Ana María Ibarra
“Valor absoluto de la persona humana”, fue el título de la charla que la Comisión de Pastoral Social realizó el pasado viernes 30 de mayo en uno de los salones del Seminario Diocesano. La charla fue impartida por el padre Luis Escudero, coordinador de la comisión. Asistieron agentes de pastoral social de distintas parroquias de la diócesis.
En su exposición, el padre Luis Escudero, explicó que el tema de la persona humana y su inalienable dignidad forma parte de la columna vertebral de la Doctrina Social de la Iglesia.
“Las personas son, propiamente, relaciones subsistentes, es decir, lo que más realidad tiene no es la sustancia, sino la relación. Tenemos que establecer claramente que nos hacemos personas por las relaciones que entablamos desde nuestro ser más genuino”.
Reiteró que el ser persona se basa en las relaciones que se entablan con los otros.
“No son relaciones de sujeto a objeto, sino de sujeto a sujeto. Estas relaciones nos constituyen como personas.
“A veces nuestras comunidades están faltas de relaciones”, lamentó el padre Escudero.
Añadió que cada ser humano es un individuo, lo que significa que no se define por ser miembro de los conjuntos en los que está implicado, sino por su indivisibilidad.
“Cada uno cuenta como individuo, pero individuo no es o no debe ser individualista”.
“Si queremos ser cristianos no podemos aceptar esa imagen de individuos individualistas ni esa ausencia de entidades colectivas personalizadas.
Otro punto que abordó el padre Luis fue la dignidad de la conciencia moral, resaltando que, en lo profundo de su conciencia, el ser humano descubre la existencia de una ley que él no se dicta a sí mismo, pero a la cual debe obedecer.
“El ser humano tiene una ley escrita por Dios en su corazón, en cuya obediencia consiste la dignidad humana y por la cual será juzgado personalmente. La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que éste se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo”, mencionó.
Invitó a los asistentes a recordar el anuncio del Kerigma en el que se expresa que Dios conoce a cada quien por su nombre.
“Dios en Jesús nos ha dicho que sí incondicionalmente. Eso es lo que significa que Jesús sea el sí de Dios, pero para que se dé la alianza, se necesitan dos ‘sí’. A la dignidad de la persona corresponde decirle a Dios que sí”, concluyó.