Diana Adriano
Migrar por México es exponerse a ser víctima de la violencia y la criminalidad por parte de delincuentes y polleros o coyotes, como se conoce a quienes trasladan a migrantes. Pero hasta se puede ser víctima de los mismos policías y autoridades migratorias.
Así lo constata Hérika Martínez Prado, periodista juarense, quien ha documentado el fenómeno migratorio en la zona Juárez El Paso y compartió con Periódico Presencia su experiencia en la cobertura.
Una tragedia cotidiana
Para Hérika, quien recibió el Premio Nacional de Periodismo en 2014, la cobertura del tema migratorio es una “cobertura de dolor”, no sólo por la violencia cotidiana que atestigua, sino por las historias detrás que ha conocido de quienes luchan por conseguir el denominado ‘Sueño Americano’.
“Quieras o no, escuchar constantemente esas historias te impacta, es como un sentimiento de impotencia. Sientes que a veces una nota no es suficiente y tú quisieras hacer más, pero no puedes”, mencionó.
Informó que desde que comenzó el movimiento migratorio en la Frontera Norte, se ha tenido que enfrentar a casos de violencia de todo tipo, principalmente en contra de los centroamericanos.
“El primer caso que tuvimos presente, fue uno donde un pelotón de la Guardia Nacional amenazó a un grupo de migrantes, sin embargo los militares nunca nos dieron una versión oficial, sólo dijeron que iban a investigar”, dijo Hérika, quien ha reportado sobre asesinatos, secuestros y desapariciones de migrantes que llegan a esta frontera.
La periodista recordó el caso de tres cubanos varones que en distintas fechas fueron asesinados, uno de ellos en la Avenida Juárez, que estaba a días de cruzar a los Estados Unidos.
“También recuerdo el feminicidio de una migrante en el Valle de Juárez. Pero no supimos que era una migrante hasta que la fiscalía lo dio a conocer”, dijo.
Resaltó que actualmente se tiene registro de tres migrantes ecuatorianos que están desaparecidos, dos de ellos en Ciudad Juárez y uno en Ojinaga. Los familiares que los acompañaban no tienen idea de dónde pueden estar.
Violencia psicológica
Hérika ha sido testigo de no sólo de casos de violencia física, sino también psicológica en contra de los migrantes, aunque ellos mismos no lo descubren así, pues vienen dispuestos a “aguantar todo”.
“Me tocó platicar con unos migrantes que estaban en un cuarto de madera de 5×5. Uno de ellos me narraba que tenía un mes ahí, y cuando tenía suerte dormía hincado pues eran más de 140 personas encerradas donde mismo”.
“Debían pasar las 24 horas de pie, y ni siquiera los dejaban salir al patio para que los vecinos no se dieran cuenta, y no los fueran a denunciar. Me dijeron que los amenazaban y si querían salir de ahí tenían que pagar una cuota. Gracias a Dios los descubrieron”, relató.
Sufrimiento de migrantesHacer conciencia
Para la periodista es importante hacer conciencia en la ciudadanía sobre estas realidades, pues aparte de la violencia y otras complicaciones que enfrentan los migrantes, ellos reciben también el desprecio de muchos juarenses.
“Es muy triste leer comentarios en redes sociales sobre los migrantes… la gente en vez de ser empática, se enoja por su presencia o celebra que los amenacen, si los matan o si están desaparecidos. Esto es muy ilógico porque el 32 por ciento de las personas que vivimos en Juárez, no somos de Juárez”, reflexionó.
“Es ilógico que siendo hijos o nietos de un migrante, ahora no queramos a los que vienen por una vida mejor. Nadie deja su casa sólo porque sí”, finalizó.
Otra cara de la moneda: Más Abrazos en la frontera
Otra cara de la moneda en el tema migratorio es el programa ‘Abrazos, no Muros’ (HugsNotWalls), cuya octava edición realizada el pasado sábado 19 de junio, logró reunir por tres minutos a familias migrantes en la frontera, separadas por las leyes migratorias de Estados Unidos.
El evento se llevó a cabo bajo todas las medidas de prevención contra el Covid 19 y reunió a más de 200 familias que se abrazaron luego de años de separación, en el cauce del Río Bravo, a la altura de la Calle Oro.
Luis Gutiérrez, un adulto mayor, quien vive en Ciudad Juárez, se reunió con su hija después de diez años de no verla frente a frente. También conoció a sus tres nietos y tuvo la oportunidad de abrazarlos por primera vez.
“Estoy muy nervioso, tengo miedo, pero agradezco a los organizadores por hacer este evento. Gracias a ustedes mi hija Elizabeth Gutiérrez y yo nos podremos volver a encontrar. Serán pocos minutos, pero he esperado mucho tiempo por esto”, expresó.
Don Luis dio a conocer que su hija contaba con papeles para poder cruzar legalmente de Juárez a El Paso, sin embargo, al encontrar trabajo de aquel lado de la frontera, perdió sus papeles y decidió ya no regresar a esta ciudad.
Por otra parte, a Sebastián Rivera, lo deportaron en 2015 y desde ese entonces ha visto a su mamá solo por videochat.
“Me deportaron y ellos al no tener papeles se quedaron allá. Hoy por fin después de seis años podré volver a abrazar a mi madre. Estar separado de la familia es difícil, pero estoy agradecido con Dios pues están bien”, mencionó.
Sebastián disfrutó los tres minutos a lado de su madre, Carolina, mientras caminaba nervioso por la tarima de madera que se colocó en el cauce del río, para el evento organizado por el la Red Fronteriza de Derechos Humanos (Border Network por Human Rights) y al cual asistió el obispo de El Paso, Mark Seitz.