Pbro. Eduardo Alfonso Hayen Cuarón
Con el corazón agradecido con Dios por habernos permitido celebrar un año más las fiestas de Navidad, termina hoy este tiempo litúrgico precioso de los misterios de la Encarnación. Nos quedamos con una alegría sobrenatural en el alma por lo que nuestros ojos han visto y contemplado, por Jesucristo, el Verbo de la Vida, que hemos tocado. Después del Domingo del Bautismo del Señor nos adentraremos al tiempo ordinario para contemplar con orden litúrgico –por eso el término «tiempo ordinario»– los misterios de la vida pública del Señor en los que manifestará su amor por los hombres.
En este Año Jubilar 2025, que nos llama a ser peregrinos de esperanza, hemos de nutrir esa esperanza experimentando la cercanía de Jesús y su amor por nosotros. Es impresionante la cantidad de personas que sienten lejano a Dios en su vida, que no se sienten amados ni acompañados por Él, que no saben que tienen un Dios tan personal y tan cercano que cuida de ellos. ¿Cómo revelarles a ellos la esperanza que los creyentes llevamos en el corazón? ¿Cómo darles a conocer ese gran amor de Jesús? Al menos son cuatro los signos que el mismo Jesús abrió para revelarse a los hombres.
- La sanación
Así como fue en tiempos de Cristo, hoy muchas personas tienen sed de Dios, pero desean, de alguna manera, tener una experiencia directa de Él. Por eso Jesús curó a tantos enfermos y dijo: «Vayan a decirle a Juan lo que ustedes han visto y oído: los ciegos ven, los paralíticos caminan, los leprosos son purificados y los sordos oyen» (Lc 7,22). Muchos creyeron en Cristo resucitado gracias a que la predicación de los apóstoles estaba acompañada por el poder dado por Cristo de la curación a los enfermos. La experiencia de hoy nos dice que esas curaciones siguen ocurriendo donde los sacerdotes imponen las manos a los afligidos por enfermedades y dolencias y donde son generosos en administrar el sacramento de la Unción de los enfermos.
- La liberación
Espiritualmente no es saludable ver al demonio en todas partes, pero no podemos negar que la acción extraordinaria del maligno ha crecido en el mundo debido a la ascendente práctica de la magia, la brujería y culto a la muerte. Son muchas las personas angustiadas que visitan a los sacerdotes por los efectos malignos que afectan sus vidas debido a prácticas de ocultismo o de la nueva era. Gracias a la fe y la guía del obispo, podemos darles atención en la diócesis. Es muy bello ver que, poco a poco, Jesús va rompiendo en ellas las cadenas de la brujería y, poco a poco, nuestros hermanos atribulados recuperan la paz interior.
- El perdón
En este año jubilar esperamos ver más penitentes en los confesionarios de los templos. Los sacerdotes somos depositarios de aquellos secretos oscuros del alma humana y Jesús nos ha concedido el poder de perdonar los pecados. Muchísimas veces somos testigos del poder maravilloso del sacramento de la Reconciliación cuando vemos que tantos hermanos se liberan de culpas que entristeciendo sus almas durante años. Es Cristo que les demuestra su amor removiéndoles la losa que, como a Lázaro en el sepulcro, les mantenía en las tinieblas del pecado. Los sacerdotes debemos ser siempre generosos en los horarios de confesiones, y más aún en este año jubilar en el que Cristo quiere resucitar más muertos.
- La enseñanza
El año pasado tuve la gracia de impartir en el Seminario diocesano la asignatura de Teología del cuerpo a seminaristas de filosofía y teología. Tanto para ellos como para mí fue como entrar en una luz de conocimiento de la sexualidad a otro nivel de profundidad que no deja de llenarme de asombro. Nacimos para conocer y vivir en la luz de la verdad y dejarnos guiar por ella. Si Jesús mostró su amor enseñando a las multitudes de su tiempo y revelándoles los secretos del Reino de Dios, hoy lo sigue haciendo a través de predicadores y catequistas que se preparan en el estudio y la oración. Nuestro pueblo hambriento de sabiduría clama por salir de la ignorancia. El Jubileo debe ofrecernos nuevos y más espacios de formación en nuestra fe católica.
Dios nos conceda en el Jubileo 2025 crecer en la experiencia del amor de Jesús a través de la sanación, la liberación, el perdón y la enseñanza.