo y de alegría”, recordó Soledad aun entusiasmada.
El amor que encontró en ese detalle ha permanecido intacto en la mente y corazón de Soledad, quien desde entonces se encomienda a la Virgen.
“Siempre me protege y me libra de muchas cosas que quizá ni me enteré”.
Peregrina frecuente
Tanto fue el amor que Soledad albergó en su corazón por la Virgen de Guadalupe que cuando tuvo la oportunidad de acudir a una peregrinación a la Basílica de Guadalupe, no dudó en hacerlo.
“Empecé en las peregrinaciones cuando se hacían en ferrocarril. En ese entonces coordinaba el señor Muñoz que tenía una tienda de ropa en el centro y ahí llevaba uno los abonos del viaje, eso hace aproximadamente 60 años”, recordó.
Al casarse y tener hijos hizo una pausa. Pero cuando se dio nuevamente la oportunidad, retomó las peregrinaciones diocesanas, ya para entonces organizadas en otro tenor.
“Inicié como peregrina con la señora Olga Meza y con ella coordiné un autobús. Después seguí coordinando con Mary (Jasso)”.
Soledad compartió que no es fácil tener a su cargo un grupo de peregrinos pues, dijo, hay que animar a los que van fríos y tibios.
Con la llegada de la pandemia, Soledad dejó de ir a las peregrinaciones, sin embargo, continúa con ese amor y en su mismo barrio participa en la Novena Guadalupana.
“Al entrar a la Basílica de Guadalupe se le eriza a uno la piel. Ahí ella puso sus plantas y quiso demostrar a los mexicanos el amor que nos tiene. Eso es algo para vivirse, no dejen pasar sin conocer esa experiencia maravillosa”, dijo sobre la peregrinación diocesana.