Ana María Ibarra
Agradecidos con Dios por el llamado que les hizo hace más de 30 años para servir y acompañar a las familias de Lomas de Poleo, Emilio Vidal y Francisca Herrera compartieron su agradecimiento y su testimonio como fundadores de la comunidad de la capilla Ermita de Guadalupe.
Emilio y Quica se hicieron presentes el domingo 01 de octubre en esa comunidad, donde hace casi 35 años llegaron para catequizar y, ante la necesidad de un templo gestionaron un terreno para la construcción de la capilla.
Agradecidos
Acompañados de algunos de sus hijos y nietos, el matrimonio Vidal Herrera participó en la Eucaristía, presidida por el padre Guillermo Morton.
“Agradecemos a Emilio y Francisca por su presencia y testimonio. Tomaron con seriedad la Palabra de Dios. Gracias a Dios por su compromiso. Cuando vine en 1997 fueron las primeras personas que conocí”, expresó padre Morton.
La comunidad escuchó atenta el testimonio de Emilio y Quica y de algunas catequistas que iniciaron con ellos en el servicio.
Historia de fe
Con un camino de fe en la Acción Católica de la parroquia Nuestra Señora del Sagrado Corazón, Emilio y Quica y llegaron a Lomas de Poleo para evangelizar y catequizar a las familias.
“Tenía una amiguita que vivía en Lomas de Poleo y en mis pensamientos siempre me preguntaba qué podía hacer por este lugar”, compartió Quica.
Recordó que al llegar a Lomas de Poleo no había capilla y en un momento de oración Dios le reveló esa necesidad por lo que ella lo externó a su marido y comenzó gestiones para un terreno, pues la catequesis la daban al aire libre.
“Hablé con los señores que estaban vendiendo los terrenos y les pedí que me regalaran un terreno y gracias a Dios lo hicieron. Todo lo que se pudo hacer se hizo para gloria de Dios y por todos nuestros hermanos. Me da mucho gusto que ahora las familias gocen de esta capilla”, expresó Quica.
Por su parte, Emilio recordó que hace 35 años, Lomas de Poleo era territorio de la parroquia San Marcos de donde el padre Oscar Enríquez era el párroco.
“Al padre Oscar le tocó estar aquí en la construcción del templo. Me siento contento de ver a la gente que sigue trabajando en la comunidad, están danto mucho por Dios”, dijo.
También las vicentinas
Quica reconoció que el trabajo se pudo lograr gracias también al grupo de Voluntarias Vicentinas, para quienes pidió un aplauso. Especialmente recordó a Carmelita Ortiz y Olga Juárez, quienes “entendieron la obra y con todo su amor participaron”, señaló.
Quica recordó que para la construcción de la capilla solicitaron donativos, hacían kermeses y rifas y un día, en la fiesta de la Virgen de Guadalupe, les llegó un donativo de cien mil pesos, con lo que se pudo concluir la construcción también gracias a otro monto de las Voluntarias Vicentinas.
Anécdota
La fundadora compartió que en una ocasión invitó a monseñor Juan Sandoval Iñiguez para que conociera la zona. Él le preguntó si le veía futuro a ese lugar.
“Donde hay una pareja y niños hay mucho futuro. Dios me tiene aquí para que me entregue toda y salga satisfecha”, fue la respuesta de Quica a don Juan.
Emilio, hoy con con 80 años de edad y 55 de matrimonio con Quica, dio gracias a Dios por todo lo recibido y motivó a quienes ahora forman parte de la comunidad a que todo lo que hagan lo realicen con amor ofreciéndolo a Dios para su gloria.
En frase…
“En el trascurso de los años Dios ha enviado personas especiales y sacerdotes que nos han ayudado en la evangelización y en la catequesis. Quiero agradecer a Emilio y a Quica por las bendiciones que nos han traído”.
Agustina Contreras, catequista
“Al principio me resistí, pero Quica era persistente. Recuerdo que aquí se acababan sus camionetas recogiendo a los chiquillos para el catecismo. Ellos nunca se han olvidado de nosotros. Gracias por el trabajo y gracias a sus hijos por compartir a sus padres con nosotros”.
Bertha Alicia Infante, catequista